.*Anna*.
A las 7:30 pm por fin llegamos al aeropuerto y tanto Josefina como Brad nos recibieron con cara de preocupación. Por supuesto no esperaba menos de ellos ya que habíamos salido al mismo tiempo de la mansión y ellos tenían esperándonos más de una hora.
—¿Qué les paso? ¿Por qué tardaron tanto? —dijeron al unísono Brad y Josefina.
Adolfo y yo compartimos una mirada de complicidad y nos partimos de la risa frente la atónita mirada de ellos.
*Flashbacks:
—Yo quiero manejar —dije por septuagésima vez.
—Ya te dije que no —dijo seriamente, sin despegar la mirada de la carretera.
Sabía que él hacía lo correcto al no dejarme pilotear este hermoso Lamborghini veneno de color naranja en el que nos transportábamos, pero no por eso dejaría de insistir.
—Adolfo, yo quiero manejar.
—Anna, en tu país el chofer las leyes de tránsito son diferentes que aquí, por lo que no estás capacitada para conducir aquí —quiso hacerme entrar en razón.
No sabiendo que me valían rábanos las leyes de tránsito terrestre de este país. Estaba tan encaprichada con la idea de manejar semejante nave que hasta no conseguir mi cometido no me quedaría tranquila.
Normalmente soy una persona muy sensata y lógica pero por el embarazo no entendía de razones y por eso ideee un plan para convencer al perro cobarde, utilizando los celos a mi favor.
—O me dejas manejar o atente a las consecuencias —lo amenace y él se rió.
—¿Qué me podría hacer una débil humana como tú? —comentó con burla y fue mi turno de reírme de forma socarrona.
—Buscaré un amante —contraataco y su sonrisa se esfumó.
—No me gusta que hagas bromas de ese tipo —advirtió y la emoción en mí aumento.
—Estoy hablando muy enserio —sus puños apretaron con fuerza el volante. —Así como tú tienes una amante yo también tengo derecho de tener uno —me quedé pensativa unos segundos. —Creo que me servirá uno de tus escoltas, todos están guapísimos y en excelentes condiciones —muerdo mi labio inferior y él freno de golpe.
—¡NI SE TE OCURRA! —Gritó, completamente fuera de sí, con los celos a mil por ciento.
—¡NO ME GRITES QUE NO ESTOY SORDA! —respondo en su mismo tono, para que recuerde que a mí no puede AMEDENTRARME. —Además: “lo que es bueno para el pavo es bueno para la pava” —cité uno de los refranes que dice mi abuela.
—¡Esta bien! —chilló con frustración al bajar del coche y rodearlo —Maneja tú —dijo en lo abrió la puerta del copiloto y celebré internamente mi victoria.
En lo que me senté en el asiento del piloto coloqué la canción de Poker face de Lady Gaga en el reproductor a todo volumen y arranqué el coche a toda velocidad.
Admito que me resultaba extraño manejar desde el lado del auto, pero como en la carretera no venían más coches no me importo pisar el acelerador a fondo y gritar de la emoción al sentir la adrenalina correr mi torrente sanguíneo.
A medida que la velocidad aumentaba Adolfo gritaba más fuerte, él literalmente iba cagado (muy asustado) por mi forma tan arrebatada e inconsciente de conducir.
—¡CAMIÓN! ¡CAMIÓN! ¡CAMIÓN! —gritó por encima de la música cuando me di cuenta que el camión se dirigía hacia nosotros.
«¿Será él o yo el que va en en carril que no es?» —me pregunte, esto era lo malo cuando la vía era doible via
—Aaaaaahhhhhh ¡VAMOS A MORIR Y TODO POR TÚ CULPA!
No sé cómo hice, pero a pesar del hielo en la carretera y la velocidad a la que íbamos logré esquivar ágilmente el camión y detener el coche en la orilla de la vía.
—Al parecer soy una gran piloto —comenté con orgullo y la cara de Adolfo era como de “¡ESTÁS DEMENTE!” —Estamos vivos o ¿No? —dije en tono de burla.
—¡Ahora yo voy a manejar y tú no vuelves a tomar el volante a menos que hayas aprendido a manejar aquí! —Sentenció y yo no me opuse.
—¿Qué esperas? Muevete o llegaremos tarde —me atrevo a hablar cuando él cierra los ojos y se mantiene en el puesto del copiloto.
—Primero me recuperaré del susto —no pude contener la risa al darme cuenta de la manigtud del susto que le di al perro cobarde.
*Fin del flashbacks.
Al recordar la expresión tan épica de mi "querido" esposo volví a estallar en carcajadas.
—Solo tuvimos un pequeño percance de camino aquí, pero nada de que preocuparse —Aseguró Adolfo y mi sonrisa se incremento, porque ese “pequeño percance” al que él se refería era nada más ni nada menos que el gran Alfa Superlativo había mojado sus pantalones.
—¿Qué se traen ustedes dos? —inquirió Fina cruzándose de brazos.
—Anna, las esperamos adentro —me comunicó Adolfo al señalar el mismo jet que nos había traído aquí.
—Claro —ambos hombres desaparecieron de nuestra vista y me animé a contarle a Fina lo ocurrido, obviando la parte de los pantalones mojados del perro cobarde, que por primera vez le hacía honor a su apodo.
En lo que terminé mi relato ella también comenzó a reírse de forma estruendosa.
—No puedo creer que Adolfo se esté tomando con tanta calma el hecho de que estuviste a punto de matarlos —se burló.
—Créeme —Musite —En verdad está cambiando, ya no es el mismo imbécil de antes.
—Perdóname pero "tengo que ver para creer". Aunque lo que sí puedo asegurar es que me hubiese encantado verle la cara —dijo entre risas y yo Sonreí con malicia ante su comentario.
—Si me ayudas puede que la veas
—¿A quién debo matar? —me río por sus ocurrencias.
—Lo que… —me callo al ver a Brad en la puerta.
—Estamos esperando por ustedes para despegar —nos avisa.