Soy la mate del alfa

Cap 36 parte 3

Capítulo 36 parte 3 = Hay algo que debo decirte

.*Anna*.

En lo que abrí la puerta todas esas duras y frías miradas se centraron en mí, pero no dejé que los nervios me dominaran.


—¿Quién es usted? ¿Por qué entra de esa manera? —el primero en hablar fue un joven de piel pálida, ojos negros y cabello rubio.


No le respondí de inmediato porque necesitaba ubicar a dos personas; la tarántula y el perro cobarde. La primera se encontraba reunida con un grupo de mujeres a un lateral de la enorme estancia. Y el segundo presidia la mesa en la que todos los hombres se encontraban.


«Que falta de caballerosidad; las mujeres de pie y ellos sentados».


—Lamento la demora —opto por decir mientras camino como sensualidad hasta llegar a mi objetivo.


<¿Qué coño haces aquí? ¿Quién te trajo?> —me preguntó Adolfo por medio de nuestra conexión.


—No quería llegar con las manos vacías y por eso Iván Vuković no tardara en llegar con el prototipo —coloco mi mano en el hombro del perro cobarde.


<Debí suponer que esto era obra de mi hermano>.


—No ha contestado mi pregunta, señorita —volvió a hablar el mismo hombre, que viéndolo bien, ahora que lo tengo a pocos metros de distancia, es muy atractivo.


—Mi nombre es Anna Acosta —miré a todos los presentes de forma altiva, en especial a la tarántula.


«Espero entiendas el mensaje, maldita perra plástica».


—Soy la esposa del señor aquí presente —me incline y para sorpresa del mismo Adolfo le di un pequeño beso en los labios.


Me hubiese gustado subirlo de tono, para que le doliera más a la estúpida de Sophie, pero no estaba segura si él me correspondería.


—Es un placer conocerlos al fin —decido agregar al ver que nadie dice nada.


«Creo que no fue buena idea venir».


*'Al contrario, causaste una conmoción en sus cabezas'*


—No lo puedo creer —exclamó en español una chica de rasgos latinos, que estaba junto a Sophie, cuando salió del pasmo.


—Yo tampoco puedo creerlo —secundo el hombre de ojos tan negros como la misma noche.


—Adolfo, ¿Está hermosa criatura es tu mate? —preguntó uno de los hombres de edad más avanzada.


A excepción del chico de ojos negros, Adolfo y un castaño, que estaba sentado a la izquierda de él, todos eran hombres maduros.


—Sí, Anna es mi Luna —afirmó y sentí una vez más como era escaneada por todos los presentes.


—Hemos escuchado muchas cosas de usted pero ninguna nos preparó mentalmente para lo que tenemos enfrente —comentó el castaño de ojos café que se había levantado de su puesto. —Y mucho menos para lo que usted tiene atrás.


Adolfo gruñó fuertemente y no entendí por qué hasta que note la mirada hambrienta del castaño en mi trasero.


«Hombres, todos son iguales» —pienso.


—Alejate de ella, es solo mía —la voz del perro cobarde sonó tan potente, amenazante y autoritaria que el castaño inclinó la cabeza y volvió a sentarse en su lugar.


<Me puedes explicar ¿Por qué no traes bragas?>. —Se oyó furioso y yo no pude evitar esbozar una sonrisa.


«No quise ¿Algún problema?».


<Sí, me molesta que vean y se imaginen cosas con lo que es mío>.


«No soy tuya, tu mujer es Sophie no yo» —las facciones de su rostro se endurecieron.


—Mis felicitaciones, Adolfo, tienes una Luna muy hermosa —tomó la palabra otro de los presentes, cuyo nombre y rango desconocía.


«Nota mental: Para la fiesta del 31 debo memorizar los nombres de los invitados».


—Gracias —contestó tajantemente antes de tomarme por la cintura y sentarme en sus piernas.


<No sé qué pretendes conseguir con esto, pero no pienso dejar que te vean el trasero y tú frente a ellos tendrás que fingir que somos un matrimonio feliz> —me dijo cuando intente ponerme de pie.


No era lo más apropiado quedarme sentada en las piernas de Adolfo, pero no me quedó de otra que fingir que me agradaba su cercanía.


—¿Por qué no nos había honrado antes con su presencia, majestad? ¿Estaba enferma?—preguntó el chico de ojos negros.


—No, todos los rumores que oyeron sobre mí eran calumnias, comentarios mal intencionados de gente envidiosa —miré a Sophie que estaba tan enojada que su cara estaba roja y su ojo izquierdo se abría y se cerraba con premura —que no tolera que nosotros seamos pareja —dejé un beso en la mejilla de Adolfo, aumentando el cólera de la oxigenada.


—Entonces, ¿Por qué estuvo ausente dos meses? —cuestionó en español la misma chica.


<Ya quiero ver como explicaras eso> —profirió Adolfo mientras dejaba una hilera de besos en mi cuello.


Era conveniente para mí que él fuese cariñoso conmigo, porque así Sophie ardería de celos y vería que todo lo que le dije cuando la eche de la mansión era verdad, pero tenerlo tan cerca comenzaba a incomodarme.


«Deja de aprovecharte de las circunstancia».


<No, seguiré disfrutando de tu olor, tu suave piel y tu calor> —al terminar de decir eso sentí como algo crecía y se endurecía debajo de mí.


«Que no sea lo que estoy pensando».


<Sí lo es, recuerda que tengo varios días en abstinencia> —muerde el lóbulo de mi oreja y una ola de calor invade mi cuerpo.


—Al principio estuve adaptándome a mi nueva realidad —aclaro mi garganta para disimular las sensaciones que me está produciendo Adolfo. —Y después me puse a trabajar con el grupo multidisciplinario que está estudiando las muertes de los lobos en las frontera con Suiza.


*'Buena respuesta'* —me felicitó Velika.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.