Capítulo 13
.*Anna*
Después de despertar al lado de un sexy Luis sin camisa y recriminarme mentalmente por lo que le hice anoche tomé mi celular. Tenía varios mensajes de mi prima; reclamándome por haberme ido sin despedirme. Pero el mensaje que llamó mi atención fue el señor Miller.
Edward Miller:
Criatura, debes regresar al país ahora mismo, algo muy malo le pasó a tu abuelo y eres la única que puedes salvarlo.
En lo que terminé de leer su mensaje trate de comunicarme con él de todas las maneras posibles; mensajes, llamadas, correos, señales de humo, pero no obtener señales de vida desperté a Luis para que regresáramos a casa inmediatamente.
Ambos hicimos las maletas, nos bañamos (cada quien por su lado), nos vestimos, fuimos al aeropuerto y tomamos el primer vuelo de regreso.
Al bajar del avión, eran las 6 de la tarde, y los primero que hicimos fue ir directamente a la casa de los Miller. El clima de la ciudad estaba sombrío y húmedo, anunciaba a gritos que una gran tormenta que se avecinaba.
«Mal augurio» —pensé al adentrarme en la casa seguida de Luis. No era un chica supersticiosa pero la situación no pintaba nada bueno.
—Señor Miller —me arroje a sus brazos —¿Qué le pasó a mi abuelo? ¿Dónde está mi abuela? —pregunte sin siquiera saludar. Sentía demasiada ansiedad como para acatar las normas de cortesía.
—Tu abuelo fue encarcelado.
Eso no podía ser posible. Mi abuelo era un hombre honrado. Un hombre de principios intachables.
—Eso...eso es...imposible —mis piernas se debilitaron y si no fuera por Luis, que me sostuvo desde atrás, estuviera en estos momentos en el suelo.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿De qué se le acusa?—logré pronunciar después de unos minutos de conmoción total.
Antes de que el señor Miller pudiese responderme unos hombres como de dos metros, vestidos como los “Hombres de Negro”, lo tomaron a él y a Luis por los brazos, los arrastraron hasta unas camionetas negras y se los llevaron en contra de su voluntad.
Todo ocurrió tan deprisa que no me dio tiempo de reaccionar, salir corriendo a pedir ayuda, ya que uno de ellos me agarró del brazo y dijo:
—Señorita, si quiere respuestas vaya hablar con el amo.
—¿Quién es el amo? —pregunté muerta de miedo por lo que pudiese hacerme este hombre con apariencia de asesino serial.
—Él la está esperando en su coche —señaló un carro negro, estacionado unos metros lejos de la casa de los Miller.
No sé si es por los nervios, la conmoción o el miedo que sentía pero tenía un mal presentimiento de todo esto.
Camine lentamente hacia el BMW I8 de vidrios ahumados con el corazón latiendo a mil por hora. No sabía quién era ese tal “amo” y mucho menos lo que quería de mí. Pero necesitaba obtener respuestas.
«Todo estará bien, ten fe» —me di ánimos a mí misma cuando la puerta la puerta del copiloto se abrió y pude ver la silueta del piloto.
Mentiría si no admitiera que estaba aterrada, este hombre podía ser un psicópata, un asesino en serie y yo podría ser su próxima víctima.
Porque nadie podía asegurarme que él no me clavaría un cuchillo en el abdomen, sacaría las tripas junto con el útero para luego abandonar mi cuerpo inerte en un callejón, así como lo hacía Jack el Destripador.
—Me dijeron que... —no me dejó hablar, solo señaló el asiento e imagine que quería que entrase al vehículo.
Juntando todo el valor que tenía me subí en el auto, en busca de las respuestas que tanto deseaba. El hombre ni se inmutó ante mi presencia solo encendió el motor y nos pusimos en marcha.
Era la primera vez que me montaba en un auto como este, pero por el miedo que tenía no me fije en nada. Solo en que el conductor era un hombre joven y muy apuesto. Llevaba puesta una gorra negra, un jean oscuro, una camisa ceñida, a su trabajado cuerpo, de color gris y unos lentes Ray Ban.
«¿Cómo hace para ver el camino con esos lentes?» —me pregunté cuando note que el sol se había ocultado en el horizonte y la luna brillaba en el cielo, detrás de unas nubes de lluvia.
— ¿A dónde me llevas? —pregunte sin titubear, a pesar de que estaba a nada de orinarme los pantalones, en cuanto note que nos dirigíamos a las afueras de la ciudad.
Él no respondió a mi pregunta y decidí que me iba a lazar del auto. Prefería mil veces morir por mi propia mano a que otro me torturase, violase e hiciese lo que se le diera la gana conmigo. Pero en lo que estaba decidida a arrojarme del auto algo en él me pareció conocido.
—¿Te conozco de alguna parte? —la única respuesta o más bien reacción que tuve fue que él apretó el volante con fuerza.
«Esto no me huele bien» —intente abrir la puerta, porque el pánico se estaba apoderando de mí, pero ésta no cedió y un escalofrío viajo por todo mi sistema nervioso, estaba atrapada.
Rodamos como 15 minutos más, en completo silencio, y cuando llegamos al bosque detuvo el vehículo, se bajó y me abrió la puerta.
—Quieres respuestas, sígueme —al oír su ronca voz mi cuerpo se estremeció.
Mi cerebro me gritaba que debía salir corriendo de allí, que ese hombre era peligroso. Pero algo me impulsaba a seguirlo al interior del bosque, a pesar de saber que probablemente me convertiría en una mujer muerta.
«Definitivamente debo estar mal de la cabeza» —me digo a mí misma mientras camino detrás de él. Solo alguien con serios problemas mentales se adentraría con un completo extraño a un solo, oscuro y peligroso bosque bajo la luz de la luna.
—Que pena que algunos hombres no conozcan el significado de la palabra caballerosidad —exclamo cuando vuelvo a caer al suelo.