Capítulo 36 parte 2 = No estoy bromeando
.*Anna*.
La ropa que Josefina escogió consistía en un hermoso corpiño blanco con piedras de diferentes formas, tamaños y colores (turquesa, naranja, fucsia y morado) que formaban flores. Un pantalón de vestir negro y un blazer ajustado del mismo color. Y por supuesto no podían faltar los enormes tacones de aguja negros que casualmente tenían las mismas piedras que el corpiño.
Todo el conjunto se veía fenomenal en mí; el escote en forma de corazón hacia ver a mis pechos ligeramente más grandes y la tela del pantalón se adhería tanto a mi retaguardia, que tuve que descartar la idea de usar bragas. Y aunque los tacones me parecían muy altos Josefina me obligó a usarlos, porque según ella me hacían lucir más poderosa.
Terminando de vestirme Iván vino a buscarme, porque ya todo estaba listo. Me llevó cargada hasta el helipuerto para ahorra tiempo y y ya en el helicóptero Josefina comenzó a aplicarme maquillaje y a peinar mi cabello en una trenza de medio lado, que ocultaba perfectamente las iniciales del perro cobarde, porque no quería que la marca estuviese a la vista como si yo fuese una res.
—Hay que apresurarse o llegaremos cuando todos se hayan ido —Mencionó Iván en lo que aterrizamos en el techo.
—Yo le haré compañía a Adam mientras ustedes entran a la reunión —comunicó Fina en lo que bajamos.
No me dio tiempo de responderle, ya que Iván me tomó por el brazo y me arrastró adentro del edificio.
Los pasos de él eran tan largos y rápidos, y mis tacones tan altos e incómodos, que poco después de que soltara terminé perdiéndolo de vista.
—¡ANNA POR AQUÍ! —el grito Iván provino como de 5 pasillos diferentes.
—Este lugar parece un laberinto —murmuro en voz alta.
«¿Qué se hizo?» —le pregunto a Velika.
*'Sigue derecho, a medio camino gira al pasillo de la izquierda y en la última puerta lo encontrarás'* —indica el lobo.
Seguí sus instrucciones al pie de la letra, pero antes da llegar al pasillo dos gorilas, bastantes amenazadores, me interceptaron.
—¿A dónde crees que vas, muñeca? —cuestiona uno de ellos, cuya fisionomía tenía similitudes con la roca.
—A la reunión —respondo sin titubear.
Ambos hombres me triplicaban en tamaño y fuerza, pero no por eso me dejaría intimidar.
—Muñeca, esta parte del edificio no es apta para… —me miró de arriba a abajo, quedándose más del tiempo requerido en mis pechos —civiles.
—Así que vayase por donde vino —intervino el otro que también tenía un cuerpo robusto y definido, como el de los luchadores profesionales.
*'Debes presentarte, recuerda que nadie fuera de la manada principal te conoce'* —me dice Velika.
—Mi nombre es Anna Acosta y soy la Luna Superlativa —ambos estallaron en carcajadas.
*'Debes usar el apellido de casada no el del soltera'* —me regañó —*'¿Acaso olvidaste que para nosotros las mujeres adoptan el apellido de su esposo al contraer nupcias?'*
Si había algo que quería evitar a toda costa era que me conocieran por el apellido de Adolfo. Yo quería ser reconocida por mi apellido, por mis propios méritos.
—Si tú eres la Luna Superlativa yo soy el hermano del alfa —se mofó el que se parece a la roca.
—Y yo la nana —le siguió la broma el otro.
*'Muestrale tu marca; ellos saben que eres la mujer de un hombre lobo, pero no logran identificar que se trata de Adolfo porque su olor no está tan impregnado en ti'*.
«¿Por qué? Se supone que al completar el vínculo compartiriamos el mismo olor».
*'Eso ocurre entre mates normales, pero ustedes son la excepción a la regla; no duermen juntos, no se abrazan, no se besan, tienen más de dos meses sin tener intimidad y tu esencia en particular posee algo extraño, que aunque es tenue no desaparece, sino que opaca el olor de Adolfo'*.
—Muñeca, —el sonido de su voz no me dejó seguir preguntándole a Velika —fue muy divertido el chiste y la vista espectacular… —ambos volvieron a recorrer mi cuerpo con sus ojos —pero ya vete o tendremos que usar la fuerza bruta para sacarte de esta zona.
La ira empezó a acumularse en mi interior; la estúpida actitud de estos dos estaba rebasando los límites de mi paciencia.
—No estoy bromeando, yo soy….
—Muñeca, la Luna Superlativa es una mujer fea, vieja —me interrumpió la copia barata de la roca —tuerta y tiene toda la cara llena de asquerosas verrugas que supuran pus.
—No olvides los dientes torcidos, la pata de palo y sus cueros flácidos —añadió el otro.
—Cierto —se rió el primero. —No vayas a decir que nosotros te dijimos, pero a la esposa de Adolfo Vuković hay que hacerle muchas cirugías para remover el exceso de piel que le quedo luego de rebajar; ella era una obesa mórbida, de más de 450 kilogramos.
Mi mandíbula cayó al piso. No sabía qué me sorprendía más; la cantidad de mentiras que había dicho la tarántula sobre mí o lo idiotas que habían sido los que le creyeron.
«Le faltó fue decir que era calva y que no tenía nariz como Lord Voldermon» —pienso.
—Ahora entiendes por qué no caeremos en tu trampa, al menos no en esta, porque en tu cama si podemos caer gustosamente —me guiñó el ojo.
Precisamente esta actitud me hacia odiar a los hombres; todos se creían irresistible.
—¿Alguna vez han visto a la Luna Superlativa? —cuestiono seriamente.
—Muñeca, nadie la ha visto en persona, pero nosotros somos parte de la seguridad de este país y manejamos la información primero que nadie —respondió el más idiota de los dos. — y si gustas te puedo decir y hacer más cosas de las que te puedes imaginar —agregó con una sonrisa lujuriosa.