Soy la mate del alfa

Cap 41 parte 3

Capítulo 41 parte 3  = Una vez más...

 

.*Anna*.


A los pocos minutos de que Adam y Adolfo se marcharan Brad llegó saludó a Josefina con un abrazo, que ella por supuesto no correspondió, y a mí solamente me hizo una reverencia.


Desde que había descubierto que yo era la esposa de Adolfo, la Luna de su manada, hacía todo lo posible por evitarme y eso e lastimaba. Brad siempre fue como un hermano mayor para mí y no entendía el motivo de su cambio; yo seguía siendo la misma Anna que él conoció. Lo único diferente era que ahora estaba casada y embarazada, pero eso último él no lo sabía.


—¿Por qué aceptaste cenar con él? —la voz de Fina me trajo de nuevo al mundo real, ya que me encontraba ensimismada por culpa de mis locas emociones.


—No me quedó de otra —confieso, sin apartar la mirada del vidrio del auto.


—Esa cena con el perro cobarde será un fiasco —declaró y aunque una parte de mi estaba fascinada con la idea de cenar con Adolfo, la otra estaba segura de que Fina tenía razón.


«¿Cuál de las dos partes tendrá la razón?».


—Me parece un apodo muy original, pero por el bien de ambas que Adolfo no se entere que le llamas así.


—Que honor, al fin te dignaste a dirigirme la palabra —menciono con ironía al enfocarlo por el retrovisor. Él solo se concentró en el camino y eso e enfureció —¿Acaso dejé de ser como una hermana? ¿Tan poco aprecio me tenías que ahora soy un cero a la izquierda para ti?—le reclamo y él se mantiene en silencio.


—Eres igual de desgraciado que el perro cobarde —intervino Fina.


—Josefina, yo…


—¡Para el auto! —Grité en lo que unas arcadas horribles se apoderaron de mí.


—No puedo, debo llegar exactamente en 20 minutos a la manda o el Alfa se enojará —alegó.


—¡Detén el puto auto, es una orden! —articulo con dificultad.


Fina vio en mi rostro lo que me sucedía y comenzó a gritar como loca.


—¡DETEN EL AUTO! ¡DETEN EL AUTO! ¡DETEN EL AUTO!


—¿Qué? ¿Para qué? —cuestionó y  mi amiga no lo soportó más; se metió entre las piernas de Brad para pisar el freno con la mano.


—¡SOLO PISA EL FRENO! —gritó.


—¡JOSEFINA, NO! —chilló Brad cuando la camioneta frenó de golpe y él se golpeó la frente con el volante.


Yo también recibí un golpe producto de la inercia, pero no me importó, solo baje del carro en lo que se detuvo casi por completo y empecé a vomitar lo poco que traía en el estómago, es decir un helado y un pretzel.


—¿Estás bien? —me preguntó Brad en lo que dejé de vomitar.


—Sí…


Me ayudó a ponerme de pie y me ofreció un pañuelo y una botella de agua para limpiarme y enjuagarme la boca.


—Ya me encuentro bien —admití aunque de mi nariz empezó a salir sangre.


—De todos modos mandé a llamar al médico para que te cheque en lo que lleguemos a la mansión.


—No es necesario que me vea al médico, esto es normal —él frunció el ceño ante mi afirmación.


—Hace un momento estabas perdiendo el alma a través del vomito y luego sangraste por la nariz ¡Eso no es normal, no quieras verme la cara de idiota! —exclamó colérico.


Conocía perfectamente a Brad, él no se quedaría tranquilo hasta que supiese lo que me sucedía, pero para ello tendría que conocer mi estado y no estaba completamente segura si eso sería buena idea, después de todo él es la mano derecha de Adolfo.


«Quizás al ser consiente de mi estado él volverá a ser el mismo de antes».


—Prometeme que no le dirás nada al perro cobarde —él frunció aún más el ceño pero asintió con la cabeza. —Estoy embarazada —reconozco e inmediatamente se puso pálido como el papel, sus piernas empezaron a temblar como gelatina y se fue de bruces al suelo.


—Y se supone que los hombres son el género más fuerte  —opinó Fina en tono burlón.


—Eso… Eso…es imposible —balbuceó. —Solo has estado una vez con él… A menos…a menos que él… —su respiración se tornó pesada y los músculos de su cuerpo de tensaron. —Voy a matarlo —aseveró y yo arrugo el entrecejo. —Él me juró que nunca te obligó a estar con él y me aseguró que esa única vez fue muy dulce contigo.


Me sorprendió que Adolfo tuviese tanta confianza con Brad para contarle sobre nuestra intimidad.


—¿Él te contó todo lo que pasó esa noche? —pregunte con temor de la respuesta.


—Pues si —sentí mis mejillas arder de la vergüenza.


Ahora él también sabía que me había arrojado a los brazos del perro cobarde sin el menor recato.


—La amistad que existía entre Adolfo y yo era muy estrecha. Claro en ese entonces él no sabía que yo era el hermano de su rival —suspiró pesadamente. —Ahora la relación que existe entre nosotros es de Alfa y Beta —específico.


—¿Por qué?


—Nos agarramos a pelea, no soporté que prefiriese a Sophie por encima de a ti —su confesión me tomó por sorpresa. —A mitad de la lucha llegó Adam e Iván y nos separaron. Después de eso todos nos distanciamos de Adolfo.


—Lamento haber arruinado su amistad.


—No te preocupes, él mismo se lo busco —se puso de pie. —Al igual que la golpiza que le voy a propinar en lo que lo tenga enfrente.


En lo que Brad dijo eso y empezó a pasarse las manos con desesperación por su rubia cabellera me di cuenta que él pensaba que Adolfo me había violado después de llegar aquí.


—Solo estuvimos juntos esa única vez y ciertamente sí fue dulce conmigo —me daba pena hablar sobre ese tema con él, sin embargo debía hacerlo para evitar malos entendidos.


—¿Es de mi hermano entonces? —solté un largo suspiro, ya me estaba cansando que todos pensaran que mi bebé era de Luis.


—No.


—¿Entonces como es posible que estés embarazada? A menos que el bebé de Sophie…


—No sea de Adolfo —terminé la oración y el asombro en su rostro no nos pasó desapercibida.


—No entiendo por qué te sorprendes, toda la manada sabe que ella es una puta —puntualizó Fina.


—Eso no es lo que me sorprende, sino que Adolfo no se haya dado cuenta.


—Él está creyendo que los síntomas que padece, a causa de mi embarazo, son producto de la barriga de la tarántula.


—Ahora todo tiene sentido… —Se quedó unos segundos meditando. —¿Cuántos meses tienes?  —Recortó la distancia que nos separaba —¿Es niña o niño? ¡Espero que sea niña y saque tus ojos! ¿Cómo se va llamar?  ¿Tus abuelos saben? ¿Por qué no me habías dicho antes? ¿Tan rápido dejaste de quererme? —Las carcajadas salieron a flote con semejante interrogatorio.


El Brad que yo conocía había vuelto y no pude contener más la emoción y lo abracé fuertemente.


—Me alegra que hayas regresado, Barbi. No te imaginas lo que me afecto tu desdén.


—¿Barbi?  —Preguntó Fina al borde de un ataque de risa.


—Siempre nos hemos tratado por apodos chistosos —explique. —El mio era "lunchera" o "pulga" porque delante de ellos dos soy una enana. El de Brad es "Barbi" y el de Luis… —Al decir su nombre la risa desapareció y un silencio incomodo se apoderó de los tres.


—Eso no importa —habló Brad, rompiendo la tensión. —Lamento haberme distanciado de ti, Nita (diminutivo de Anita). No quería causarte problemas con tu esposo, como soy el hermano mayor de tu otro mate.


Lo conocía tan bien que sabía que ese no era el verdadero motivo, porque en vez de alejarse se hubiese acercado más a mí para cuidarme.


—No solo fue por eso —ante mi afirmación él apartó la mirada y me dio la espalda. —Por favor, Brad, no me ocultes las cosas.


—No puedo decirte, me da mucha vergüenza.


Para que Brad dijese eso debía ser algo muy grave y eso me preocupó.


—No quiero que nos odies…. —añadió.

 
—¿A qué te refieres? —pronunciamos al unísono Fina y yo.

—¡Yo y mi bocota! —se golpeó suavemente los labios. —Olviden lo que acabo de mencionar.


—Brad, —hable muy seriamente —si no me quieres decir por culpa de Adolfo, te recuerdo que tu fidelidad debe ser hacia a mí por dos razones: número uno, soy como tu hermana y número dos soy tu Luna, así que te exijo que me expliques lo que acabas de decir.


—Lo siento Anna, Adolfo es el único que puede aclarar tus dudas.


—¡Él no me dirá nada! Siempre que hablamos terminamos discutiendo —alegue y él lo sopesó unos segundos.


—Si quieres saber tendrás que conversar con él como una persona civilizada.


—¡Pues yo no saldré con un desleal como tú! —pronunció Fina con determinación. —Así que o nos dices u olvidate que tienes mate.


—¡Josefina, no mezcles las cosas!


—No estoy mezclando nada, solo sacó conclusiones; si a ella le ocultas cosas que supuestamente es como tu hermana, imagínate a mí que no soy nada tuyo —se cruzó de brazos. —¡Ni hablar! Ahora te quiero a 20 metros lejos de mi. Y por el bien de tus bolas hazme caso —lo amenazó para ayudarme a sacarle información.


—¡Joder, Josefina! No me hagas esto por favor —su voz sonaba desesperada.


—Tú te lo buscaste —solo bastó la indiferencia de Fina para que Brad llegara a su punto de quiebre.


—Esta bien, les contaré todo —Fina sonrió con superioridad.


«¡Wow!  ¡Esta chica es impresionante!» —Pienso con admiración.


A mí me costaba mucho convencerlo de algo y ella con unas simples palabras lo logró.


«Le pediré que me de algunas clases».


—Pero tendrás que ser más cariñosa conmigo de ahora en adelante —añadió y la sonrisa de victoria de Fina se esfumó dejando una mueca de asco.


—No me puedes exigir nada —repuso.


—No te estoy exigiendo nada, te estoy proponiendo un trato —Musitó con inocencia.


Fina me miró desde el asiento del copiloto y sin hacer sonido alguno dijo "Me debes una y muy grande".


—Está bien —Brad sonrió como niño pequeño y tomó de la mano a mi amiga. —¿Qué haces? —Fina apartó su mano con un manotazo y lo miró como un bicho raro.


—Necesito un incentivo para soltar la información —Fina miró con recelo la mano tendida de Brad pero terminó tomándola.


—Espero estés feliz —profirió con ironía y él asintió enérgicamente.


«Brad está perdidamente enamorado y estoy segura que daría su vida por ella».


*'Adolfo y yo también haríamos lo mismo por ti'* —comentó Velika, pero antes de que pusiese responderle Brad empezó a hablar.


—Siento vergüenza de verte a la cara porque… mi padre fue el que golpeó a tu abuelo y mi madre le ayudó —mi boca se abrió de la impresión y mis ojos por poco se salen de su órbita. —Por culpa de mis padres tu abuelo estuvo al borde de la muerte, quedó paralítico y los médicos le diagnosticaron que le quedan cuando mucho tres años de vida.


Mis ojos se inundaron de lágrimas, mi cuerpo empezó a temblar y sentí como si mi corazón fuese desgarrado desde adentro.


No podía creer que el señor Miller y la señora Magda fuesen los responsables de semejante acto de barbaridad. Yo consideraba que ellos eran personas buenas, generosas, intachables y que sobretodo que sentían un enorme cariño hacía mí y mis abuelos.


«Lamentablemente muchas veces las apariencias engañan, querida Luna» —comentó esa voz dulce que últimamente me acompañaba en mis sueños.


—Adolfo no quería que te dijera nada para evitarte este dolor —continuó Brad y sentí los brazos de Fina rodearme. —Él pensaba traer a tus abuelos a la manada, cuando el médico autorizara que podían volar, para que pasaran el resto de sus días a tu lado.


Una vez más Adolfo Vuković me estaba demostrando que no era el monstruo que yo pensaba. Una vez más me estaba demostrando que en verdad está dispuesto a todo por mí. Una vez más me estaba demostrando que mi antigua realidad era una farsa, un teatro.
 




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