Capítulo 14
.*Anna*.
Oscuridad, ojos dorados, colmillos, dolor, sangre y a luna llena en medio de un aro de nubes grises. Esa fue la secuencia de imágenes que me obligó a abrir los ojos por la horrible sensación de ahogo que me provocó.
«¿Dónde está? ¿Dónde estoy?» —me pregunte en lo que me senté en la cama; mi corazón latía demasiado rápido, mi sudor era frío y mi respiración era tan superficial que denotaba cuan asustada estaba.
—Estoy en casa —susurré en lo que repare que me encontraba en mi aburrida habitación —Fue solo un mal sueño —me dije a mí misma y una ola de alivio me inundo.
*'No lo fue'* —dijo una voz masculina y la misma secuencia de imágenes; ojos dorados, colmillos, dolor, sangre y la luna llena en medio de un aro de nubes grises, se reprodujo en mi mente.
Mis vellos se pusieron de punta e instintivamente me llevé las manos al cuello y mis dedos palparon dos pequeñas protuberancias que confirmaban lo que esa voz había dicho.
Rápidamente me incorporé de la cama y comencé a buscar cualquier señal de que él estuviese aquí, pero estaba completamente sola. Me acerqué lentamente al espejo, con el corazón latiendo a todo galope, y examine mi cuello.
—¿Qué es esto? ¿Un tatuaje? —me pregunté en lo que vi las dos pequeñas y estilizadas letras en color dorado —A, V —dije al pasar el dedo por ellas y un estremecimiento me recorrió completamente. —Adolfo Vuković —susurré al deducir que eran sus iniciales. —Mi pesadilla fue real —las lágrimas inundaron mis ojos porque si lo de anoche fue real mi abuelo, Luis y el señor Miller seguían en las manos de esa bestia.
*'Recuerda que tienes hasta las seis para tomar una decisión'* —volví a oír la misma voz.
—¿Quién anda ahí? ¿Te mandaron a vigilarme? —pregunté en voz alta, pero no obtuve respuesta. —¡DILE A ESE MALDITO QUE ME DEJE EN PAZ!
En otras circunstancias hubiese pensado que estaba perdiendo la razón al hablar sola pero con lo que he vivido en las últimas horas sé que probablemente ese monstruo que vi anoche esté aquí.
—Anna, hija —la voz de mi abuela me sobresaltó —que bueno que ya despertaste —añadió luego de lanzarse a mis brazos —tu...tu...tu...creí que habías muerto —balbuceó debido a los sollozos que salían de su garganta sin ningún control.
—¿Por qué creíste eso? —limpio mis lágrimas y me coloco mi mascara de neutralidad. Lo último que quería hacer era preocuparla.
Mi abuela padecía de hipertensión, y aunque era medicada, cualquier emoción fuerte podría causarle la muerte. Por ello mi abuelo y yo, a sí el mundo se nos estuviese cayendo encima, fingíamos que no ocurría nada.
—Apareciste en la puerta de la casa, con el cuello lleno de sangre, y con dos pequeños orificios que daban la impresión de que fuiste mordida por...
—Un vampiro —terminé por ella y su llanto se incrementó. —No te preocupes por mí, estoy bien, solo me pico un animal muy feo y ordinario —deje un beso en su frente. —Ahora lo que me gustaría saber es ¿Dónde está el abuelo y qué fue lo que le pasó? —cambie de tema. Luego pensaría en ese maldito bastardo. Por ahora solo me enfocaré en lo que verdaderamente importa.
—Fue...fue...encarcelado —gimoteo hecha un mar de lágrimas.
—¿Por qué? ¿De qué lo acusan?
—No sé... pero...lo están tratando muy mal, lo...lo...lo golpearon —dijo con un hilo de voz y el miedo atenazó mi corazón al pensar que podría pasarle algo malo a mi viejito.
—Abuela, tengo que verlo —le dije y ella asintió. Tomé su mano y camine hacia la puerta.
—Toma una ducha primero y cambiate la ropa.
Si hubiese sido por mí hubiese ido tal cual como estaba; con la ropa llena de sangre, rasgada y sucia, pero sabía que mi abuela no me dejaría salir de la casa así. Por lo que a la velocidad de la luz me bañe, vestí y me recogí el cabello en un moño.
Cuando estuve lista eran las 4 de la tarde y partimos a la comisaría. Según me comentó mi abuela, mientras íbamos en camino, a las 5am tocaron a nuestra casa, ella se levantó asustada y cuando se asomó en la puerta vio un hombre alto, de ojos azules, que me tenía en brazos. Sin dudarlo abrió y él sin ser invitado entró, como si estuviese en su propia casa. Se dirigió a mi habitación, me acostó en la cama y antes de marcharse me dio un beso en los labios, otro en mi cuello y le dijo a mi abuela que por ningún motivo me fuese a despertar.
«Maldito loco obsesivo» —pensé.
—Es usted Anna Acosta, la estábamos esperando —dijo el sargento obeso que nos atendió luego de ver mi identificación. —Sigame, por favor. Su abuela se queda esperando aquí.
No sabía de qué iba todo esto, pero ambas obedecimos al sargento.
Él me guió por un largo y oscuro pasillo, lleno de celdas que olía horrible; una mezcla de heces, carne en descomposición y orina, por lo que me vi que me vi en la obligación de avanzar rápido y contener la respiración para no vomitar.
—Solo tienes un par de minutos —me informó el sargento cuando llegamos a la celda más sucia y deplorable de todas.
Lentamente me acerqué a los barrotes y lo vi, vi a mi abuelo hecho un ovillo en uno de los rincones.
Retrocedo estupefacta, mientras el dolor y la agonía se expandían en mi pecho al ver al hombre que me dio su amor incondicional desde que era una niña en condiciones tan infrahumanas.
—Abuelo... —dije con la voz temblorosa pero él no me oyó —Abuelo soy yo, Anna —la mención de mi nombre llamó su atención. Se puso de pie con dificultad y se acercó a mí cojeando.
—Hija —me dedicó una forzada y dolorosa sonrisa.
Lleve mis manos a mi boca para amortiguar mi llanto, pero no sirvió de nada debido al impacto que me causó ver el estado en que se encontraba.