Soy la mate del alfa

Cap 37

Capítulo 37 parte 4

 

.*Anna*.

No era la primera vez que le contaba a otra persona lo que había vivido; el primero fue el oficial que tomó mi denuncia, la segunda fue mi terapeuta y el tercero fue Luis. Ya que a los demás (el señor y la señora Miller, Daniela, mis abuelos y Brad) solo les comenté de forma superficial lo que había ocurrido, pero a los primeros tres, y ahora a Adolfo, les conté la versión larga, la que trae todos los detalles.


Sin embargo, a diferencia de las tres primeras veces, el temor por su rechazo era inmenso y me arrepentí de haberle dicho todo, porque ahora que él sabía que era hija de un degenerado, un asesino, un monstruo no iba a querer saber nada más de mí o nuestro hijo.


—¿A dónde vas? —pregunta en lo que me pongo de pie. —No hemos terminado de hablar —acota en un tono adusto.


—Prefiero irme por mi cuenta antes de que tú me corras —digo conteniendo las ganas de lloras a mares.


—¿Quién dijo que te iba a correr? —esta vez su voz fue más suave, más dulce al hablar.


—Por lógica, todos me quieren lejos —respondo sin verlo a la cara.


Me mataría ver algún sentimiento de repulsión, desagrado o lástima en su rostro.


—Nadie es capaz de aceptar a la hija de un asesino —susurro tan débilmente que pensé que no me había escuchado. Pero en lo que se me vino encima y se unió a mí en un fuerte abrazo supe que sí lo había hecho.


—Escuchame bien, por ningún motivo te quiero lejos de mí; yo deseo que pases toda la vida junto a mí sea quien haya sido tu padre —con esa afirmación una corriente eléctrica me recorrió de la cabeza a los pies.


No era el primero que me lo decía, Luis se le adelantó, pero viniendo de él me dejó patidifusa.


—Los actos de nuestros padres no determinan lo que nosotros somos —susurró en mi oído. —Tú decides quien quieres ser —plantó un beso en mi frente antes de mirarme de nuevo a los ojos. —¿Qué pasó después? ¿Ese desgraciado te hizo otra cosa? —quiso saber.


Yo tomé una gran bocanada de aire para poder continuar.


—Hice lo que tuve que haber hecho hace años, lo denuncie —ahogue mi llanto. —Pero el miserable ya había huido para cuando llegó la policía y hasta el sol de hoy no han podido dar con él o con el asqueroso de su amigo —dejó que posara mi cabeza en su pecho y me estrechó más contra sí mismo. —Muchas veces pienso que si no hubiese sido tan ingenua, tan estúpida e ignorante, pensando que mi papá cambiaría, los acontecimientos hubiesen sido muy diferentes —trague saliva con dificulta. —Porque ella…no…merecía morir de semeja…


El sonido se niega a ser expulsado por mis cuerdas vocales, a causa del enorme nudo que tengo en la garganta.


—La autosia de Claudia reveló que fue torturada, abusada sexualmente y brutalmente golpeada; tenía una fractura craneal provocada por un golpe contundente, al parecer con la pared, también ocho costillas rotas, más el brazo derecho y la pierna izquierda rotos. Y la causa de su muerte fueron los múltiples derrames internos que…


No pude seguir al recordar que ese infeliz había desgarrado a mi hermana por dentro al introducirle objetos de diferentes formas y tamaños por la vagina y el ano.


—Es una muerte espantosa, debió sufrir demasiado —murmuró sin dejar de abrazarme. —¿En qué momento de tu vida entraron los Miller en escena?


Sabía que tarde o temprano haría esa pregunta y estaba preparada para dársela. Deshice nuestro abrazo y me alejé un par de pasos.
 

—Después de enterrar a Claudia no quería comer, no quería dormir, no quería continuar viviendo, porque no tenía motivos para hacerlo; había perdido a mi mamá y a mi hermana. Además el sentimiento de culpa, por no haber cumplido la promesa de cuidarla y proteger a Claudia, atormentaba y devoraba mi mente y mi alma cada segundo del día.


Dirigí la mirada a un punto fijo, no quería ver sus acusadores ojos.


—Un día que estaba lloviendo a cántaros, me sentía tan deprimida y desolada que comencé a oír una voz femenina —me daba vergüenza admitir esto pero tenía la imperiosa necesidad contarle todo. —Esa voz no dejaba de decirme que era un estorbo, una basura que debía dejar de existir y por el estado tan susceptible en el que me encontraba fui al cementerio para acabar con mi vida frente a la tumba de mi mamá y Claudia… Sin embargo… no tuve el valor de hacerlo… —oculte mi rostro entre mis manos —Pero ess voz insistió tanto que terminé hurtando el carro de la familia Miller, que había ido a visitar un familia, conduje a las afueras de la ciudad y estrelle el auto contra un árbol.


Él no dijo absolutamente nada, lo que me dio a entender que esperaba que continuase.


—Desde entonces los Miller se convirtieron en mis salvadores; me encontraron minutos después del accidente, por el GPS de su auto, pagaron todos los gastos de mi hospitalización, me contrataron a los mejores especialistas para atender mis heridas, controlar y superar mis traumas. También hayaron a mis abuelos, me ayudaron a encontrarle un rumbo a mi vida y se convirtieron en miembros muy importantes de mi familia.


—Me imagino que Luis tuvo un papel muy relevante en todo este proceso. —Comentó con una expresión neutral, pero estaba segura que ocultaba sus verdaderas emociones.


—Sí, Luis fue un apoyo tan importante que de no ser por sus esfuerzos yo no estaría aquí, no me habría reincorporado a la sociedad… Porque….porque soy una cobarde.


Por fin pude ver una emoción en su rostro y no fue la que esperaba; creí que vería rabia, indiferencia o desprecio pero en su mirada resaltaba la ternura, el orgullo e incredulidad.


—Tienes una imagen de ti muy errada —aseguró, recortantando la distancia que nos separaba —eres más fuerte de lo que crees. Es más a ti te sobra valor que mi me falta.




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