Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 44: Familia

Imri.

Estaba tan enfocado en la reacción que tendría Lúa al respecto, que en ninguna posibilidad, imaginé que respondería tan bien a lo que hice.

Me arrepiento mucho de mis acciones, me arrepiento de haber abandonado a mi hijo cuando este ni siquiera podía rodarse por su cuenta. Tengo miedo de que en algún punto de lo que sea que tengamos, ella vaya a dudar de mí. Que suponga que en el peor momento, simplemente me vaya y no vuelva.

No lo haría, en verdad ni se me ocurriría. Prefiero morir a hacerlo de nuevo...

Demonios, maldito Onil. Cada que empiezo a caer un poco bien, viene él y menciona lo «altas» que son las probabilidades de que supuestamente huya.

Oh, y que esa vez le saque un ojo.

Ahg, mi hermano me odia. Nunca nos caímos bien, pero antes nuestra relación no estaba tan mal. Excepto la vez que se puso de envidioso porque embaracé a Eveling sin siquiera pensarlo, cuando él tenía un año entero intentándolo.

Casi dos para ser sincero.

—¿Te sientes mejor?— me pregunta Lúa mientras que tengo la cabeza apoyada en su regazo. Ella me lo ofreció para que de esta manera me tranquilizara. Dios, recordar esas cosas, me hizo sentir terrible; hacía tiempo que todas esas emociones no venían a mi cuerpo.

—Ump— ¿que si me siento mejor? Estoy de maravilla. Su calor, el aroma tan suave que desprende, cada instante de ella y de este momento... me dan ganas de quedarme por siempre. Lúa es la primera persona que siento que puedo decirle lo que sea sin temor a ser juzgado. —Sí, me siento mejor.

—Opino que tu familia ha sido muy dura contigo— suspira enterrando los dedos en mi cabello —Está bien, te fuiste por diez meses y heriste a tu hermano; fue muy malo, pero de todos modos regresaste y estás arrepentido. ¿Qué más quieren?

He dado lo mejor de mí desde que volví. Aun así, es como si no les importara.

Sí, traicioné la confianza de todos y atenté en contra de la autoridad del Alfa. No podía esperar a que me recibieran con aplausos, sin embargo, ya pasó demasiado tiempo.

—En la manada seguimos la filosofía del que comete un error, lo ha de cometer dos veces— suspiro desanimado —Es irónico, yo era partidario de ella hasta que metí la pata.

—Si es así, a mí me habrían echado desde hace mucho— me gusta el sonido de su risa, me hace pensar que todo va bien en mi vida —Soy una caja llena de líos.

—No se puede negar que eres una bomba— sonrío un poco. Recuerdo que navegando en Internet, vi uno de esos videos en el que activan una bomba que en su interior posee un sin número de brillitos. Así es Lúa, cuando estoy con ella siento que todo es más colorido. Tal vez sea la razón por la que la extrañe cuando no está —Eres de esas bombas que usan para hacerle bromas a la gente, que les llenan la cara de pintura cuando explotan— bromeo a risas.

Me encanta que podamos decir lo que verdaderamente creemos en nuestra cabeza, es tan genial.

—¡Oye!— duró mucho sin hacer una de las suyas. Me está jalando el cabello de un lado a otro —¡¿Cómo así?! ¡Te quitaré el celular!

—¿Para qué me lo diste si ibas a estar amenazándome con quitármelo?

—P-Pues...— desvía la vista a refunfuños —Desde que tienes esa cosa, no me prestas tanta atención como antes.

¿En serio?

—¿Estás celosa de un celular?— no puede ser.

—¡Sí, lo estoy!— admite con dureza —Ya mírate, comparándome con una bomba de pintura.

—Además— espero no ser malinterpretado —¿El motivo de tu regalo no fue para que nos mantuviéramos comunicados?— no me envió ni un mísero mensaje para saber cómo estaba... Cof, como estaba el niño, quiero decir —Dices que eres la mamá de Ra y ni siquiera llamas para preguntar si el pequeño se encontraba bien.

—¿Estás seguro de que lo dices por él?

¿Por quién más sería? ¿Qué está insinuando?

—Por supuesto, ¿o qué? ¿Llamarías para preguntar por Fei?— la mueca que hizo no tiene comparación.

—Ay, Imri. ¡Respétame!

—Qué desconsiderada— me volteo dándole la espalda —Y uno aquí preocupándose por ti.

—Aah, ¡lo siento!— tsh. Sí, claro —Todavía no me acostumbro a tener que mensajear cuando estoy fuera, perdóname si los preocupé. Prometo que llamaré la próxima vez, además de que preguntaré si Ra y tú están bien.

—Oh, se te agradecería mucho— soy sarcástico en responder.

—Pareciera que fuéramos novios de verdad— murmura de repente —Es como si nos hubiéramos acostumbrado a la idea de serlo, ¿no lo crees?

La idea de serlo, eh.

—Ya sabía yo que terminarías enamorándote de mí— digo sin más. Estábamos acostumbrados a bromear así.

Silencio.

Ella y yo nos quedamos en un silencio demasiado largo para mi gusto. Ninguno de los dos dice nada, estoy esperando su respuesta.

¿Y el comentario sarcástico?

—Lúa...

¿Por qué tengo miedo?

—¿Y qué? ¿Tú no estás enamorado de mí?— cuestiona chocante.

¿El cómo fue de qué?

—Amh...— las palabras de Fei se me vienen a la mente. No sé qué decir, ¿será una broma? ¿Debo responder sarcástico? Va y mi respuesta no es la conveniente. Puedo arruinarlo.

¿Por qué ahora?

—¡Oigan, melosos!— el hombre toca la puerta un par de veces. Me duele afirmar que ha sido mi salvación —Ha llegado la pizza y no tengo ni uno. Lúa, ¿en dónde guardas tu cartera?

—¡Ay, pero si pagué con tarjeta!— rechina. Yo me siento para que ella pueda levantarse y abrir la puerta —¿Qué es eso de «melosos»? No nos encerramos para nada de lo que piensas.

—No sabes lo que pensé— sonríe de oreja a oreja —Oye, ¿y en serio sigues usando la tarjeta de tu papá?

—Uy, ¿viniste a cuestionar mi vida o qué?

—No, no— niega rápido con la cabeza —Tú puedes hacer lo que quieras. Disculpa si te ofendí.

—Lo que haces para que te deje quedar— rueda los ojos saliendo —Imri, ¿vas a querer pizza?




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