Soy la mate del alfa

Cap 26

Capítulo 26

 

.*Anna*.

 

He pasado tres días de completa paz y tranquilidad, que me han servido para pensar bien las cosas y tomar una decisión definitiva con respecto a mi situación.

—Supongo que debo darle una oportunidad a este mundo —me rasco el obligo suavemente pero en lo que oigo la puerta abrirse aparto la mano inmediatamente.

—¡Cuñis, good morning! —chilló Iván y mi cuerpo se relajó en cuanto me abrazó fuertemente.

Él, al igual que Margaret y Josefina, se ganó fácilmente toda mi confianza y aprecio.

—Buenos días, Iván —le hablé en español porque me siento más cómoda usando mi lengua materna.

—¿Estamos solos?  —frunci el ceño ante su pregunta. Él también era un perro solo debía usar su nariz para saber eso.

—Sí.

—¡Qué alivio! —se sentó en mi cama y me invitó a que hiciese lo mismo. —Necesito pedirte un gran favor, sin que mi nana se enteré, y espero no me digas que no.
 
Por su comportamiento deduje que no me iba a gustar lo que me pediría, ya que normalmente él es directo, suelta las sin adornarlas demasiado.

—¿Cuál es el favor?

—Mi cosito lleva tres días encerrado en su despacho bebiendo —su expresión se ensombrece. —Él está muy triste por tu rechazo…

—¿Eso es importante por? —lo interrumpi.

No me interesa saber nada de ese perro cobarde. Por mi que se ahogue en alcohol a ver si se muere de una vez y nos deja a todos en paz.

—Tú eres la única que lo podría convencer de que dejara de beber y saliera de allí, necesita comer, ducharse y dormir un poco.

Me daba cosita decirle que no a Iván, él se ha portado tan bien conmigo, pero no quería acercarme a ese cavernícola ni a mil metros de distancia.

—Iván, sabes que te aprecio mucho pero no pienso ayudarte —él hizo un puchero y sus ojos se cristalizaron.

Si Fina no me hubiese advertido lo buen actor que es Iván de verdad le hubiese creído que estaba llorando cuando vi correr las lágrimas  por sus mejillas.

—Tus lágrimas de cocodrilo no me convencerán —le informo.

—¿Quién te dijo que son de mentira? —dijo con un hilo de voz.

—Fina ya me puso al tanto de todas tus artimañas.

—Esa niña va a escucharme —se limpió las lágrimas y absorbió sus mocos. —¿Por qué no quieres ayudarme?

—Si estando sobrio casi me viola estando borracho me puede matar y ahora tengo una razón para vivir —poso las manos en mi vientre de forma disimulada.

Aun no quería que nadie supiera mi secreto.

—Él te adora, por su naturaleza nunca te dañaría, primero se mata antes que ponerte un dedo encima.

«Si se entera de lo que estoy ocultando quizás sí lo haga».

—Te recuerdo que estuvo a punto de golpearme.

—Pero no lo hizo, lo que comprueba que lo que digo es cierto —repuso, creyendo que con eso me tomaría ventaja.

—Es agresivo  y compulsivo lo que lo convierte en impredecible.

—Eso no es así…

—¿Cómo excusas que haya intentado violarme? —se rascó la cabeza y se mantuvo en silencio unos segundos.

«Ya gané» —celebré.

—Admito que lo que hizo estuvo mal, pero solo intentaba demostrarte cuanto le importas...

—¡Vaya forma de demostrarlo! Si ese es su amor no me quiero imaginar cómo será su odio —digo con ironía.

—Los hombres lobo somos muy impulsivos cuando de nuestra pareja destinada se trata —explica. —Tenemos tanto miedo de perderla, porque tardamos años o siglos en hallarla que hacemos cualquier cosa por mantenerla a nuestro lado.

—Eso no lo exenta de culpas —refuto.

—No lo digo para disculparlo, te lo explico para que puedas encenderlo mejor. Con su arrebato básicamente intentaba hacerte ver que nadie te haría sentir y disfrutar del acto sexual como él.

A mi mente llegaron las increíbles sensaciones que sentí cuando estaba encima de él mientras lamía mi cuello; las cosquillas que sentía a medida que sus manos se deslizaban por mi piel, la necesidad por tenerlo más y más cerca y esa ansiedad por dejarme llevar.

«Con Luis no sentí nada de eso» —reflexiono cuando llevo la mano a las iniciales del perro cobarde y un estremecimiento se apodera de mi cuerpo.

—Anna, no te pido que caigas rendida a sus pies —la voz de Iván me sacó de mis pensamientos —Solo te pido que al menos te des la oportunidad de conocerlo. Él es un buen hombre; honesto, leal, amoroso, considerado, justo, protector y sobretodo —comienza a imitar el redoble de unos tambores con sus palmas —¡FIEL! —exclamó como si no pudiese creerselo. —¿Dónde en estos tiempos consigues a un hombre fiel?

No pude contener más la risa y empecé a reírme de lo dramático que es.

—Yo te acompañaré como medida de protección —prometió para intentar convencerme.

Aunque no quisiera reconocerlo me sentía responsable de que Adolfo se encontrara tan mal. Las veces que he hablado con él lo he tratado horriblemente y por más que se lo merezca debo tenerle un mínimo de consideración.

*'Además tenemos otro motivo para hacer las pases con él'* —me recuerda esa voz masculina a la que decidí llamar conciencia, alias Pepe.

En un principio pensé que Pepe era Adolfo pero luego me di cuenta que no era él; Adolfo nunca podría ser tan amable, simpático y bromista como lo era Pepe.

«Tienes razón, por él estoy dispuesta a todo».

—Esta bien, te ayudaré pero… —no pude terminar porque él se le vino encima, tumbándome en la cama con él encima de mí.

—¡Eres la mejor cuñis del mundo mundial! —gritó en mi oído.

—Soy tu única cuñis —lo empuje para volver a respirar.

—Otra arruina momentos —bufo y volví a reírme por su cara tan graciosa. —Definitivamente mi cosito y tú son tal para cual.

—¿Por qué lo llamas cosito?

—No puedo decirte, Adolfo odia que le recuerde ese día porque fue la primera humillación publica que tuvo.




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