Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 36: ¡No permitiré que María Teresa de Calcuta me gane!

—Claro, de los dos yo soy el malo de la relación, ¿no?— recuerdo nuestra penúltima discusión. Esta levantó los cimientos de lo que sería nuestra ruptura —No te entiendo, de verdad que no lo hago. ¡¿Por qué gastar tanta saliva en una amenaza que nunca cumplirás?!

—¡Estoy harta de ti!— sí que estaba furiosa —¿Sabes por qué no acabo con esto? ¿Quieres saber por qué nunca cumplo la promesa de no volver a verte? ¡Porque sin mí, no eres nadie y saber eso me da pena!

—Ay, por favor. Allá fuera hay miles de mujeres deseando tener aunque sea un poco de mi atención. Ni siquiera sé por qué alguien como yo pierde el tiempo con una desgracia como tú. El que no te conoce, te mira y dice: «Diablos, qué mujer que está más buena», pero claro, si las personas se detuvieran a mirar el interior, se horrorizarían al conocer a la maldita manipuladora que eres. Es más, ¡me atrevo a decir que eres una sociópata!

No sabes... ¡Lo mucho que te odio!— rechiné con lágrimas en los ojos —¡Tú nunca tendrás éxito!, esa suerte que cargas nunca te dejará ser feliz, yo fui la única que soporté tu vida de mierda. Disfruta, yo me marcho. A ver si encuentras a otra persona que te quiera, porque sorpresa, ¡nadie lo hace!

Si eso es lo que quieres, ¡lárgate ya! Yo soy demasiado para tan poco, ¡yo trasciendo la superficialidad humana!

—¡Estás loco!

—¡Gracias a Dios que no por ti!

—¡Ya quisieras tener a esta galaxia! ¡Dios creó el mundo como regalo para mí!

Sí, mejor omitir el resto de la discusión.

Lo relevante es que regresamos a la semana... Por algo dije que fue nuestra penúltima pelea.

—No sabes lo mucho que te agradezco— entra con su maleta y mochila al hombro —Nunca me había sentido tan desesperado.

—Te creo, por algo estás aquí— no puedo creer que lo dejara pasar. En todas las veces que imaginé este momento, siempre terminaba igual: conmigo cerrándole la puerta mientras me reía a carcajadas.

—Juro que solo serán unos po...— se detiene al ver a Ra; el pequeño desde que lo vio, se escondió detrás de mí —¿Y ese niño?— no bastan las palabras para describir la expresión de sorpresa que carga en su rostro.

—Amh...— pensándolo bien, ¿qué haré si de la nada a Ra se le ocurre transformarse? —Es mi hijo.

—¿Tú, qué?— parpadea un par de veces.

—Sí, así como lo oyes. ¿Tienes algún problema con eso?

—Tú, con un hijo— para alguien que me conoce desde hace tanto, esa afirmación lo dejó impactado —Espera un segundo— se acerca extrañado —¿Cuántos años tiene?

Ay, por favor. Que no me diga que está pensando que Ra es su hijo. No podía ser más gracioso.

—Cumplirá dos dentro de poco— cruzo los brazos —¿Por qué te importa? — oh, claro que sé la respuesta.

—¿Se puede saber quién es el padre? — arquea una ceja. No puede ser, sí está suponiendo que lo es —Porque a menos que me hayas puesto los cuernos, es imposible que este niño exista.

Repito: no puede ser.

¡Muero de risa!

—¿De verdad estás indignado?— más que eso, ¡herí su orgullo!

—¡Dios, mío!— se pone la mano en el pecho —¡Soy papá!— clama boquiabierto.

Al menos invalidó la idea de que le haya sido infiel, pero cielos, ¡¿es en serio?!

—Ah, sigues siendo un idiota— a juzgar por la cara de Ra, será mejor que se lo presente pronto. El niño es capaz de caerle encima al considerarlo una amenaza.

—¿Qué? Tiene mucho sentido, me aplicaste la de Telenovelas— asegura abriendo su mochila y buscando algo en ella —Como tú y yo terminamos; te embarazaste y al saber que me iba al extranjero, decidiste guardar el secreto hasta que llegara este día. ¡Con lo dramática que eres, te creo capaz de eso y más!

Menudo libreto se acaba de inventar, con razón es artista.

—No seas ridículo, ¡ni siquiera se parecen en nada!

—Mis genes son recesivos, querida.

—Vete— habla Ra de repente, él todavía permanece escondido detrás de mis piernas.

—Mi hijo no me quiere.

—¡Que no es tu hijo!— Imri me matará si se entera de que a Ra no solo le apareció mamá, sino un nuevo «papá».

—¿Quieres esto?— Fei saca una bolsa de papitas y se acerca a nosotros de cuclillas, todo esto para captar la atención del niño —¿Eh?— la sacude con una sonrisa.

—Papita— dice extendiendo los brazos, pero duda al instante. El niño me observa buscando aprobación —Mami, papita.

—Está bien, cógela— asiento a regañadientes.

Ra se aproxima tímido. Así que, con la misma timidez le arrebata el empaque y viene corriendo hacia mí. Aw, amo cuando corre; es tan gracioso y lindo, ¡es adorable! Aunque no lo es que se caiga.

—Amor, ¿cómo se dice?— tampoco quiero que ese cretino crea que mi niño es un maleducado.

—Ta' buena— responde comiendo después de que le ayudara a abrir la comida.

Fei termina de entrar; él dejando la maleta y mochila a un lado, se sienta en el sofá. —Al final tuviste razón— suspira desganado —Eché todo a perder. Mírame, estoy aquí después de decir que jamás volvería... soy patético.

Es probable que una parte de mí haya cambiado, no me siento bien con esto. Analizando la persona que fui, yo también tuve actitudes cuestionables. Me hubiera gustado no tener razón.

—¿Desde cuándo aceptas que tengo razón?— cuestiono en un vago intento de broma —Oye, no es como si tu vida se hubiera terminado. ¿Cuántas veces has escuchado sobre cantantes que se meten en cancelaciones y luego ya nadie se acuerda de eso?

—Sí, pero ellos ya tienen sus carreras consolidadas; yo soy un completo extraño — vuelve y suspira —Todavía tengo tiempo para dedicarme al modelaje, aunque bueno, sería lanzar todo mi talento por la borda. La música ha sido toda mi vida.

Eso sí es verdad, es como si hubiera nacido con una guitarra en las manos.

—Al menos tienes alternativas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.