Capítulo 8
.*Anna*.
Después de salir de esa habitación me percaté que ese imbécil se hospedaba en el mismo hotel que yo y para ironías de la vida su suite estaba al frente de la mía.
Introduje la tarjeta en la cerradura de mi habitación, pero no quise entrar. Aun me sentía aturdida con todo lo que había sucedido y encerrarme entre cuatro paredes solo empeoraría mi estado, así que decidí ir a tomar aire fresco.
Sin importarme en lo más mínimo mi vestimenta o las miradas indiscretas de los otros huéspedes fui a la piscina del hotel que quedaba en la azotea. Para mi suerte estaba completamente desierta y la magnífica vista del atardecer logra distraerme un poco de todo lo que estaba en mi mente.
Mi celular vibra en la cartera (que no sé cómo no perdí anoche) y me dispongo a revisarlo. Tenía varios mensajes y llamadas perdidas de Daniela, el señor Miller y Luis.
De: Dani:
Para: Anna
¿Dónde estás? Hay que irnos.
¡Ana Gertrudis, responde!
¿Te paso algo?
Me estás asustando ¿En qué parte estás?
¡Contesta el puto teléfono!
*Nota de voz de Dani:
''Pri, Tavo me dijo que lo dejaste solo y te fuiste con un tipo. ¿Quién es? ¿Es el mismo con quién estabas bailando tan acaloradamente? Recuerda que aún eres virgen y no quiero que cometas una tontería y te arrepientas luego...
«Ya es muy tarde para tú consejo» –pensé con melancolía.
''Aunque si ya no tienes ese complejo de santa y en verdad quieres dejarte llevar por el momento me parece genial, no hay nada como perder la virginidad con una borrachera –empezó a reírse como loca –sólo asegurarte de usar protección".
«Eso era lo primero que debí haberle preguntado» –me reprendí a mí misma. –«Así como él estuvo conmigo, sin siquiera conocerme, podría haber estado con un batallón de mujeres».
No me interesaba la cantidad de polvos que había tenido a lo largo de su vida, me preocupaba que en uno de esos haya contraído una ITS (Infección de Transmisión Sexual) como VPH, VIH, gonorrea u cualquier otra.
''Espero que disfrutes tu primera vez y luego me cuentas los detalles sucios” –lo último que oí fue su estruendosa risa.
De: Edward Miller
Para: Anna
¿Criatura, Dónde estás? Ya la conferencia inicio.
¿Estás indispuesta?
Luis ya me lo dijo todo, así que hablaremos más tarde.
«¿Qué le habrá dicho Luis a su padre?» –me pregunte –«Espero encontrar la respuesta en sus mensajes» –Dije al abrir el chat.
No tenía pensado leer sus mensajes, porque no quería encontrar algo que me hiciera más daño, pero dada las circunstancias debo hacerlo.
De: Luis:
Para: Anna
Por favor, escúchame.
Te juro que no es lo piensas.
No acompañes a Daniela a ningún lado antes de que te explique todo.
Por favor, no vayas a dejarme.
*Nota de voz de Luis:
''Ana.te...ne..mooopss..qui..Hablar...''
«Al menos no fui la única que perdió los estribos y se emborrachó anoche» –pienso.
''Miii.nin...pulga.permite..decirt..e que.... –Su voz sonaba entrecortada a causa de los sollozos que se escapaban de su garganta –que la mujer que amo eres tú, por favor no me abandones''.
No podía dar crédito a lo que acababa de oír por lo que reproduje la nota de voz varias veces.
–La mujer que quiere y no puede tener soy yo –pronuncio en voz alta para que mi cerebro lo termine de procesar.
Darme cuenta de esto en vez de alegrarme aumentó el sentimiento de culpa que me carcome por dentro. No solo era una zorra que se acostaba con el primero que se le cruzaba, sino que también era una borracha y una maldita por dañar y engañar al amor de mi vida.
.*Técnicamente no lo engañaste, ustedes no eran nada*. –Habló una dulce voz femenina en mi cabeza.
Negué varias veces con la cabeza para alejar las alucinaciones. Ya eso era lo que me faltaba ser, una loca maniática.
–Si le hubiese dejado que me explicarse, todo hubiese sido tan diferente –me lamento. –No cabe la menor duda que soy un perra –mis lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas y me dejé caer de rodillas al suelo.
De repente unos fuertes brazos me rodearon los hombros y al identificar a su dueño el sentimiento de culpa me abrumó más.
–Vete, por favor –fue lo único que pude decir. Me sentía terriblemente mal, porque mientras él estaba sufriendo por mi culpa yo estaba acostándome con otro.
–No pienso dejarte en este estado, pulga –la preocupación en su voz era palpable- ¿Dónde estuviste? ¿Por qué llevas ropa de hombre?
No respondí ninguna de sus preguntas, sólo hundí mi cara en su pecho y él me abrazó fuertemente.
–Perdón, perdón, perdón –decía una y otra vez en medio del llanto.
–No tengo nada que perdonarte, no es tu culpa que yo haya decidido ocultar mis sentimientos –Luis tomó mi cara entre sus manos y con sus dedos pulgares limpió mis lágrimas. –Tú debes perdonarme a mí por no decirte la verdad desde el principio.
–No digas más, por favor –mis ojos se inundaron de agua nuevamente.
Había deseado tanto este momento y ahora que había llegado me sentía horrible.
–¿Por qué me pides eso? Ya es hora de que sepas cuanto te amo –mi llanto aumentó, porque ahora que era la dueña de su amor ya no era digna de él o tal vez nunca lo fui.
–La vida es tan injusta, yo ya no te merezco, soy una zorra mentirosa –susurré antes de contarle todo; desde el amor que siempre he sentido por él, hasta la noche que pasé con ese tal Adolfo.
–Mi padre tenía razón –abracé mis rodillas –nunca debí haber nacido, porque la desgracia me acompaña donde vaya.
En ese preciso instante me acordé del día en que mi vida se vino en picada.