He tenido mucho que pensar en estas últimas semanas. Se supone que dije que cambiaría, que sería mejor persona para Ra; pero, escuchar las palabras de Helena me pusieron a reflexionar.
Detesto equivocarme, lo he dicho antes, me encanta tener todo controlado. La idea de saber lo que pasará, me fascina.
Me horroriza estar en un futuro en el que me equivoque. La situación en la que me metí no es fácil, Ra no es fácil. No puedo darme el lujo de tomar el asunto a la ligera, sería demasiado irresponsable de mi parte.
—¿Ves esa casa de allá?— le señalo al pequeño. Estamos a unos metros del lugar al que llamé hogar por mucho tiempo —Ahí es donde iremos… un día de estos.
He tenido un progreso, me he acercado bastante a la casa. Todavía no soy capaz de situarme enfrente de ella, pero vamos, ni siquiera me atrevía a venir por esta zona.
—Vamo'— el pequeño jala mi dedo para que yo lo siga. Él no entiende la situación y yo estoy bien con eso —Vamo', mami.
—Te traje porque quería enseñarte donde crecí— me pongo de cuclillas.
Aunque también, por más que Ra no comprenda lo que sucede, quiero que conozca todo de mí.
—Ahí— insiste apuntando hacia el frente.
—Ya nos vamos a casa— en un intento de cargarlo, él se aleja —Ah, vamos. Ya paseamos lo suficiente, ¿no lo crees?
—¡Ah!
—Qué andariego eres, te encanta estar fuera de casa, eh— resoplo poniéndome de pie —Igualito a mí.
Decidí que Ra y yo salgamos un rato, ya me estaba sintiendo asfixiada de estar todo el día encerrada en las cuatro paredes de mi habitación. Imri se marchó ayer con su manada, tengo que aprovechar mi tiempo a solas con el niño.
Sin tenerlo previsto; Ra empezó a correr para que de un vago esfuerzo, yo le siguiera el paso. Mientras que él iba como todo un pingüinito, yo caminaba detrás suyo. Todo esto, procurando mantenerme lejos de la casa.
—¡Tich!— de un momento a otro, el niño tropezó con sus pies y cayó al suelo de golpe —Aah...— solo bastó un par de milésimas para que él comenzara a llorar con los ojos aguados.
—Bebé— como es obvio, lo recogí y sacudí del suelo. Es usual que se cubra los ojos cuando llora, se los estruja de una manera tan brusca que lo primero que hago es quitarle las manos del rostro
—¡Di duro!— afirma entre llanto.
—Ya, no llores— le abrazo.
—¡Caí!
—Ya, mi amor. Verás como deja de dolerte, ¿quieres helado?
Oh, rayos. Debo dejar de sobornarlo.
—Lobo…— me deja dando media vuelta.
—¡Espe…!
¿De qué valió? Ra se transformó en lobo y se fue corriendo. Al ver que yo no lo seguía, se detuvo y regresó hacia mí para indicarme que vaya tras suyo, —¡Oye!— no recuerdo la última vez que corrí. El niño es cien veces más rápido que antes, no tuve de otra que recoger su ropa y contener el deseo que tenía mi corazón de infartarse —¡Ra!— me detuve en el instante que solo faltaban unos pequeños centímetros para llegar a la puerta de mi casa.
De repente, algo sucedió. El pequeño se tiró al suelo y comenzó a arrastrarse emitiendo varios quejidos. Sin importarme que estuviera cerca de la casa, me dirigí hacia él para ver lo que pasaba. —¿Qué ocurre?—pregunto viendo cómo en su forma de cachorro, se mueve a todas partes —¡Ra!
—Ahí lo tienes— un tipo se acerca a nosotros con un silbato en las manos —Si no quieres terminar detrás de tus mascotas, te recomiendo ponerles correa.
—¡¿Y qué contigo?!— claro, el silbato que tiene en las manos ocasionó que Ra actuara así, debe ser uno de esos que sirven para adiestrar perros.
—No le hace daño— no bien él se aproximó cuando yo me levanté con las defensas por las nubes.
—¡¿Entonces por qué está así?! ¿Cuál es tu problema?– gruño tomando a Ra en mis brazos, el pobre quedó conmocionado —¡Además, él no es mi mascota! ¡¿Por qué te metes en dónde no te llaman?!
—Pensé que necesitabas ayuda— se encoge de hombros —En una de esas, salía un vehículo y pum, sucedía lo peor.
—¿Y qué? ¿Andas por el mundo con un silbato para perros?— el sujeto está solo, no hay indicios de estar acompañado por una mascota. Es extraño que aparezca de repente y haga esto —¡Pregunta para la próxima!
—¿Habrá una próxima?— levanta la ceja lo que me hace enojar más.
El hombre que tengo delante de mis ojos, aparenta de unos veintitantos. Su cabello negro es lacio y corto; sus expresiones faciales no me agradan, detesto la forma en la que me mira con sus llamativos ojos aceituna. ¿Qué cree? ¿Qué hizo una gracia? Sabrá Dios si esa cosa le provoca problemas auditivos a mi niño.
—Espero que no— corto viendo como Ra se mueve.
—Ponle correa.
¡Ash, que no es mi mascota!
Pero, claro. ¿Cómo lo sabría?
Aumenté mi paso al ver cómo Ra estaba a punto de cambiar de forma, antes de que ese entrometido se diera cuenta, salí corriendo del lugar. Era lo que menos faltaba, que otro humano supiera la verdad sobre la criatura. Menos un completo desconocido que me cayó enormemente mal.
Tendrían que inventar un silbato para humanos para comprobar qué tan bien se siente que venga una persona aleatoria y te suene esa cosa del mal.
¿De qué vales decir que te encantan los animales cuando condicionas de manera extrema su comportamiento?
***
—¿Estás bien, amor?— le pregunto al niño mientras estamos sentados en el suelo. Le estoy dando de comer el helado del que le hablé antes. Compré el sabor más suave posible: vainilla.
Busqué información sobre los silbatos para animales; no parece que les produzca un daño grave. Aún así, me molestó que aquel tipo usara esa cosa con mi Ra, él no es una mascota, ni mucho menos, un perro cualquiera.
Ay, de imaginar la reacción de Imri. Se habría enojado mucho.
—Oni— enuncia comiendo.
—¿Umh?— Ra y su lenguaje, a veces ni sé lo que quiere decir.
—Oni, mami— repite abriendo la boca para que le dé más helado.