Soy la mate del alfa

Cap 40

.*Anna*.


—Eso le quedaría hermoso a nuestro cachorro —posó su mano en mi vientre, tomándome completamente por sorpresa. —Espero ser un buen padre para nuestro futuro hijo, porque estoy seguro que tú serás una excelente madre —susurró en mi oídio con esa voz aterciopelada y yo sentí que el mundo se me vino encima.

 
«Él ya sabe que traigo un bebé a bordo» —con esa revelación no sabía qué decir ni mucho menos qué hacer.


—¿Por qué tan sorprendida? ¿No puedo hablar sobre nuestro hijo? —inquirió al depositar un beso en mi cabeza.


Abrí mí boca para decir algo pero no salía nada de mis cuerdas vocales.


—Iván me lo dijo todo… —empezó a decir.


«¡Maldito traidor! Ya verás, te voy a castrar por vende patria» —mis pensamientos de venganza se vieron interrumpidos por su pregunta.


—¿Cuándo pensabas decirme que la cita es en enero? —frunci el ceño.


—¿Cita? ¿Cuál cita? —fue lo primero que logré articular.


—No intentes ocultármelo porque ya sé la fecha en que vamos a concebir a nuestro hijo.


«¿Qué? ¿De qué está hablando?» —me cuestiono,


—No me hace gracia el método de concepción pero me hace mucha ilusión verte embarazada, esperando un hijo mío —se coloca frente a mí con una enorme sonrisa en su rostro.


—¿A cuál hijo te refieres?


—Por supuesto al que concibiremos artificialmente los primeros de enero, ya que es tu período de ovulación —tanto mis ojos como mi boca se abrió de la impresión.


No sabía el motivo por el cual Iván había dicho semejante mentira, pero debía seguirle la corriente a menos que le confesará al perro cobarde que ese bebé ya venía en mi camino y que en menos de nueve meses arribaría a este mundo.


—¿Por eso es que has sido tan atento conmigo? —le pregunto y él negó con la cabeza.


—Soy así contigo porque me nace, indiferentemente de que hayas accedido a darme un hijo o no —depositó un dulce beso en mi frente. —Si me dejases mostrarte un poco del amor que siento por ti te darías cuenta.


*'Además eso contribuiría a que el bebé se sienta más cómodo y se desarrolle perfectamente en tu vientre'* —opinó Velika, dejándome pensantiva.


En verdad me agradaba las atenciones de Adolfo, y para ser sincera ya me estaba cansando de pelear con él. Así que definitivamente es una buena opción.


—Hazlo, te daré esa oportunidad que tanto me has pedido —él me miró sorprendido y honestamente yo también lo estaba.


*'¿Sabes lo que implica darle un oportunidad a Adolfo?'*


«Lo sé y lo hago por el bienestar de mi hijo».


—¿Hablas en serio? —inquirió el perro cobarde, luego de pellizcarse para comprobar que estaba despierto.


—Sí, pero te tocará soportar mi mal genio —digo para alivianar el ambiente.


—Te prometo que lo haré —sin decir más nada recortó la distancia que separaba a nuestros labios, pero antes de que los suyos rozarán los mios giré la cabeza.


—No tan rápido —mis labios ansiaban probar los suyos desde anoche, sin embargo, todavía no quería que me besara.


No hasta que aclarara mis sentimientos.


 —Yo no acostumbro a besar en la primera cita —él se rió a carcajadas ante mi argumento, pero se alejó y levantó las manos en señal de rendición.


—De acuerdo, haré méritos para ganarme ese beso —prometió y por primera vez desde que le conozco le creí completamente. —Es hora de volver a casa —me ofrece su brazo, como todo un caballero, y ambos nos en caminos a la mansión.


El camino de regreso fue extrañamente silencioso, pero no era uno de esos silencios incómodos sino uno agradable y especial.


—Anna, —él me detuvo antes de entrar de la mansión —mañana es navidad y me gustaría darte tu regalo ahora.


Me pareció raro viniendo de su parte, no pensé que él fuese del tipo de hombres que se toman el tiempo de comprar regalos, pero luego sus palabras hicieron eco en mi cabeza.


«“Haré méritos para ganarme ese beso”».


—Si crees que eso me convencerá de besarte estás muy equivocado —él se ríe fuertemente.


—No lo hago por eso, lo hago porque hace tiempo debí hacerlo —acarició mi mejilla y sin decir nada me guió hasta su despacho.


—Espero te guste —después de que me sentara en su silla colocó una computadora blanca con un moño rojo frente a mí. —Y tomes esto como una ofrenda de paz —encendió la pantalla y las caras de mis abuelos aparecieron en ella.


Inmediatamente mis ojos se encharcaron y el aire comenzó a faltarme; no podía creer que en verdad fuesen ellos.


—Me voy para que puedan hablar a gusto, aunque a partir de hoy eres libre de comunicarte con quién desees, hasta con el mismísimo Luis Miller si lo deseas.


Mis ojos lo enfocaron y sentí como mi corazón se emocionaba.


—¿Lo dices en serio? —digo para cerciorarme, porque me parece inverosímil que él este haciendo esto.


—Claro, ya entendí que con mi antigua actitud solo te estaba alejando más de mí —soltó un largo suspiro. —Yo te amo y por lo tanto debo dejarte volar, porque tarde o temprano regresarás a mí.


No puede responderle porque la voz de mi abuelo hace que centré mi atención en ellos, por lo que ignoré el momento en que Adolfo salió sin hacer el más mínimo ruido.


—¿Hija? ¿Eres tú?


—Sí, abuelo. Soy yo —mis lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. Pero a diferencia de la última vez que lo tuve frente a mí éstas eran de felicidad.


—¿Cómo están? ¿Cómo están de salud? ¿Los están tratando bien? —fui la primera en preguntar, ya que mi abuela no podía hablar de la emoción y mi abuelo no dejaba de acariciar la pantalla, como si así pudiese tocarme.




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