Soy la mate del alfa

Cap 27

Capítulo 27

 

.*Anna*.

Ya han pasado dos meses desde que llegue a este lugar. Dos mes que no he hablado con mis abuelos ni con Daniela, pero sí he tenido noticias suyas gracias a Iván que viene a visitarme todos los fines de semana. Durante esos dos días él, Fina y yo nos concentramos solo en ver dramas coreanos, chinos, japoneses o tailandeses hasta que Adolfo termina de trabajar y mi calvario personal comienza.

En un principio creí que el perro cobarde no tenía ninguna cualidad positiva que destacar, pero descubrí, por las malas, que no es así, él siempre cumple con su palabra; me dijo que nunca más se acercaría a mí y ha cumplido al pie de la letra esa promesa. Al igual que la promesa que le hizo a la manada de que pronto le daría el heredero que tanto ansiaban, puesto que casi todas las noches se pone a trabajar con Sophie para conseguirlo.

¿Cómo lo sé? Porque me retuerzo del dolor, como la primera vez que me engaño, cada vez que tiene sexo con su zorra y la prueba física de lo que digo se encuentra por todo mi cuerpo.

—Parezco un zombie con sarampión —comento al mirar todas las quemaduras rojas que "adornan" mi piel.

—Un zombie con sarampión muy bonito —secunda Josefina mandando mi autoestima por un tubo. —¿Ahora qué hice? —cuestiona cuando Margaret la mira mal.

—Ve por el botiquín, hay que limpiar las heridas para que no se infecten y no queden marcas —ordena mientras me aleja del espejo y me lleva a la cama. —No le hagas caso a Fina, ella no sabe lo que dice.

No era necesario que Margaret intentara ocultarme la realidad, yo sabía que ya no era ni la sombra de la mujer que era cuando llegué aquí. Adolfo se ha encargado de destruirme de todas las maneras posibles, y de no ser por el pequeño que está creciendo a pasos agigantados en mi interior ya me hubiese rendido.

Josefina apareció a los pocos segundos con el botiquín para empezar con la tortura de cada mañana; la cura de mis heridas, los gemidos de dolor y los insultos y maldiciones que Fina le dedica al canalla de Adolfo cada vez que me quejo.

—¿Vas a morder el trapo? —me preguntan y yo niego con la cabeza.

He experimentado tantas veces este dolor que cada vez es más fácil soportarlo.

—¿Qué novedades hay? —cuestiono antes de que el primer apósito con la crema cicatrizante que me recetó Isidoro toque mi piel, ya que arde y pica demasiado.

Durante estás cuatros semanas Josefina e Iván son los que me cuenta todos los pormenores que suceden dentro y fuera de la mansión, ya que yo estoy recluida entre las cuatro paredes de la habitación que me asignaron.

Al parecer la noticia de que el Alfa Superlativo había encontrado a su mate se regó como pólvora en todo el mundo sobrenatural y Adolfo ha tenido que excusar mi ausencia de diferentes maneras.

Según me dijo Iván, el adultero lleva a la tarántula (ese es el apodo que Fina y yo inventamos para ella, aunque de vez en cuendo usamos los que le tiene mi cuñado: "perra plástica", "silicona andante", "perra sintética" u otro) para que ocupe mi lugar como Luna de la manada a todos los eventos, reuniones y cenas.

Sin embargo, eso no es lo peor del caso sino que ella se encarga de inventar y difundir infamias sobre mí como por ejemplo; que soy tan fea que los ojos de quien me ven lloran, que estoy tan deprimida por no provocar una erección en mi marido que me la paso deprimida en mi cuarto, que soy una drogadicta a punto de morir o que sufro de esquizofrenia y por eso me mantienen internada en un manicomio.

Admito que desde que vi Sophie me cayó mal, pero mi odio hacia ella ha crecido tanto en este tiempo que supera con creces el que siento por Adolfo. Aunque no es por celos, como quiere creer Iván, mi odio es porque yo no le he hecho nada a esa perra para que me esté difamando de semejante manera.

—Ninguna, Brad, Adolfo y Sophie aun andan de viaje. El perro cobarde y…

—¡Josefina! No te refieras al niño Adolfo de esa manera —Margaret la reprendió y la aludida rodó los ojos.

—Ese es su mote te guste o no —dijo con indiferencia. —¿Verdad, Anna? —sus ojos me miraron, en busca de apoyo.

—No la llames Anna, ella es tu Luna —corrigió Margaret.

—Ella me dio permiso de llamarla por su nombre de pila —le sacó la lengua como una niña y no pude evitar reírme.

Fina al igual que Iván eran unos espíritus que desbordan alegría, simpatía e inmadurez. Y precisamente el haberlos conocido a ellos y a Margaret es una de las pocas cosas que me agradan de todo lo que me ha pasado. Lo otro que agradezco y que no cambiaría por nada del mundo es haber concebido a mi bebé.

Reconozco que no estaba dentro de mis planes ser madre a esta edad, y menos con el padre que le tocó,  pero de nada vale lamentarse. Solo me queda seguir adelante, afrontar todas las dificultades que se me presenten y ahora luchar el doble por alcanzar alguno de mis sueños. Porque mi hijo se merece que le entregue lo mejor de mí.

—Es verdad, Margaret, yo le ordené que me llamara por mi nombre. —Margaret negó con la cabeza pero se quedó tranquila y siguió con su labor.

—Como decía, el perro cobarde y la tarántula regresaran dentro de dos semanas, pero Brad puede llegar en cualquier momento —hizo una mueca de asco.

Que Adolfo estuviese aquí o en otra parte del mundo para mí era lo mismo, porque sufría el mismo daño cada que se acostaba con su zorra. Pero la actitud de Fina cada vez que mencionaba a ese Brad me llamó la atención.

«¿Podría ser el mismo Brad que yo conozco?». —Me pregunte.

—¿Por qué te molesta que venga tu mata? —cuestiono inocentemente. No podía dejar ver mis verdaderas intenciones; huir con ayuda de Brad, si el hombre en cuestión se trataba de Brad Miller.

Sé que Margaret y Fina son de fiar; ellas me quieren mucho y me apoyan 100%, pero no están de acuerdo en que me escape, porque según ellas mi hijo necesita estar cerca de su padre para desarrollarse correctamente.




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