Capítulo 25
.* Adolfo *.
«Ella no puede morir. Ella no puede morir. Ella no puede morir» —Me repetía una y otra vez desde que el médico me ordenó, hace más de una hora, que abandonara la habitación.
—Hermano —dijo Iván en lo que me vio —¿Qué sucedió? Vine lo más rápido que… —no lo dejé terminar porque lo abrace fuertemente.
Soy un Alfa, el más fuerte y poderoso del mundo, pero en este momento me siento como un niño indefenso que necesita del amor, cariño y protección de sus padres.
—La puedo perder —logré articular pese al nudo que tenía en la garganta. —Ella…se puede morir —mis ojos comenzaron a arder.
No quería llorar, no quería mostrar debilidad, pero en este caso me era casi imposible contener mis emociones. Se trataba de la vida de mi mate, la mujer que amo con todo mi ser. Solo a su lado puedo ser yo mismo. Solo con ella puedo llorar y reír. Solo sus manos pueden curar mis heridas. Solo con su amor me puedo volver un mejor hombre.
—¿Por qué? ¿Qué tiene? ¿Qué fue lo que pasó? —pregunta.
Cierro mis ojos y respiro profundo para tragarme las lágrimas.
—No tengo la maldita idea —me aclaro la garganta. —Lo único que sé es que estábamos discutiendo… —enfoqué la vista en un punto fijo para evitar la mirada de reproche de mi hermano.
Él, al igual que Velika y mi nana, me ha repitido hasta el cansancio que no debía pelear con Anna, que debía comprender que nada de lo que estaba pasando era normal para ella y que debía esperar a que asimilara todo para demostrarle abiertamente mis sentimientos.
—Ella me dijo unas palabras muy hostiles que me hirieron demasiado y…
—Lo llamó desgraciado, egoísta. Le dijo que le repugnaba su presencia, que si por ella fuese lo borraría de su vida —toda la atención de mi hermano se enfocó en Sophie que hablaba con soltura y felicidad. —También que amaba a otro hombre y que jamás podría quererlo a él.
—Cállate, Sophie —ella hizo caso omiso de mi orden.
—Y lo remató diciendo que fue un castigo, una maldición del destino, haberlo conocido y para finalizar dijo que lo despreciaba tanto que maldecía el día y la hora en que Adolfo se cruzó en su camino.
La mandíbula de Iván se cayó al suelo.
—¿Estabas presente cuándo pasó todo? —interroga cuando sale del pasmo.
—No era necesario, sus alaridos se escucharon por toda la mansión —respondió, mientras se miraba las uñas. —Probablemente en este preciso instante tu hermano sea el hazmerreír de toda la manada, porque así como yo oí todos lo hicieron.
—En este momento eso es lo que menos me importa —confieso desviando la mirada de ellos.
No me interesa que todos sepan que Anna y yo nos peleamos. No me importa que sepan que ella no me ama. Mi prioridad es saber que está bien y fuera de peligro.
«Por favor, madre luna, no te la lleves, deja que se quedé a mi lado. Aún me queda mucho amor para darle».
—¿Qué más pasó, cosito? —la pregunta de Iván me saca de mis pensamientos.
—Luego de eso dejó de respirar, se tocó el vientre, —Sophia dejó de ver sus uñas para mirarme a mí —la temperatura de su cuerpo se elevó demasiado y cayó al piso —Revivo el episodio y mis ojos se humedecen. —Justo allí entré en pánico porque no sabía qué le pasaba o cómo ayudarla…
—¿Cómo no vas a saber? ¿Acaso no sentías lo mismo que ella? —me interrumpe Iván.
—Claro que sí… —Suelto un suspiro. —Era un dolor muy fuerte en el corazón, la cabeza y la parte baja del abdomen, por poco consigue doblegarme, porque se sentía como si me estuviesen desgarrando desde adentro y yo…
—Seguro la mustia se muere por lo débil que es —opinó Sophia y de no ser por Iván, que se puso en medio, la habría golpeado.
—Cierra el pico y si no quieres que te arranque todo esa silicona de tu cuerpo largate —la amenazó.
Ella le dedicó una mirada envenenada antes de desaparecer de nuestra vista.
—¿Por qué la volviste tu amante? Porque por más que trato de buscarle algo bueno no encuentro nada.
—Iván, ella… —Me Callé al oír el sonido de la puerta abrirse.
Toda mi atención se dirigió al médico, que no había terminado de salir cuando yo ya lo estaba bombardeando con preguntas.
—¿Cómo está? ¿Qué le paso? ¿Se recuperará pronto? No es nada grave ¿verdad? ¡DIGA ALGO! —le grité y éste lo que hizo fue reírse a carcajadas.
—Todos sabemos que mi cosito es más feo que un aborto de reptil pero tampoco es para reírse en su cara, doc —habló Iván y el médico siguió riendo.
—Usted y su hermano serán unos excelentes padres —Iván y yo nos miramos confundidos antes de centramos en Isidoro, el doctor. —Ignoren ese comentario, solo estoy cavilando —hizo un movimiento con la mano para restarle importancia.
—¿Se fumó un nevadito antes de atender a mi cuñada o qué? —la pregunta de Iván le vuelve a causar un ataque de risa.
Para nadie era un secreto que Isidoro, pese a ser el mejor médico brujo, le gustaba de vez en cuando fumar hierva. Por eso sus servicios eran tan costosos y solo las personas pudientes podían pagarlos.
—La paciente está estable —dijo las palabras que quería escuchar después que terminó de reírse —afortunadamente usted le hizo la maniobra de RCP (Reanimación CardioPulmonar) correctamente.
—¡¿Tú hiciste qué?! —exclamó Iván.
—Reanimó a su esposa —repitió el doctor —de no ser por eso estaríamos celebrando un funeral en vez de...
—Por lo menos te parió la cabeza para actuar —comentó mi nana, interrumpiendo al doctor, y me sentí doblemente culpable.
Admito que en el momento que sus ojos se cerraron y su corazón dejó de latir me desespere, no sabía qué hacer para que volviera a mí, y de no ser por Velika que me gritaba: "¡DEJÓ DE RESPIRAR!" "¡DEJÓ DE RESPIRAR!" no se me hubiese ocurrió darle respiración boca a boca seguido de las compresiones torácicas.