Soy la mate del alfa

Cap 47

Capítulo 47 parte 1

 


.*Anna*.


Estaba sumida en un sueño tan profundo que por poco no siento el cosquilleo que provoca la caricia de mi mamá en mi mejilla derecha. Desde que era niña siempre me despertaba de la misma manera, y cuando abría mis ojos me sonreía con tanta dulzura y amor que nunca me hizo nada más para saber que me amaba.


—Cinco minuticos más, estoy durmiendo muy rico y no quiero despertar todavía —murmuro y el sonido de una risa que conozco perfectamente me sacó de mi fantasía.


Rápidamente abro los ojos y me topo de frente con esos enigmáticos ojos azules que tanto me gustan y que en este momento odio.


—Buenos días, belleza —susurró en mi oído con esa voz profunda que tenía.


De un movimiento brusco lo alejé y me senté en la cama para encararlo.


—Largo o te dejaré sin descendencia —le amenacé, causando que él estallara en carcajadas.


—¿Por qué tan enojada? No hice nada para despertarte —se defendió y me dieron ganas de ahorcarlo.


¿Le parece poco el haberme dejado como novia de pueblo, vestida y alborotada?


—Largo o no respondo por mis actos —reitere y él se acomodó en la cama junto a mí.


—¿Por qué me iría? Está es mi recámara —dijo con con una expresión burlona en su rostro.


No me hizo falta ver a mi alrededor para saber que tenía razón. Anoche, después que Brad dejara a Fina en mi cama, algo me tenía muy inquieta e intranquila. Era una sensación bastante extraña ya que sentía una enorme tristeza en mi corazón pero yo no me sentía abatida.


*'Te sientes así por el vínculo que tú y Adolfo comparten'* —me había explicado Velika y por eso ignoré la opresión en mi pecho. Pero a las cuatro de la mañana esa sensación comenzó a ser agobiante, hasta el punto de sentirme asfixiada, y la única forma que encontré para mitigarla fue entrar a la recámara del perro cobarde y acostarme en su cama.


«¿Por qué me dejaste plantada? ¿Qué era más importante que cenar con tu mate?» —me pregunté mientras cerraba mis ojos e inspiraba profundo, llenando mis pulmones con ese delicioso olor que estaba impregnado en las sábanas, que no era otro que el aroma de Adolfo.


La idea inicial era permanecer aquí hasta calmar mi desasosiego y luego regresar a mi habitación antes del amanecer, puesto que Adolfo regresaría a primera hora, según Adam. Sin embargo, el sueño pudo conmigo y me quedé profundamente dormida.


—¿Por qué dormiste aquí en vez de tu cuarto? —quiso saber y yo no le respondí.


No porque fuese maleducada, no lo hice porque no tenía manera de justificar mi presencia a menos que le dijese la verdad y no quería exponer mis sentimientos ante él.
 

*'Hazlo, dile la verdad'* —me animó Velika.


—Anna, sino me dices asumiré que…


*'Ya basta de mentira entre los dos ¿recuerdas?'* —comentó el lobo.


—Tú y Fina están planeando…


—Te extrañe —lo interrumpí —me hiciste mucha falta —mi confesión borró todo rastro de diversión de su rostro. —Anoche sentía una inmensa tristeza y cuando entre aquí la melancolía disminuyó —mis ojos se llenaron de lágrimas al terminar de decir eso.


No quería llorar frente a él, no quería que me viera tan vulnerable, pero por culpa de las estúpidas hormonas prenatales estaba más subceptible.
 

—¿Dónde estabas? ¿Por qué no llegaste? —interrogo al mismo tiempo que lo golpeo con la almohada. —Pase horas preocupada por ti, creí que te había pasado algo malo.


—Yo… —se aclaró la garganta y se puso de pie para darme la espalda —estaba en una reunión.


—¡No pudiste llamarme para avisarme que no vendrías! —le lancé la almohada. —O al menos hubieses enviado un mensaje —más lágrimas brotaron de mis ojos.


—Lo siento, no se me ocurrió avisarte —su frase provocó que una risa, más falsa que un billete de 500 dolares, saliera de mi garganta.


 —Gracias por demostrarme cuan importante soy para ti —las palabras salieron con amargura y dolor.


Sentimientos que no podía permitirme sentir por el bien de mi bebé.


—Anna, —se giró y nuestras miradas se conectaron —no hables de ese modo —hizo el intento de acercarse a mí pero al segundo se arrepintió, abriendo más la herida de mi corazón.


¿Por qué no se acerca? ¿Por me huye? ¿Por qué no me abraza fuertemente? ¿Por qué no me envuelve con su calor y deja que mi cuerpo se impregne con su olor?


No pude evitar formularme esas preguntas al ver como aumentaba la distancia que nos separaba.


—¿Cómo quieres que lo haga? Te estuve esperando por más de cinco horas y nunca llegaste. Me arregle especialmente para ti y…


«Te iba a decir que seriamos padres» —acabe la oración en mi cabeza, porque con esta nueva actitud que tenía Adolfo dudaba que le agradara la idea de tener un bebé conmigo.


—Lo siento —se volvió a disculpar.


Como si ese "lo siento" arreglara las cosas, como si por decirlo mi dolor disminuiría.


Luego de su disculpa un tenso e incómodo silencio nos envolvió, por lo que di por sentado que todo el acercamiento que habíamos tenido estos días se había ido por el caño, ya que él había interpuesto una distancia abismal entre los dos.


«¿Qué había ocurrido en esa reunión que hizo que Adolfo cambiara tanto conmigo?» —me pregunte.


—Adam me dijo que tenías algo importante que decirme —rompió el silencio después de unos largos y tensos minutos.


—Cuando sea el momento adecuado te lo diré —limpie mis mejillas con brusquedad y me puse de pie. —Ahora no me siento muy bien para hablar sobre eso contigo.


Mi argumento no lo convenció del todo pero no me dijo nada. La verdad no quería decirle porque no tenía las fuerzas para hacerle frente si su reacción no era la que esperaba.




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