Capítulo 33
.*Anna*.
—¿Estás despierta, cuñis? —escuchar la voz de Iván me tomó completamente por sorpresa. La última vez que hablamos me dijo que viajaría a Canadá, porque se acercaba el cumpleaños de su cosito y no podía dejarlo solo en un día tan especial.
—Te equivocaste de puerta, tu cuñada está en la recámara de enfrente con tu hermano —Respondí secamente, sin apartar la mirada del techo, no estaba de humor para hablar con nadie.
Fueron tantas noticias en tan poco tiempo que sentía que mi cerebro iba a explotar en cualquier momento.
—La señora Vuković está enfrente de mí —se dejó caer a mi lado en la cama —así que mi única cuñada eres tú.
Me di la vuelta para darle la espalda, así entendería que no quería compañía y mucho menos la de un mentiroso como él o Margaret.
—Ni creas que te dejaré sola —avisó en cuanto percibió mis intenciones. —Y antes de que me eches te diré que yo no tenía idea del embarazo de la tarántula. De lo único que puedes cumplarme es de haberte ocultado que los Miller pertenecían a mi especie, pero era necesario. Por tu estado estás muy susceptible y sabía que esa noticia te iba a afectar, lo cual no es favorable para el baby —me acarició la cabeza —Como futuro tío debo velar por el bienestar de mi futuro sobrino y su madre.
Él tenía razón, estoy tan susceptibles que cualquier cosa cambia drásticamente mi estado anímico, el ejemplo de ello es ahora mismo que por lo último que dijo Iván terminé llorando como Magdalena.
—Gracias por preocuparte por nosotros —me di la vuelta y lo abracé.
Por más que quisiera estar enojada con Iván no podía, él era sin duda alguna un gran amigo, un ser único y especial, que cuida de sus seres queridos quieran éstos o no. Y tanto mi hijo como yo teníamos la fortuna de formar parte de esa lista tan selecta.
—¿No deberías estar rumbo al cumpleaños de tu cosito? —él se encogió de hombros para restarle importancia.
—Estaba a punto de abordar el avión cuando Adam me llamó y me puso al tanto de todo lo que había ocurrido. Así que decidí venir a darte todo mi apoyo —dejó un casto beso en mi frente. —No dejaremos que te hundas en la depresión, entre Margaret, Fina, Vlad y yo te ayudaremos para que el bebé no sea prematuro.
Con tantas cosas casi olvido que antes de irse Isidoro vino a chequear mi estado de salud y me informó que mi hijo había vuelto a adelantar el embarazo dos semanas más, ahora tenía doce semanas de gestación, y si mi hijo seguía haciendo esto tenía fecha de parto para la semana 20 (5 meses).
—Pero para lograrlo debes poner de tu parte —terminó y yo aparte la mirada.
Yo no podía hacer nada para evitar mi muerte o más bien no quería. Estaba cansada de luchar por mantenerme a flote, desde la muerte de mi madre la vida no ha dejado de golpearme una y otra vez, queriendo hundirme, y ya no podían seguir nadando; mis brazos y piernas no daban para más.
—A veces pienso que eso es lo mejor, así me liberare de tu hermano, de su amante y de esta vida de mierda —susurro con mucha tristeza.
—¡¿QUÉ CLASE DE MADRE DESNATURALIZADA ERES?! —gritó con horror y yo lo miré con extrañeza. —¿Cómo se te ocurre decir que prefieres dejar a tu hijo huérfano y a merced de la tarántula? —acotó con esa mirada acusadora.
Ese detalle se me había pasado, no había pensado que si yo muero mi hijo quedaría en manos de Adolfo y con la tarántula como madrastra.
—Tu hijo es el primogénito de mi hermano, por lo tanto es su sucesor. ¿Crees que ella estará contenta cuando se entere?
Por supuesto que no, Sophie es una perra ambiciosa, que está sedienta de poder.
—Ella matará a nuestro cosito junior en la primera oportunidad que tenga, solo para que su hijo sea el heredero.
Algo dentro de mí se removió al imaginar que ella o el miserable de Adolfo lastimaran a mi hijo.
—No voy a permitir que eso suceda, tendría que estar loca para dejar a mi hijo a cargo de esos dos —digo con convicción e Iván sonríe de oreja a oreja. —Además, quiero tener el privilegio de ver crecer a mi hijo.
—¡Esa actitud me agrada! —celebró con un pequeño baile de la victoria; levantando ambos pulgares y moviendo de forma exagerada la cintura, como si bailara el ula ula.
Iván desbordaba tanta alegría que era contagioso.
—Muchas gracias por hacerme entrar en razón —le dije cuando terminé de reírme de su ridículo baile.
—No hay nada que agradecer, es mi trabajo —me guiñó un ojo mientras acariciaba mi vientre.
«Mi pequeño no tendrá mejor tío que él».
—A partir de ahora tendrás que tomar el toro por los cuernos —dijo adoptando un semblante más serio.
—¿Qué quieres decir?
—Primero que nada, que debes reconocer que ya tocaste fondo y que no vale la pena seguir sufriendo por estúpida —frunzo el ceño porque sigo sin entender. —Debes contarle a mi hermano sobre el bebé.
Un escalofrío surcó todo mi cuerpo. No quería que supiera de la existencia de mi bebé, él era solo mío. Además Adolfo ya hizo su elección; prefirió el hijo que tendrá con la tarántula.
*'No le dejaste otra opción, porque te recuerdo que él no sabe de la existencia de la criatura en tu vientre'* —salió Pepe en defensa del perro cobarde.
—Yo creí que a este punto del embarazo ya lo sabría —Iván tomó un mechón de mi pelo y lo olió —pero como tu olor sigue siendo igual supongo que no lo ha notado.
—Ese no es el único motivo —habló Margaret que acababa de entrar con una taza humeante y mi estómago rugió. —Sabía que te gustaría, es chocolate caliente con malvaviscos —me entregó la taza y el delicioso olor me hizo agua la boca.
—Gracias —le di un sorbo y aunque me quemé la lengua me pareció exquisito.
—¿Cuál es el otro motivo? —preguntó Iván.
Margaret dejó un beso en mi frente antes de ponerse cómoda en la cama.