Soy la mate del alfa

Cap 18

Capítulo 18

 


.*Anna*.


¿Alguna vez han sentido la sensación de estarse ahogando con sus propias lágrimas? Pues de ese modo me siento desde que ese animal me dejó en medio de su despacho completamente desnuda e indefensa.


No entiendo por qué existe tanta maldad en el mundo. Y lo que menos comprendo es el por qué soy un imán para las desgracias.

«Seguramente este es mi castigo por haber dejado que mi papá matara a Claudia» —No puedo evitar pensar en ello, aunque mi psicóloga me ha repetido mil veces que eso no fue culpa mía.


«Si tan solo no le hubiese dado permiso de ir al cine con ese chico o si hubiese llegado más temprano a la casa la historia sería muy diferente» —me digo y la responsabilidad de su muerte vuelve a caer sobre mis hombros, acabando con lo poco que me mantenía de pie.


—¿Mi niña, qué fue lo que pasó —preguntó con preocupación una señora bajita, como de unos 65, de tez tostada, ojos oliva y cabello castaño. —¿Qué fue lo que te hizo Adolfo? —añadió al estar frente a mí.


«Destruyó mi vida» —Pensé pero no pude articularlo con palabra. La señora me miró con ojos tristes antes de envolverme con sus brazos.


No sé si fue por el respeto que le tengo a las personas mayores o quizás fue porque ella me recordaba a mi abuela pero algo dentro de mí se removió y dejé caer todas mis defensas. Me aferré a ella, como si fuese el chaleco salvavidas que me sacaría del mar que me estaba ahogando.


Allí, en sus brazos, permití que las lágrimas corrieran libremente por mis mejillas mientras ella solo me acariciaba la cabeza y escuchaba mis sollozos.


—Él... inten.to. Abusar de mí —logré decir en lo que sentí que ya no me quedaban más las lágrimas.


—Mi niña, no sabes cuánto lo siento —me abrazó con más fuerza. —No sé qué le pasó, él no es así, es muy buena persona.


Deshice el abrazo y la miré directamente a los ojos.


—Disculpe mi atrevimiento pero temo que usted está cegada. Él es una bestia, un animal, un salvaje y por eso lo odio —mis ojos se volvieron a cristalizar —Solo le faltó golpearme, ya que me humilló física y psicológicamente —una lágrima solitaria emanó de mi ojo.


—No, Luna —limpió mi mejilla de forma maternal —no guardes rencor en tu bello corazón —plantó un beso en mi frente —Esos malos sentimiento como el odio, la envidia, el egoísmo y el resentimiento deben estar fuera de tu vida, porque eres un ser lleno de amor.


—Usted no me conoce.


—No necesito hacerlo para saber que eres una mujer respetuosa, justa, honesta, amable, leal y de muy buenos sentimientos.


—¿Cómo puede estar tan segura de lo que dice? —pregunté con mi expresión seria. La señora asomó una sonrisa pícara.


—¿Anita, tú conoces el significado de tu nombre?


—No.


—Tu nombre proviene del hebreo y significa "benéfica, compasiva, llena de gracia". —Ella acarició de manera maternal mi mejilla. —Tienes un hermoso nombre y le haces honor en todos los sentidos.


—Gracias por estar aquí conmigo —Sonreí de forma sincera, la compañía de esta señora me resultaba reconfortante y me hacía sentir protegida.


—Vamos a un cuarto para que te duches y descanses un poco —dijo al ponerse de pie y ayudarme a mí a hacer lo mismo. — Mañana será un día muy ajetreado —añadió al colocarme una enorme toalla en los hombros —¡Qué olvidadiza soy! Ni siquiera me presenté, mi nombre es Margaret —hizo un pequeña reverencia, algo graciosa a decir verdad.


—Mucho gusto, yo soy..... Bueno usted sabe mejor que yo quien soy —ambas nos reímos.


—Los nombres de las personas dicen mucho sobre ellos, pero pocos lo saben —me guiñó el ojo y mi sonrisa se borró al acordarme del canalla que por poco me viola.


—¿Cuál es el significado de Adolfo? —Pronuncie su nombre con desdén —¿Maldito miserable destruye vidas? Porque no sería el primer Adolfo en la historia que hace eso —se puso seria con mi comentario.


—El nombre de Adolfo se relaciona con la naturaleza y es del origen germánico "athal" que significa estirpe noble y "wolf" que significa guerrero lobo. La unión de estas da como resultado "guerrero noble" o "lobo noble" —hizo una pausa, como recordando algo. —Su madre no pudo escoger un mejor nombre para mi niño.


Preferí no opinar nada al respecto y le pedí que me llevara a una recámara.

Aunque esta señora me cayera bien no podía olvidar que era empleada de ese salvaje y lo defendiera a capa y espada.


«Es mejor que no hable mal de él delante de sus empleados» —me aconsejo mientras subimos unas escaleras.


La casa o más bien dicho mansión tenía 3 plantas y Margaret me estaba llevando a la última, pero en el último tramo me paralicé al escuchar vidrios rotos, gritos, golpes y sollozos.


—¿Qué es eso? —inquiero y ella esboza una mueca.


—Es Adolfo, está muy enojado consigo mismo por lo que te hizo.


—Dudo que sea por eso —musito.


—¡MALDITA SEA! —al escuchar su voz, un frío recorrió mi cuerpo y de no ser por la mano de Margaret estuviese corriendo escaleras abajo debido al miedo que me invadió.


—Va..m.oss….de….a.q.u.i…. —Tartamudeo y me niego a caminar cuando ella me hala.


—¡POR QUÉ! —otro grito más.


—Por favor... No...quiero...verlo —dije en medio del llanto al enfocar la habitación del final pasillo que tenía la puerta abierta.


—No lo vas a ver, lo prometo —aseguro, pero mi cuerpo se negaba a moverse en esa dirección, por lo que tuvo que arrastrarme por el pasillo.


«Para ser una anciana tiene mucha fuerza».


—El baño ya está preparado y la ropa está en la cama —Me informó en lo que entramos a la habitación contigua a la de los gritos. —Vengo dentro de un momento, iré a comprobar que mi niño esté bien —añade antes de cerrar la puertas tras ella.




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