Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 46: Nuestra relación no terminó bien, no aceptaré que otros pasen por lo mismo que yo

Capítulo 46: Nuestra relación no terminó bien, no aceptaré que otros pasen por lo mismo que yo

La noche luce bonita y a la vez calmada. Si estoy lo suficientemente concentrada, puedo percibir el ruido que hacen las hojas al moverse, además, escucho a los pequeños animales que cruzan cerca de donde caminamos Imri y yo.

En lo que seleccionaba un buen atuendo para ponerme, no me percaté de que el hombre había alistado una mochila para que comamos en el lugar a donde nos dirigimos. Quiero sorprenderme, así que por eso no le he pedido detalles acerca del sitio.

Como nunca había entrado al bosque a excepción de la vez que Ra se transformó por primera vez, opino que la experiencia es como una aventura. Hay tantas cosas que observar que me siento como Dora la Exploradora.

—Me avisas cuando te canses para llevarte en mi espalda— me indica Imri.

No tengo idea de qué camino estamos tomando, de lo que sí estoy segura es que llevamos alrededor de veinticinco minutos caminando, eso sin contar el trayecto de la casa hasta la entrada del bosque.

Para decir verdad, no sé si sea por la emoción, pero no me siento cansada. Lo único que quiero es que lleguemos para poder disfrutar de un buen momento a solas, espero que no suframos ningún tipo de interrupción, ya que como dijo Imri, los lobos han de haberse percatado de su presencia por estos alrededores.

—Ya tienes mucho con la mochila— sonrío observando a mi alrededor. Cerca de mí, veo como un voluminoso lagarto de color verdoso está escalando la cima del tronco de un árbol, no había visto una de esas cosas así de grandes.

Siendo sincera, el lugar en el que estamos es un poco atemorizante. Da miedo presenciar la manera en la que las ramas se mueven de un modo tal que dibujan extrañas figuras con su sombra.

«¡Cri, cri!»

Me abalancé a Imri en cuanto escuché el sonido que en ese momento se me hizo desconocido, lanzando un grito, abracé al hombre tan fuerte que de la impresión se le cayó la mochila al suelo.

—¡¿Qué es esa cosa?!— clamé con todas mis fuerzas. Un poco más y terminaba subiéndomele encima. —¡Imri!

—¡Tranquila, es solo un grillo!— aunque el susto se me pasara, me quiero quedar acurrucada en su torso calentito —Ay, Lúa. ¿En serio no reconoces su sonido?— ríe a carcajadas mientras me devuelve el abrazo —Estás jugando.

—Disculpa por ser una mujer de ciudad— me separo un poco con una sonrisa —Además, ¡¿qué querías que hiciera?! Parece que los grillos están programados para sonar de repente y sin ningún tipo de introducción. De la nada hacen su «cri, cri». Me los imagino riéndose a más no poder.

—Qué bueno que Ra no está por aquí, el miedo que les tiene no es para nada normal— reanuda su paso con el brazo alrededor de mis hombros —Gracias al cielo que, con el tiempo, se le ha quitado aunque sea un poco su intranquilidad cuando los escucha.

—Ow, mi lobito lindo.

La vida me ha demostrado que mientras menos sabemos, más tememos. Por tal razón es que cuando somos niños, nos da miedo las cosas más insignificantes; nuestra imaginación crea un número infinito de posibilidades para que al final resulte que lo que menos pensamos, era lo que en realidad pasaba.

Imri y yo seguimos caminando entre los árboles y la maleza de la hierba, verlo tan normal me hace preguntar si es que la dura sensación de la tierra no le molesta en los dedos de los pies. Tanto el hombre como los demás, no son amigos de los zapatos. Él suele usarlos cuando salimos a un lugar público y nada más de ahí. Inclusive, una vez entró corriendo al apartamento y lanzó los tenis que tenía a varios metros de su vista.

Viéndolo bien, es normal. Ellos están acostumbrados a andar muy felizmente por la pradera, no utilizan zapatos ni mucho menos ropa, así que les debe resultar incómodo el tener que ponérselos cuando salen de su monte.

—Espera aquí— señala adelantándose. Él se acerca a un arbusto y para mi sorpresa, lo quitó de lo que parecía la abertura de una pequeña cueva —Tú que insististe tanto para que viniéramos, imagino que no tendrás objeciones para que entremos por aquí, ¿verdad?

¿Cómo fue?

—¿No hay otro camino?— no me cambié tan despampanante para acabar entrando en una madriguera.

—Para ir al sitio que quiero, no— niega con la cabeza —Es secreto. Bueno, no tan secreto. A lo que quiero llegar, es que es la única entrada que conozco.

—Ay.

—¿Te estás arrepintiendo de escoger una cita al estilo lobuno?— uy, esa sonrisita victoriosa con la que me mira.

No te voy a dar la razón, Imri.

—Si quieres que tu novia se ensucie, como quieras— me encojo de hombros resignada.

—Tampoco lo digas así, la situación está fuera de mis manos— lo aceptaré solamente porque se ve apenado. Quien sabe si del otro lado está el país de las maravillas.

Echando un muy largo suspiro, me puse en cuatro patas y me adentré por la cueva que parecía de todo menos acogedora. —¿Te quedarás allí?— pregunto mirando hacia atrás.

Lo que uno hace por amor.

Y sobre Imri, el pobre seguro supone que lo arruinó.

Ya cuando estaba adelantada fue que pensé que debí esperar a que él entrara primero que yo para que me sirviera de guía. Me introduje a este extraño pasadizo para que Imri no se sintiera mal, después de todo, yo fui la que insistió para que viniéramos; es mi karma por ser tan selectiva con la ropa. Tsh, a la próxima me pongo algo más sencillo.

Mis arrepentimientos se disiparon en el momento en que salí a sacudidos. Con la quijada cayendo al suelo y los ojos enormes, admiré el lugar al que me había traído mi novio de verdad.

Es como si el sitio no perteneciera al bosque. Parece que el lago es mucho más grande de lo que creí, nosotros estamos en una de las orillas del mismo y es fabuloso como se contemplan luciérnagas en todo su alrededor, también, por cosa del tiempo mismo, el cielo está extremadamente despejado, lo que permite una hermosa vista a las estrellas. Mi nombre adquiere más sentido en una noche como esta, cada día me enamoro más de él y de poder tener la dicha de estar aquí.




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