Soy una persona testaruda, lo admito; tengo serios problemas para acatar las advertencias que en primer lugar nunca veo necesarias. Voy por el mundo ignorando las cosas que no debo, y por eso, suelo meterme en problemas que yo misma busco.
Ah, pero hay que verle el lado bueno al asunto, ¡estoy empezando a reconocer cuando me equivoco! Si fuera la Lúa del pasado, habría culpado al niño de haber estado en el sitio incorrecto y en el momento menos preciso.
Pero, como ahora soy una mejor versión de mí, tengo que afrontar estos asuntos con suma responsabilidad y claro, humildad.
—¡Maami!— el niño no para de llorar a la vez que agita su brazo enrojecido y bueno, marcado; al igual que yo, su madre no entiende lo que está pasando, pero sí comprende que mi bebé tiene algo que ver en el asunto.
—Ra— le llamo cargándolo en mi cintura. Él no tiene ninguna expresión sospechosa en el rostro, solo está ahí, mirando de mí al pequeño con una increíble neutralidad. Aunque, teniéndolo tan cerca, puedo percibir una ligera elevación en sus labios...
No puede ser, tiene los colmillos afilados.
—Helado— señala un carrito cerca de nosotros —Mami, helado.
No puede ser al doble, ni siquiera le importa lo que ocurre.
Digo, es un niño de casi dos años, es mucho pedir que le interese lo que acaba de hacer o que sienta un poquito de culpa. ¡Mi cachorrito es un niño malo! No malo, sino travieso y mordelón, ¡Imri tenía razón!
Ash, detesto cuando la tiene.
—¡¿Qué rayos le pasa a tu hijo?!— grita ella, mientras que sus amigas me observan con ojos juzgones. Está más que enojada, ¿y cómo no? Yo también me molestaría si un niño casi le arranca el brazo a mi Ra.
Sí, exageraría de esa forma si las cosas hubieran sucedido de manera contraria.
—Lamento mucho lo que pasó— me disculpo como la madre responsable que soy —En verdad lo siento.
—¡Mira como le dejó una marca!— me enseña la cicatriz adyacente en el brazo de la criatura y guao, no se le desaparecerá por al menos tres días —¡¿Acaso tienes la más mínima idea de lo que tu hijo le hizo al mío?! ¡¿Eh?!
Por algo me estoy disculpando.
—Es normal que estés enojada; entiendo eso— tampoco voy a aceptar que me grite, ¿quién cree que soy? No fui yo la que mordió a su hijo —No obstante, lo que tiene el niño es una herida accidental que no amerita tanto escándalo, sí, fue malo lo que pasó, pero recuerde que mi hijo apenas tiene un año y estamos tratando de lidiar con su mal hábito de la mejor manera posible.
—¿Accidental?— levanta la ceja y a través del rabillo del ojo, percibo como las demás hacen lo mismo —Si piensas que lo que hizo tu pequeño...— lo piensa dos veces antes de culminar la frase —Fue accidental. Tengo una idea de cómo estás «lidiando» con su mal hábito.
—¿Disculpa?— tranquilízate, Lúa —Ni siquiera nos conoces para hacerte ideas de cómo somos. Repito, lamento mucho lo que sucedió, pero no voy a permitir que nos estés gritando de esa manera.
Como la opción más indicada era que nos marchemos del sitio, di media vuelta dispuesta a terminar la conversación de una buena vez por todas. Ya cuando estaba a unos cuantos centímetros lejos, me detuvo el escuchar lo siguiente:
«Como detesto a las tipas que apoyan lo que hacen sus pequeñas bestias».
Ra no debió morder a ese niño, yo me descuidé y lo acepto.
¡Pero!
—¡¿Cuál es tu maldito problema?!— le grito devolviéndome —¡¿Te gustaría que vaya por ahí diciendo que tu hijo es una bestia?!— todas las presentes se quedaron boquiabiertas —¡Por más que mi hijo haya mordido al tuyo, eso no te da el derecho de llamarlo así!
—Ya veo a quien salió el niño— masculla con el ceño fruncido —¡Si no quieres que la gente se refiera a tu hijo como una bestia, entonces deja de excusar su comportamiento con que es un mocoso de un año, y ponte las pilas en adoctrinarlo!
Hay un detalle que pasé por alto antes de dar media vuelta y contestarle a esa zorra; ignoré que tenía a Ra en brazos. Así que, en cuanto el intercambio de gritos se hizo presente, los oídos sensibles del bebé no lo soportaron más.
Sus repentinos sollozos detuvieron nuestra discusión, él empezó a llorar con las manos en las orejas y con un poco de sobresalto en sus ojos. Al darse cuenta de que me percaté de su incomodidad, se refugió rápidamente en mis brazos.
Comparándome con Imri, quien cambia completamente su actitud cuando se trata de Ra, yo permanezco igual. Pienso demasiado en mí, antes que en lo demás, aun si eso involucra al niño que considero mío.
—Vámonos a casa— para tranquilizarlo, le brindé una sonrisa en lo que me marchaba del lugar. A la vez que caminaba, le acariciaba el cabello al mismo tiempo que su cabeza reposaba en mi hombro. Lo que inició por mi deseo de compartir con otras mamás, terminó en un horrible momento para ambos.
Estaba tan desanimada que entré a mi apartamento cabizbaja, desde lejos se podía escuchar el sonido de mis pies arrastrándose por el suelo.
Mi único deseo es tirarme a la cama y quedarme allí hasta olvidar lo que sucedió en el parque. ¡No podré volver allá por al menos tres años!
—¿Pasó algo?— dice Imri al verme entrar al cuarto. No supuse que lo vería, creí que pasaría el resto de la tarde con Lala.
Aich, no tengo tiempo para contar bien cómo sucedieron los hechos.
—¡Papa!— el niño extiende los brazos con dirección al hombre. Este se levanta enseguida tomándolo en brazos.
—No sirvo para esto— caigo de espaldas en la cama —No merezco el premio que planeabas darme.
—¿De qué hablas? ¿Qué premio?— se me escapó lo último.
—¡No soy la mejor mamá del mundo!
—¿Eh?
—Te falta mucho contexto— me siento cubriéndome la cara —¡Es que...! ¡Es que...!— ¡No sé cómo iniciar! —¡¿Por qué soy tan testaruda?! ¡Fui irresponsable! No bien me distraje cuando Ra mordió a un niño y...