Soy la mate del alfa

Cap 37

capítulo 37 parte 1 = Noche de insomnio

 

.*Anna*.


—Adolfo, hay algo que debo decirte… —mi voz se cortó a causa del intenso llanto que emanó de mi garganta.


No sé por qué pero en lo vi sus lágrimas se removió la fibra sentimental en mi interior, la misma que despertaba cada vez que veía la película de Marley y yo.


*'Es por el embarazo, recuerda que estás más susceptible a los sentimientos de él'* —me explicó Velika.


—¿Qué tienes? ¿Te duele algo? ¿Dije algo malo? —preguntó con preocupación mientras limpiaba dulcemente mis mejillas.


—Yo…. Yo… —Comencé a balbucear porque mi lengua estaba entumecida, pero sentía la necesidad de confesarle que seriamos papás.


—No te presiones —depositó un beso en mi frente. —Recuerda que Isidoro ordenó que te mantuvieran tranquila y esta semana te has sobre saturado de trabajo —me envolvió entre sus brazos, pero mi cara no alcanzo a tocar su pecho porque su mano sostuvo mi barbilla —no me gustaría que volviera a darte lo mismo que la otra vez.


Por la escasa distancia que separaba nuestros rostros podía apreciar cada una de las tonalidades del azul de sus hipnóticos ojos, así como el delicioso olor a chocolate con coco.


—Anna, podrías dejar que te bese —lo dijo tan bajo que creí que habían sido ideas mías, pero cuando fue acercando su boca a la mía supe que no fue así.


*'Si no quieres detenlo ahora'* —me aconsejó Velika, pero la verdad no quería detenerlo, más bien deseaba ese beso más que él.


—¡NO SE VAYAN SIN MÍ! —el grito de Iván provocó que nos separábamos rápidamente.


—¡Coño, Iván! ¿Qué haces aquí? —pronunció con molestia Adolfo cuando su hermano abordó el helicóptero.


—¿Inrerrumpí algo? —inquirió al pasar su mirada de su hermano a mí y viceversa de forma subjetiva.


—Por supuesto que no —Adolfo soltó un bufido de incredulidad ante me respuesta.


¿Qué pretendía? ¿Que le dijera que estábamos a punto de besarnos?


«¿De verdad iba a besarle?» —esa pregunta retumbó en todo mi cerebro. Pero eso no fue lo que me preocupó, sino la respuesta.


—¿Qué quieres? —le preguntó Adolfo a su hermano.


—Me voy con ustedes, obvio —dijo en tono cantarín al sentarse en medio de los dos.


—¿Por qué? Tú te estás quedando aquí en la ciudad.


—La perra plástica ya no vive en la mansión así que este galán regresa al nido —Adolfo rodó los ojos.


—¿Despegamos, alfa? —cuestionó el piloto antes de que estos dos empezaran a discutir.

 

—Debió hacerlo antes de que cierta persona abordara.


—No quería interrumpirlos —se disculpó y fue cuando la realidad me golpeó.


«El beso solo era para guardar las apariencias, al igual que hicimos en la reunión» —ese pensamiento me abatió, porque yo no estaba fingiendo, yo sí quería que me besara.


«Debo tomar esto como una señal; él no puede enterarse de mi embarazo hasta no verlo llorar lágrimas de sangre» —coloco las manos en mi vientre, ésta acción me daba las fuerzas necesarias para mantenerme de pie, para afrontar cualquier obstáculo o dificultad que la vida me ponga por adelante.


—Y tú, ¿Qué haces aquí? Te dije que acompañarías a Adam —habló Adolfo cuando la melena negra de Josefina apareció en mi campo de visión.


«¿En qué momento hizo eso?» —le pregunté al lobo.


*'Le dijo a Adam por el enlace y éste le comunicó la orden a Josefina'*.


—Ni muerta pienso viajar en el mismo auto que la tarántula —contestó la aludida con tranquilidad.


—Josefina, te he dicho un millón de veces que…


—Fina y yo nos referíamos a esa zorra como nos plazca —lo interrumpi. Cada segundo que pasaba mi frustración iba aumentando y no sabía como frenarla.


«Ahora más que nunca debo seguir con mi plan de venganza; él debe sufrir por jugar con mis sentimientos» —la determinación con la que afirme eso me consternó, ¿Acaso estaba experimentando un sentimiento diferente al odio por el perro cobarde?


.

(…)

.
 


“No, eso es imposible, yo amo a Luis y Adolfo me hirió de casi todas las formas posibles”, esa era la respuesta que me daba cada vez que la misma pregunta que me hice en el helicóptero se repetía en mi cabeza.


*'Si no quieres a Adolfo ¿Por qué sientes celos de solo pensar que Sophie pose sus ojos en él?'*.


Velika tenía un punto a su favor; cada vez que imaginaba a ese par juntos la sangre me hervía.


—¡Cuanto odio que tengas razón! —exclamó en voz alta.


Ya no me quedaba de otra que reconocer que el perro cobarde me movía el tapete.


*'Si hubieses aceptado que le quieres hace…'* —lo corto.


«No lo quiero, solo me gusta y siento atracción física hacía él» —aclaro para que no se confunda y mucho menos se haga falsas ilusiones.


*'Como sea, si hubieses aceptado eso hace horas no tuvieses insomnio otra vez'*. —Miro la hora en mi reloj; dos de la madrugada.


Para mí no era novedad pasar una noche en vela, a causa del insomnio, pero no era conveniente para mi bebé que no durmiese lo suficiente.


—¡Qué noche tan aburrida! —Expreso mirando el techo de mi recámara.


Me moría de ganas por llamar a Fina o Iván para que me hicieran compañía, pero ella debía madrugar para trabajar y él se había ido de parranda.

 
«Tal vez una ducha caliente me conduzca a los brazos de Morfeo». –Pensé.


Las noches que padecía de insomnio generalmente me ponía a leer hasta que me diera sueño o saliera el sol, lo que ocurriera primero. Pero en este momento no me apetecía leer, así que debo probar con las otras opciones.




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