Soy la mate del alfa

Cap 22

Capítulo 22

 

 

.*Adolfo*.

 


El viaje de casi 12 horas no fue tan horrible como pensé, por suerte para mí, Anna durmió todo el trayecto y aproveche ese tiempo a solas para reflexionar.


Todavía estaba enojado con ella por lo que dijo el maldito de Miller, pero gracias a la persuasión de Velika, durante todo el vuelo, literalmente, accedí a darme una segunda oportunidad con Anna.


Solo espero que ella ponga de su parte porque de lo contrario no prometo ser dulce.


—Es hora de despertar al demonio —digo en voz alta en lo que aterrizamos en el aeropuerto de Friburgo, Alemania.


Sin muchos ánimos y con el corazón hecho trizas me levanto del asiento y me dirijo a la habitación donde se encontraba la causante de todas mis penas y tormentos.


En lo que llegué a mi destino el delicioso aroma que emana de Anna me embriagó completamente y no pude evitar pasar mi vista por sus torneadas piernas y espalda descubierta.


«Con ese vestido y así dormida parece un ángel» —reflexionó mientras acaricio su mejilla.


No sé por cuanto tiempo me deleito con el calor y la suavidad de su piel morena, pero cuando me doy cuenta tengo los ojos llenos de lágrimas.


—¿Por qué no puedes amarme? Si yo te adoro —le susurró al dibujar el contorno de sus labios color chocolate. —Por ti pelearía a muerte mil veces. Sería capaz de perder mi dignidad con tal de verte feliz. Y por tener un poco de tu amor sería capaz de vivir a tus pies, cumpliendo al pie de la letra tu santa voluntad.


Ella se removió un poco y me levanté como un resorte de la cama, ya que a juzgar por el aumento en sus respiraciones no tardaría en despertarse.


Luego de unos minutos esos orbes grises, que me tienen hechizado, se posaron en mí y sentí las mariposas bailar en mi estómago al igual que el fuerte palpitar de mi corazón contra mi caja torácica.


—Ya llegamos —le informo y me preparé mentalmente para la inminente contienda. Sin embargo, extrañamente, ella no dijo absolutamente nada y bajó del Jet en silencio.


«Algo con su actitud no me huele bien» —me dije a mí mismo.


Tengo poco tiempo conociéndola pero pero la sumisión absoluta no encaja con su personalidad.


—¿A dónde me llevas? —quiso saber en lo que abordamos el auto que maneja Adam, uno de mis hombres de confianza.


—A nuestra casa —respondí tranquilamente, sin sonar autoritario, frío o enojado.


Antes de abordar el jet tenía claro lo que haría con ella; lastimarla, herirla y hacer que se arrepintiera por no amarme. Pero ahora trataré ganarme tanto su confianza como su amor, y para ello debo ser cordial, generoso y amable. En pocas palabras, debo mostrarle mi lado bueno y no solo el oscuro y tenebroso.


—¿Dónde queda eso.


—En el Parque Nacional Selva Negra.


—He leído sobre él. Es un lugar de espectacular belleza —un tenue brillo se asomó por sus ojos. —¿Cómo es posible que hayan permitido la construcción de una casa allí? Es un lugar protegido por el gobierno, además muchas de las hectarias que lo conforman aún se mantienen vírgenes.


—Es por eso que es un excelente escondite —sus ojos se abrieron de la impresión.


—¡Pero cómo haces para coexistir con los lobos, los osos.... —dejó incompleta la oración. —Cierto, tú eres una bestia peor que ellos —añadió con repugnancia, clavando un puñal aún más grande en mi corazón.


¿Cómo podría hacer que lo nuestro funcionase si ella no perdía tiempo para herirme y abrir más el abismo entre nosotros?


—¿Todos los lobos que yo conozco son bestias igual que tú? —preguntó después de un rato.


La acidez en su tono de voz había desaparecido, por lo que me atreví a pensar que estaba bajando la guardia.


—No, los lobos que estás acostumbrada a ver son normales, mi especie es mucho más grande y letal, por eso permanecemos entre las sombras, ocultos de todo ojo humano —explico con la vista puesta en la ventana. No quería verla, me dolía su indiferencia, su desprecio, el desden que destilaban sus ojos.


—¿En cuánto tiempo llegaremos?


—Desde aquí aproximadamente hora y media —se le escapó un bostezo. —Si quieres puedes dormirte, sé que estás muy cansada.


Dudo un momento de mi propuesta.


—Solo si me sirves de almohada —declaró y la miré incrédulo.


—¿Estás hablando en serio? —cuestiono y ella sonríe dulcemente, consiguiendo que mi corazón se acelere.


—Por supuesto, me encantaría oír el latido de tu corazón —dijo y una sonrisa se dibujó en mi cara.


Me sorprendía la forma en la que esta mujer jugaba con mis sentimientos en cuestión de segundos; un momento me hacía sentir miserable y desdichado y al siguiente feliz como una lombriz.

—¿Qué me dices? ¿Aceptas ser mi almohada?


Una parte de mí quería decirle que no, pero no quería desaprovechar la oportunidad de tenerla cerca así que la tomé por la cintura, con delicadeza, y la atraje a mí. Ella recostó su cabeza en mí pecho y unos minutos después cayó en brazos de Morfeo.


El calor que desprendía su cuerpo era ta ameno que quería congelar el tiempo para que este momento nunca terminase.


—Me tienes completamente embobado —le susurro, antes de entrelazar nuestras manos. —Tienes el poder de acabar conmigo y no sé que haré para que no lo hagas.


En esa posición, ella recostada sobre mí con su mano entrelazada a la mía, pasamos todo el camino. Y durante todo ese tiempo no hice otra cosa que contemplar su belleza, deleitarme con su exquisito olor y con el suave y constante latir de su corazón.


Para mí ella era la criatura más maravillosa e interesante de todo el universo y estar así, abrazado a su pequeño y cálido cuerpo, me hacía sentir inmensamente dichoso y pleno.




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