Soy la mate del alfa

Cap 37

Capítulo 37 parte 5

 

 

.*Anna*.


—Jamás cometería ese error —juntó su frente con la mía. —Yo quiero ser más que tu amigo, más que tu hermano. Yo quiero ser tu confidente, tu más fiel sirviente, tu esclavo,  el padre de tus hijos, tu compañero de tristezas y alegrías y por supuesto el amor de tu vida.


No sabía que decir ante semejante declaración, estaba anonadada y confundida. Ya que la idea de que él fuese todo eso no me resultó desagradable como tiempo atrás.


«¿Ahora qué le digo? Si ni yo misma sé lo que estoy sintiendo por él».


—No es necesario que digas nada —susurro después de plantar un beso en mi frente y me mirarme con esos ojos resplandecientes de felicidad. —Se me antoja tomarme un vaso de chocolate caliente y una ensalada de frutas ¿A ti no? —sin esperar una respuesta de mi parte tomó mi mano y me guió a la cocina.


Creí que lo había hecho con la intención de que yo preparara todo, porque normalmente los hombres no saben desenvolverse en la cocina. No obstante, me llevé una grata sorpresa, ya que él se encargó de buscar los ingredientes, picar las frutas y servir tanto la bebida achocolatada como la ensalada. Se notaba la agilidad que poseía, lo que demostraba que ponía en practica sus conocimientos culinarios con frecuencia.


Se preguntaran ¿Qué hice mientras él cocinaba? Pues estuve muy entretenida viendo la forma en que los músculos de Adolfo se contraían y estiraban con cada uno de sus movimientos.


La última vez que lo vi sin camisa fue el día de nuestra boda y eso fue hace más de dos meses. Hoy no estaba semi desnudo como aquella ocasión, cargaba una camiseta sin mangas, pero de todas formas pude deleitarme y contemplar perfectamente la magnitud y definición de sus músculos.


Yo no era de esas que se fijaran en la musculatura masculina, para mí lo más importante en un hombre es lo que tiene en la cabeza y en su corazón. Pero algo me pasaba con Adolfo, algo que me estaba haciendo largar la baba por él, como si fuese un irresistible Dios del olimpo o uno nórdico, por la barba de una semana y la melena desenfadada.


Cuando terminó de preparar todo colocó los platos en la encimera frente a mí y se sentó a en la silla continua a la mía, sacándome de mi trance.


—Cuéntame sobre ti —digo antes de probar el chocolate, que sin decir mentiras estaba delicioso.


—¿Qué quieres saber? —contestó luego de comenzar a comer la fruta de su plato.


—To… —mi vista sigue el trayecto de su tenedor y mi boca se hizo agua al ver la leche condensada chorreando por la fresa que se iba a comer.


*'El bebé está ansioso por comerse las fresas"* —me comunicó Velika.


Cuando me llevé una fresa a la boca un gemido involuntario salió de mi garganta y Adolfo se ahogó con lo que tenía en la boca.


—¿Estás bien? —le pregunto mientras doy palmaditas en su espalda.


—Sí —tose un poco más. —No me has dicho qué te gustaría saber.


—Todo, lo único que sé de ti es que unas veces eres un energúmeno que se deja llevar por sus instintos y otras un blando y tierno cachorro asustado —bromeo. —Y teniendo en cuanta que estoy desflorada por tu culpa, que eres mi esposo, que estaré a tu lado por una temporada y que siempre serás el padre del futuro hijo que tendré debo saber más de ti y tú de mí.


Él me miró con cara de: "No mames wey".


—¿Qué pretendes? ¿Qué juguemos al juego de las preguntas y respuestas como si fuésemos adolescentes? Porque…


—Exactamente —lo interrumpo. —Podríamos comenzar con 10 ¿Te parece? —él soltó un gruñido. —Tomaré eso como un sí —me aclaré la garganta. —¿Cuál es tu color favorito?


—¡Es enserio! —chilló con asombro y yo asiento con la cabeza. —Gris claro.


«Según la psicología del color de Eva Heller, las personas que les gustan el gris generalmente son aburridas, anticuadas, crueles y no tienen grandes aspiraciones, pero en ellas se puede confiar ciegamente».


—¿Por qué ese color? —le pregunto, porque el color favorito es como una extensión de nosotros mismo.


—Porque es el color de tus ojos y me encanta —mis mejillas se encendieron.


—Eso no vale, yo me refería al color que siempre te ha gustado —él sonrió y tomó mi barbilla para que mantuviese la mirada en él.


—Siempre me ha gustado el gris, solo que después que te conocí supe el porqué —sentía tanta vergüenza de que él manifestara sus sentimientos tan abiertamente que desvíe los ojos para que no notara el sonrojo de mi cara. —Mi turno ¿Practicas algún deporte?


—¿No piensas preguntar cuál es mi color favorito? —contesto con otra pregunta.


—No, porque ya lo sé —dice con superioridad y yo frunzo el ceño.


«¿Será que Margaret, Fina, Brad o Iván se lo dijeron?» —me cuestiono, pero estoy más que segura que ellos no lo hicieron.


—¿Cuál es sabelotodo?


—Azul, igual que mis ojos —mi boca se abre de la impresión. Era desconcertante que lo supiese.


—¿Qué tonalidad?


—Te gustan todas las tonalidades que tiene mi iris; azul claro, oscuro, índigo, rey…


Un escalofríos surcó mi cuerpo, era extraño que nuestro color favorito fuese el color de los ojos del otro.


*'No te preocupes, es algo normal que ocurre entre algunos mates'* —me explicó Velika y una duda se coló en mi mente.


—¿Y por qué odio el marrón en todas las tonalidades si Luis tiene los ojos miel? —la pregunta era para Velika y terminé haciéndola en voz alta.


—Porque eres más mía que de él —responde Adolfo con una enorme sonrisa.


—¿Cuál era tu pregunta? —opto por cambiar de tema y él accede pero sin borrar esa sonrisa de superioridad de su cara.




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