Soy la mate del alfa

Cap 2

Capítulo 2

 

Al bajar del avión él señor Edward Miller y yo fuimos a la bandeja de equipaje para buscar nuestras maletas. La conferencia era mañana, pero llegamos un día antes para asistir "frescos como una lechuga" al evento.
Sin duda alguna tengo la peor de las suertes –me digo a mí misma luego de que chequear en mi celular que han pasado 25 minutos desde que el señor Miller se fue a conseguir un coche para irnos al hotel y de mi maleta no se ven ni las luces.


«¿Será que alguien se la llevó pensando que era la suya?  No, eso es imposible» –Pienso al recordar que le amarré una bufanda turquesa con lunares amarillos.


«¿Y si se perdió o peor me la robaron? –ante esa idea me invadió el pánico, ¿Qué sería de mí sin mis cosas? ¿Qué ropa usaría? ¿Cómo le explicaba a Luis que había perdido su primera edición de Orgullo y Prejuicio?». Cuando creí que todo estaba perdido divise mi maleta entre el equipaje del vuelo que acababa de arribar.


–¡Gracias a Dios! –exclame en español. Me apresure a tomarla pero antes de que pudiese alcanzarla una mano masculina la agarró.


Mis ojos rápidamente localizaron al dueño y me quedé embobada viendo unos penetrantes y hermosos ojos azules. Eran sumamente preciosos; azul pastel en el área periférica, azul cielo en el medio y cerca de la pupila un azul parecido al océano pacífico. Pero sin duda alguna lo que más me cautivo de ellos no fue su exótico color sino lo expresivos que eran; sentía que con solo mirarlos podía leer, como si de un libro abierto se tratase, todos los pensamientos de su dueño.


No sé cuánto tiempo estuve perdida en esos ojos, lo que sí sé es que de no ser por la vibración de mi celular me hubiese quedado contemplando ese mar azul hasta que me develara todos sus secretos.

Edward Miller: ¿Todo bien, criatura?


Yo: Sí.
Yo: Solo no conseguía mi maleta.
Yo: Ahorita voy para allá..


Edward Miller: Ok. Ya tengo transporte y te llevarás una sorpresa al ver el chofer.

No me imaginaba quién podría ser, porque la única persona que conozco que vive aquí es Daniela y  ella no puede ser porque a esta hora debe estar en el bufete de abogados donde trabaja.


En lo que levante mi vista del celular me asuste al darme cuenta que el hombre de los ojos bonitos seguía viéndome con esa mezcla de ira, melancolía, confusión, felicidad y odio.


«¿Se le habrá perdido una igualita a mí? O ¿Le recordare a un amor del pasado?» –me pregunté y no entiendo por qué me hizo ilusión que un hombre como él se haya enamorado de alguien parecido a mí.


«Él aún tiene mi maleta» –me recuerdo al notar la manera en que abraza mi equipaje, con sus fuertes y musculosos brazos.


–Señor, está es mi maleta –dije con amabilidad y el extraño lo que hizo fue aferrarse con más ahínco a ella, como si la estuviese usando como apoyo o para controlarse.


«Tal vez no habla español» –pensé.


–Do you speak English? {Usted habla inglés} –pregunte y él solo se limitó a asentir. –Mr this is my suitcase {está es mi maleta} –para que me entendiera mejor la toqué y  accidentalmente roce su brazo.


«¿Qué fue eso?» –me pregunté después que retiré mi mano rápidamente.


Cualquiera diría que la electricidad que recorrió cada célula de mi cuerpo, cuando nuestras pieles estuvieron en contacto, fue producto de la estática pero a mi parecer fue a causa de otra cosa, inexplicable para mí.


Él al ver la expresión de confusión en mi rostro esbozó una sonrisa de boca cerrada y acercó su rostro, peligrosamente al mío. Una persona sensata se habría alejado, lo habría empujado o sencillamente habría pedido ayuda, sin embargo, yo no hice ninguna de las tres cosas, solo me  quede completamente paralizada mientras él olfateaba mi cara, mi cabello y cuello.


–Mainer {mía =en alemán} –susurró detrás del lóbulo de mi oído y un escalofrío surcó mi cuerpo al escuchar su ronca y potente voz. Luego se posicionó a centímetros de mis labios y por el cosquilleo que su respiración provocaba cerré los ojos para disfrutar a plenitud de la extraña y agradable sensación de tenerlo tan cerca.
No fue hasta que escuché el sonido de su risa que la burbuja en la que me encontraba estalló y mi cerebro analizó lo que acaba de pasar. Rápidamente abrí mis ojos y sentí mis mejillas arder por la vergüenza.


«¿Por qué cerré los ojos? ¿Acaso estoy loca? Esté tipo va a pensar que soy una cualquiera» –me cuestiono mentalmente.


–Sorry, my moon  –dice él en lo que deja mi equipaje en el suelo.


Lo más lógico hubiese sido que le respondiera algo, le diera las gracias o le preguntara que era eso de “mi luna”, pero mi cerebro solo alcanzó a darle la orden a mis brazos de agarrar la maleta y a mis piernas de salir lo más posible de allí.


«Él no me está observando, debo de estar alucinando» –Intente convencerme para dejar de caminar encorvada y con el trasero apretado; manía que solía hacer cuando estaba nerviosa. Pero no podía evitar estarlo, durante  todo el trayecto hasta la salida sentí su penetrante mirada en mi espalda, y tuve miedo de verificar si estaba en lo cierto o me equivocaba.


En lo que puse un pie fuera del aeropuerto solté todo el aire que no sabía que estaba reteniendo y me dispuse a llamar al señor Miller para que me dijera dónde estaba, pero antes de poder hacerlo dejé caer mi celular al sentir que me abrazaban por detrás.


–¡AH!  –Grité y los brazos me soltaron –Eres tú –digo con alivio al comprobar que era el hijo menor del señor Miller.


–¿Esperabas que fuera alguien más? –preguntó en un tono de voz que denotaba enojo.


«Sí, por alguna extraña razón esperaba que fuera el hombre de ojos azules. Y todavía no sé si sentirme feliz o decepcionada de que seas tú» –Respondí en mi cabeza porque sabía que no podía decir eso en voz alta sin que pensara que estoy loca.




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