Soy la mate del alfa

Cap 49

 

.*Anna*.


—No iré, Fina —declaró antes de esconder la cabeza bajo la almohada.


Inexplicablemente mi humor ha decaído considerablemente desde que me levanté y no encuentro una forma de mejorarlo.


—Tu deber te proclama, eres la Luna Superlativa, no puedes faltar a tu debut —Fina me Haló el edredón y lo tiró en el piso.


—Yo no quiero ir —saco la cabeza de la almohada y la veo. —Allí estará la tarántula —le informo.


Justamente hoy me llegó el listado con el nombre de todos los que asistirían al evento y el nombre de la tarántula estaba entre los primeros, junto con el de un tal Akram Böhl.


Ese apellido me sonaba, pero no sabía de donde.


—Desde un principio sabíamos que ella iría, siempre consigue que alguien la lleve como su acompañante —mencionó y yo volví a ocultar la cara bajo la almohada. —Así que no entiendo por qué no quieres ir.


La verdad, ni yo misma sabía por qué no quería ir, solo no quería y punto.


“Un síntoma muy común en un embarazo de licántropo son episodios depresivos o de malcriades, así que espero que no te tome por sorpresa que un día de estos te dé uno” —la voz de Margaret se repite en mi mente y me pregunté si eso era lo que me ocurría.


—¿Acaso te sientes intimidada por ella? —Inquirió Fina con asombro y yo me quite la almohada de la cara.


—¡Eso jamás! —exclamo.


A pesar de que la tarántula podía acabar con mi vida en cuestiones de segundos yo no le tenía miedo.


—¿Entonces por qué no quieres ir? —cuestionó sentándose en la cama junto a mí.


—Solo… —miré mis manos que no dejaban de jugar con el borde de la almohada. —No tengo las fuerzas necesarias para enfrentarme a ella o al mismo Adolfo —dejo caer la cabeza sobre la almohada. —Últimamente he estado muy sensible por el embarazo.


Fina tomó mis manos entre las de ella lo que me obligó a verla a la cara.


—Anna, si tú no vas la tarántula anoréxica aprovechará para ocupará tu lugar como la Luna Superlativa, porque te aseguro que ese Akram solo es su boleto de entrada, ella no se despegará de Adolfo en toda la noche —Repuso.


Por un momento sus palabras me hicieron dudar, pero luego recordé todas las veces que él la ha preferido antes que a mí.


—Por mi que lo haga ¡Ya estoy harta de él! —Volví a enterrar la cabeza, como un avestruz, debajo de la almohada.


—¡Anna del perpetuo socorro, no puedes darle el gusto a la tarántula de quitarte lo que es tuyo! —Chilló, llena de frustración. —Además, no puedes dejarme ir sola —eso si atrajo mi atención.


Me senté de golpe en la cama —¿Tú irás?


—Sí, Brad me está obligando a ir y no quiero pasar toda la velada a su lado —hizo un puchero. —No puedes abandonarme a mi suerte.


—¿Qué pasó con tu viaje a Escocia con Adam? —pregunto y noto como la tristeza se apodera de ella.


—Brad descubrió que Adam y yo nos amamos —admitió cabizbaja.


—¡Qué tú qué! —exclamó atónita.


Jamás se me hubiese podido ocurrir que estos dos tenían algo. Se notaban que eran buenos amigos, pero no había otro indicio que indicara que eran algo más.


Sin que yo le dijese nada comenzó a relatarme todo lo había ocurrido las últimas 24 horas y también sobre cómo surgieron sus sentimientos por Adam y todos los momentos que había vivido a su lado, incluyendo alguno de sus momentos más íntimos.


Literalmente estaba con la boca abierta mientras la oía hablar. La imagen que tenía de Josefina era la de una chica dulce e inocente, incapaz de mentir y ahora esa fachada se había venido abajo.


—Fina, en este caso no puedo ser imparcial, es una decisión difícil —digo en lo que me cuenta sobre la propuesta de Brad.


Me sentía un poco decepcionada de Josefina por lo que le había hecho Brad, porque ya que en ningún momento él se ha portado mal, es más ha tenido una paciencia infinita con ella. Pero tampoco la culpaba por enamorarse de Adam, él era un chico estupendo, que le robaría el corazón a cualquiera.


—La propuesta de Brad no me interesa, yo quiero huir lejos con Adam —comunica y mi preocupación aumenta. Un lobo celoso es capaz de lo que sea, incluso de matar a su mate con tal de que otro no la tenga.


—¿Fina, has pensado en lo que sucederá si tu loba despierta? ¿Seguirás queriendo a Adam del mismo modo?


—Mi loba no aparecerá, no sería la primera que le sucediera, y no me siento incómoda con ello. Además… –se calló al oír unos golpes en la puerta.


—¿Se puede? —Dijo Adolfo al abrir la puerta.


—Justamente uno de los indeseados —susurró Fina con fastidio.


—¿Qué dijiste, Josefina? —Preguntó él con el ceño fruncido.


—Nada, señor —Fina arrastró las palabras con desagrado.


—¿Puedo pasar? —vuelve a preguntar al enfocar su atención en mí.


—Ya estas adentró ¿no? —conteste con de mala gana.


Aún me sentía dolida y perturbada por su comportamiento tan frío y distante.


—¿Todavía enojada? —le dedicó una mirada asesina, porque decir que estaba enojada con él era poco.


—¿Qué quieres? —le pregunto, porque mientras más pronto hable más pronto se irá.


—Anna, —terminó de entrar —no te imaginas cuanto me arrepiento de haberte dejado plantada…


—¡¿Te dejó plantada este desgraciado?! —gritó Fina fuera de sí.


Había olvidado completamente que ella estaba aquí.


—¿Qué haces aquí todavía, Josefina? —habló con un tono de voz muy demandante, que le podría la piel de gallina a cualquiera.


—Yo no me voy de aquí a menos que Anna me lo indique —lo desafió con la mirada.


—Soy tú alfa, debes obedecer mis ordenes —soltó un gruñido para intimidarla, pero causó el efecto contrario, la motivó más a llevarle la contraria.




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