Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 50: Hay un niño por ahí que tiene los juegos muy pesados

Es difícil confiar en alguien que te mintió de la manera más fea, más si esa persona se trató de tu primer amor.

Hay muchas personas que no saben distinguir entre amor y romance, en mi caso, he tenido más de lo último que del primero. Detesto admitirlo, pero en su momento quise demasiado a Fei; creo que por eso y después de que termináramos, no volví a interesarme por alguien más con la misma intensidad que lo hice con él.

Y no, con esto no digo que no quiera a Imri, sino que con aquella experiencia, aprendí a controlar mis llamas.

El amor... es peligroso, ni se diga de cuando este es engañoso.

No puedes argumentar que fuiste sincero con aquella persona que te brindó su corazón, cuando mentiste en la cosa más infravalorada del mundo: tu nombre.

Porque, ¿qué son los nombres?

No, la definición de «es una denominación que se le da a algo para identificarlo», no cabe en mi pregunta. Va más allá.

El nombre es lo primero que conoces de una persona. Puede tener connotaciones religiosas, artísticas, sentimentales, e incluso, caprichosas. Tus padres eligieron tu nombre, tal vez tus abuelos o quien sabe, la madrina de la amiga de tu mamá, el punto es que puedes saber algo de la vida de alguien, a partir de su nombre.

Si es un nombre raro, como no sé, ¿Rasputia? Ahí puede iniciar una conversación sobre por qué sus papás le hicieron tal daño, con base en ello, empezarías a saber de esa persona hasta el punto en que, sin darte cuenta, ella se convertirá en tu mejor amiga o futura pareja.

Para mí, los nombres son demasiado importantes; por ello, si estuviera en el lugar de Cristal, le pagaría el viaje a Rábano directo al infierno.

—Im. ¿Solo te pusieron tu nombre porque se parecía al de Emre?— le pregunto mientras que caminamos con dirección a casa. Bueno, el que está caminando es él, yo estoy subida en su espalda y se siente muy bien. Me encanta frotar las manos en esos hombros anchos y fuertes, uys.

—Tal vez pensarás que no fueron originales conmigo— es cierto, sí lo hice —Sin embargo, me gusta que mi nombre se parezca al de papá.

—Tú eres el único que tiene un nombre similar.

—No, Rem también lo tiene. Su nombre se sacó a partir del de Emre.

Emre.

M-r-e

Poniendo la eme al final...

Oh, entonces no es tan especial.

—Sí, pero el origen del nombre de tu hermano, no se nota tanto.

—Ni hablar de Aria, una de mis hermanas. Simplemente, acortaron la mitad del de Ariangely.

— Vaya— me pregunto qué determina el nombre en los lobos, ¿acaso los ponen sin ningún significado oculto? —Y oye, ¿de dónde sacaste el nombre de Ra?

—Eveling y yo llevábamos meses buscando un nombre corto y bonito a la vez. No fue hasta que encontramos un libro de mitología humana, cuando nos topamos con el nombre del dios del sol. Desde que supimos que tendríamos a Ra, sentimos que él vendría a iluminar nuestras vidas más de lo que estaba, así que por eso lo elegimos. Es nuestro sol.

No podía ser más bonito.

Me dan ganas de... de...

—¿Eh? ¿Qué sucede?— se detiene al darse cuenta del sonido que estoy haciendo por la nariz —Ay, Lúa.

—Tú ahí de tan buen papá— gimoteo abrazándolo más —¡Me da tanta emoción!

—Eres un caso— niega con la cabeza reanudando su paso —¿Qué? ¿Lo que pasó te puso más sensible?

—De que fue medio chocante, lo fue— suspiro recordando cómo Emre amenazó a ese tipo, hasta yo sentí miedo —Entonces tu papá asesinó al anterior Alfa de esa manada, con razón tu hermano nos aconsejó no salir solos de su territorio.

—Es una larga historia— comenta desanimado —Ese suceso es bastante difícil de recordar.

—Mi suegris: un asesino.

—Que lo digas así, suena feo. Digamos que él sencillamente protegió lo suyo en todos los sentidos.

—Ahora tengo curiosidad— palmeo sus hombros llevando un ritmo en mi mente —¿Tú también matarías a alguien con tal de proteger algo?

—Si es algo que quiero, sí.

—Existen muchos significados para esa palabra.

—De acuerdo, cambio lo dicho. Si estamos hablando de alguien a quien aprecio mucho, entonces sí.

—¡Na', no matarías ni a una mosca!— es imposible que le haga daño a alguien.

—No quisiera verme en esa situación.

No me dio la razón.

Ay, Imri.

—No tienes por qué verte.

Durante el trayecto del camino, me mantuve pensando en muchas cosas.

En los problemas que azotan a la manada de Imri, en la actitud de los Alfas, en cómo estará mi bebé después de dejarlo con esa loca y ese desquiciado...

En muchas cosas.

Mi cita con el hombre estuvo bien. Aunque él quisiera una cita de humanos, me gustó estar al aire libre; la vista era demasiado bella como para gastar el tiempo en uno de esos lugares en los que hasta el pan cuesta medio riñón.

—Oye— nos estamos acercando a las afueras del bosque, a unos metros consigo ver los edificios y luces de la ciudad. Para hablarle, acerqué un poco mis labios en su oreja. Es la mejor manera de hacer que la voz se escuche más seductora —¿Cómo será lo nuestro? ¿Algo planeado o espontáneo?

—¿De qué hablas?— cruza las vallas para pasar al otro lado.

—¿Cómo que de qué?— dibujo una de mis sonrisitas —Tú también lo estás deseando, no te hagas.

—Oh— ya entendió —¿Apenas llevamos unas horas y ya quieres que te pida matrimonio?

¿El qué?

—¿De qué estás hablando?

Me refiero a que proclame lo que es suyo, que me arranque la ropa, me tire en la cama y me bese apasionadamente; que pronuncie mi voz sin cesar una y otra vez.

—¿No estás preguntando si quiero que lo nuestro sea espontáneo o planeado? Pensé que te referías a una propuesta.

—También dije que era algo que deseabas, ¿o qué? ¿Deseas casarte conmigo?

—Ay, Lúa. Tenías que elegir un lugar más adecuado para hacer ese tipo de preguntas. ¿Con un ramo de flores, quizá? Preferiblemente, que sean rojas; me gustan las flores rojas.




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