Soy la mate del alfa

Cap 16

Capítulo 16

 

.*Anna*.


—El amo está adentro —habló el guardia que me trajo al ver mi indecisión.


Por un lado no quería entrar, porque eso conllevaría a ceder ante el desquiciado, pero debía salvar a mi abuelo.


Tomé una gran bocanada de aire antes de poner un pie adentro y me trague todas las lágrimas que amenazaban con escapar de mis ojos.


«Tú puedes, eres más fuerte que todo esto» —me di ánimos antes de levantar la cara del piso y enfocar al maldito que no dejaba de analizarme de pies a cabeza, provocando que me sintiera incomoda y que una enormes ganas de golpearlo me inundarán al ver su extensa sonrisa.


«¿Cómo puede estar feliz sabiendo lo que le hizo a un pobre anciano? ¿Acaso no tiene sentimientos?» —la cara toda maltrata de mi abuelo se me vino a la mente y no pude contener más los sollozos.


—Haré todo lo que quieras con tal dejes a mi familia en paz —digo con un hilo de voz al tiempo que las lágrimas se deslizaron por mis mejillas.


—Por favor no llores —dijo en cuanto recortó la distancia que nos separaba —me duele verte sufrir —aparté sus manos en lo que intento tocarme el rostro y por su expresión me atrevería a asegurar que le afectó mi rechazo.


—No quiero que me toques —él miró el suelo con pesar y luego a mí.


—Vamos a tomar asiento, tenemos cosas de las que hablar —señaló un hermoso sofá de color blanco que se encontraba justo frente a una chimenea que ni siquiera había notado.


«¿Por qué tiene una de esas?» —no pude evitar preguntarme.


Algo que me gusta de vivir en este pequeño país América es que los 365 años del año el sol brilla en lo alto del cielo y el clima siempre es cálido. Así que no entiendo qué hace una chimenea en un país tropical donde la temperatura más fría es de 23 grados.


—¿Quieres algo de tomar? —preguntó en lo que nos sentamos, uno junto al otro.


«Recuerda el plan, Anna, debes convencerlo de que el peor error que puede cometer es casarse contigo» —me dije a mí misma.


—No, solo quiero que finiquitemos este asunto cuanto antes —limpio todo rastro de humedad de mi cara —así que vamos al grano de una vez.


—De acuerdo, primero que nada quiero que sepas que ahora que vamos a ser marido y mujer no les faltará nada a ti y a tus abuelos.


—De eso no me cabe la menor duda —abro los brazos para abarcar todos los lujos de este lugar. —Sería el colmo que dejaras desapareados a mis abuelos sabiendo que soy su único sostén —espeto de mal modo y él frunce el ceño.


Obviamente le desagradó mi tono de voz pero es mejor que conozco mi carácter desde ya.


—¿Eso era todo lo que querías decirme? —cuestiono y por la presión que estaba ejerciendo en sus manos supe que se estaba enojando.


«Tiene un carácter explosivo igual que el mío» —medite —«Siendo ese el caso para persuadirlo debo calmarme y controlar mi temperamento» —me aconsejo.


—No, yo...


—Porque tranquilamente lo hubieses podido hacer por teléfono —lo interrumpí, ignorando completamente mi consejo anterior.


—No es necesario que seas tan maleducada.


—No era necesario todo lo que hiciste para tenerme aquí.


—¿Ibas a aceptarme por las buenas? —al ver como la ilusión se reflejó en sus ojos no pude evitar reírme en su cara.


—Primero muerta —declaro y cada uno de sus rasgos se endurecieron.


—Si sigues de grosera conmigo puede que te complazca —me enderece en mi lugar y esbozo mi mejor sonrisa.


—No te tengo miedo —menciono con seguridad sin dejar de sostenerle la mirada. Si cree que me voy amedrentar ante él por amenazarme está muy equivocado. Lo peor que podría hacerme es matarme y no le tengo miedo a la muerte.


—¿Terminaste de hablar? Porque tengo prisa, quiero comprobar el estado de salud de mi abuelo —suelto.


—No vuelvas a hablarme de ese modo —me advierte y yo ruedo los ojos.


—No cuentes con ello, una bestia como tú no merece mi respeto y mucho menos mi consideración —me miro las uñas como si fuese más interesante eso que nuestra conversación.


—Anna, —tomó mi barbilla para que nuestras miradas se conectaran nuevamente, y los latidos de mi corazón se disiparon al sentir el calor de su piel —Quiero que llevemos la fiesta en paz. Deseo que nos llevemos bien, que seamos amigos y no sé después... —con esas palabras mi humor empeoró.


—¡A OTRO PERRO CON ESE HUESO! —exclamé tan alto que él se sobresaltó —¡No necesito escuchar un discurso pre-ensayado que no te lo crees ni tú mismo!


—Mis palabras no son falsas, lo que te digo es cierto —dijo buscando una posición más cómoda para sentarse, lo que me hizo fijarme en el bulto que sobresalía de su pantalón.


—No me hagas reír, por favor —use mi tono sarcástico para que le quedara claro que estaba enojada —Admite de una vez que tu discurso es solo una treta para que te tenga confianza y posteriormente caiga a tus pies como una ingenua.


—Soy completamente sincero con respecto a mis sentimientos —aseguró.


—Déjame terminar tu discurso —aclare mi garganta. —"Lo único que espero de ti en estos momentos es una amistad. No te obligare a nada. Te esperaré todo el tiempo necesario hasta que por fin me aceptes como tu pareja —acompaño cada una de mis palabras con ademanes y expresiones faciales exageradas. —No quise llegar tan lejos con este asunto, pero tenía miedo de perderte y por eso use todo mi poder para obligarte a casarte conmigo. Tú eres indispensable para mí" —arquee las cejas para interrogarlo con la mirada —Desmiente si no era lo que ibas a decir —lo rete y él no respondió  —Tomaré tu silencio como una afirmación —agregué con tono triunfal, pero en vez de sentirme feliz me sentía frustrada.




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