Capítulo 20
.*Anna*.
—Los invitados ya están abajo junto con el juez —me informó Fina al entrar en la habitación.
En lo que terminó de resalta mis ojos, con el delineador, para lucieran como dos reflectores, le pedí que me dejara sola unos minutos para así sopesar bien lo que estaba a punto de hacer.
¿De verdad accedería a los caprichos de ese animal? ¿Estaba dispuesta a condenarme a una vida llena de tristeza y sufrimiento?
La respuesta era sí, por los seres que amo era capaz de lo que sea.
—Adolfo, me dijo que ya debes bajar para dar inicio a la ceremonia.
La simple idea de saber que dentro de unos minutos me iba a casar con ese maldito animal me retorcía el estómago y ahogaba mis ojos en lágrimas.
—Anna, no llores se te correrá el maquillaje —me reclamó Fina, pero a mí poco me importaba eso. Lo único que quería era despertar de esta horrible pesadilla. —¡Perfecto!, Dos horas desperdiciadas —añadió en lo mojé mis mejillas.
Sé que Fina se esforzó mucho durante horas para crear un estilo hermoso, sencillo, sofisticado y armonioso para mi maquillaje y peinado, por lo que me sentí mal al dejarme llevar por mis emociones.
—Lo siento, Fina —me limpié las lágrimas con el pañuelo que me entregó. —Es solo que… Nunca imagine que mi futuro esposo sería un hombre tan despreciable como Adolfo Vukovic.
Ella me envolvió con sus brazos para consolarme, provocando que mi llanto aumentara. Al igual que me ocurrió con Margeret Josefina se ganó rápidamente toda mi confianza y por eso me estaba apoyando en ella para no derrumbarme una vez más.
«*Si quieres dejar de sufrir ya sabes lo que tienes que hacer*» —dijo esa molesta voz una vez más.
Desde que apareció anoche no me ha dejado en paz, insiste e insiste en que debo quitarme la vida, pero no lo haré, no sucumbiré otra vez ante ella.
—Vamos a retocar tu maquillaje antes de bajar —habló cuando estuve más calmada.
Me limité a asentir con la cabeza y me volví a sentar en la silla. Ella tomó una toalla humedad, quitando las manchas negras que estaban bajo mis ojos y volvió esparcir la base.
—¿Quiénes son los invitados de la boda? —pregunto luego de un rato.
—Vamos a decir que son socios, colegas y subordinados de Adolfo.
Después de esa respuesta nos mantuvimos en silencio hasta que terminó con su trabajo.
—Listo, ahora sí eres la novia más bella que he visto —comentó en lo que me arrastro al espejo de cuerpo completo para observar el resultado final. —¿Tengo o no tengo razón?
Debía reconocer que Josefina había hecho un gran trabajo conmigo, estaba más linda que nunca; con mi cabello negro azabache recogido en estilizado y hermoso moño al estilo griego, y esos pequeños cabellos sueltos que dejó por fuera me aportaban un aire delicado. El maquillaje, aparte que resaltaba mis rasgos, ocultaba perfectamente los signos de mi desveló y ni hablar del hermoso y delicado vestido de encaje, que aun siendo sencillo y corto, me daba un aire sofisticado.
Cualquiera que me viera jamás se imaginaría cuan desdichada e infeliz me siento, porque por fuera lucia hermosa, poderosa y elegante.
—Hay que reconocer que Adolfo tiene un gran gusto, el vestido es precioso y te queda como un guante.
En eso ella tenía razón, el vestido resaltaba mis atributos, dándome ese toque sexy, pero sin llegar a ser vulgar, puesto que las mangas largas y el cuello alto le aportaban elegancia, y el escote en la espalda le daba el toque moderno y audaz de la mujer de hoy.
—Debemos bajar, la ceremonia debe comenzar —negué rápidamente con la cabeza.
No quería salir de estas cuatro paredes, porque si lo hacía viviría dentro de esta pesadilla por el resto de mis días.
—Anna, si no bajas él subirá por ti. —Eso basto para hacerme cambiar de opinión. No quería enfrentarme de nuevo con él, no tenía las fuerzas físicas y mentales para hacerlo.
Sin ánimos y con el corazón hecho añicos seguí a la chica por los pasillos de la mansión hasta que llegamos a una escalera de mármol negro que descendía en forma de caracol.
—Adolfo está al final esperando por ti —me informó Fina antes de abrazarme y desaparecer por el mismo pasillo por el cual llegamos.
—Josef… —las palabras murieron en mi boca al oír el sonido del arpa, los violines y el piano, ya que éstos indicaban que era el momento hacer mi aparición, pero mis pies no quería dar un paso, estaban completamente congelados.
«No puedo hacer esto. Debo huir, no puedo casarme con él» —pensé luego de unos minutos, pero antes de poder ejecutar mi acción él apareció en un smoking plateado satinado, que lo hacía lucir más guapo de lo que era, y al llevar el cabello peinado prolijamente hacia atrás y recogido en una cola baja le otorgaba ese aire imponente y autoritario que tanto me intimidaba.
—Todos esperan por nosotros —me ofreció su brazo y yo dude en aceptarlo. —Recuerda que con esta boda aseguras la vida de tus abuelos.
Al escuchar su amenaza tuve que ahogar mis sentimientos o mis lágrimas fluirían incontenibles por mi rostro. Sin decir nada acepté el brazo de ese desgraciado y ambos bajamos las escaleras.
A mitad del camino me para agarrarme fuertemente de la baranda, decorado con cintas y flores blancas, porque no podía seguir caminando, sentía mis piernas temblar como gelatina con cada paso que daba.
—Apóyate en mí, yo nunca te dejaría caer —susurró en mi oído y por extraño que parezca le creí.
Con su ayuda baje los eslabones que me faltaban y al llegar al final pasé la mirada por todos los invitados que no dejaban de sonreír y aplaudir. La mayoría de las caras me resultaban extrañas, a excepción de Magda y Edward Miller que mantenía una expresión taciturna.