.*Anna*.
Nunca el camino al despacho de Adolfo se me había hecho tan largo y lleno de incertidumbre.
«Diosa Luna, por favor ya hemos avanzado en nuestra relación, no permitas que retrocedamos» —le pedí, ya qué que él debía estar furioso conmigo por el beso que Luis me dio.
—No dejaré que entras sola allí —Habló Luis cuando nos detuvimos frente a las enormes puertas color caoba. —Estamos juntos en todo —intento tomar mi mano y yo la aparte.
Ni loca pensaba entrar al despacho de Adolfo con él y mucho menos agarrados de las manos.
—Te agradezco tu preocupación, pero no es necesario que entres conmigo, Luis… —al decir su nombre me vio directamente a los ojos y éstos volvieron a brillar.
«¿Cómo es posible que él también sea mi mate? Eso no tiene sentido» —me pregunto mientras observo sus ahora dorados ojos.
«En el pasado se encuentra la respuesta» —dice la dulce voz que escucho cada noche en mis sueños.
—Anna, —la mención de mi nombre me cohibió de hablar con ella, como en otras veces —ese hombre es despreciable, quién sabe que te pueda... —lo interrumpi con un movimiento de mi mano.
—Estás muy equivocado, él jamás me podría un dedo encima, además el problema lo debemos resolver él y yo, como la pareja que somos —el rostro de Luis se descompuso por mi comentario, pero debía dejarle claro que había decidido quedarme con el padre de mi hijo.
En un principio dude si esa era la mejor decisión, pero de camino aquí me di cuenta que era la correcta, porque lo que Adolfo me hacia sentir era más fuerte, más intenso y más real de lo que sentí alguna vez por Luis.
—El alfa dice que pase —me comunicó el jefe de mis guardaespaldas antes de abrirme la puerta.
—Estaré aquí afuera, cualquier cosa grita y entraré a rescatarte —me informa Luis antes de unirse al grupo de guardias.
Yo respiré profundo, le di una última mirada a Luis y entré con un poco de miedo al despacho. No tenía miedo de mi marido, sino de la actitud que pudiese adoptar ahora que su rival estaba aquí.
Nuestra relación a penas estaba floreciendo y cualquier eventualidad podría marchitarla y yo no quería eso. Yo quería pasar mi vida con él, porque en sueños nos he visto llegar a viejitos, muy felices y unidos.
En lo que atravesé el umbral lo busqué desesperadamente con la mirada por toda la estancia, al no hallarlo en su escritorio, y lo encontré con la mirada perdida tras la ventana.
—Ya sé que él está aquí —dijo sin rodeos en lo que la puerta se cerró tras de mí. —Y también sé que cambiaste de opinión al verlo —agregó sin darme la cara, pero por el sonido de su voz deduje que estaba conteniendo las ganas de sollozar.
Últimamente el embarazo lo tiene muy sensible.
—¿A Qué te refieres? —cuestiono sin comprender absolutamente nada.
—No tienes que fingir conmigo, sé que aún sientes algo por él —exhala profundamente —por eso Velika se asustó cuando te besó —su campo visual se centró en mí y noté lo rojos e hinchados que estaban sus ojos. —Porque tanto él como yo sabemos que Luis tiene más terreno ganado en tu corazón que yo.
Los engranajes de mi cerebro se movieron cuando comprendí el sentido de sus palabras y con ello entendí el porqué del agobio tan grande que sentía; él creía que lo abandonaría por estar con Luis.
—Adolfo… —quise explicarle que mi decisión de estar con él no había cambiado, pero no me dejó hablar.
—Luis supo tratarte con amor, en cambio yo no he hecho otra cosa que lastimarte —caminó en mi dirección y acarició tiernamente mi mejilla. —Por eso no te culpo si te quieres ir con él.
—Adolfo, yo no me quiero... —fui bruscamente interrumpida.
—No quiero que digas nada, no quiero que te arrepientas de lo que estas apunto de decir —me dio un casto beso en los labios y un par de lágrimas salieron de sus ojos. —Debes aclarar tus sentimientos antes de hablar conmigo sobre nosotros —me tomó por los hombros con dulzura. —Y expongo de una vez; no me importa que estés embarazada, si tu decisión es irte con él lo aceptaré y te dejaré ir —mi barbilla cayó al suelo.
No esperaba que él dijese eso, creí que me diría que después de que nuestro hijo naciera podría irme con Luis, pero que debía olvidarme completamente del niño.
—¿Estás hablando en serio?
*'Como se nota que aún no lo conoces'* —bufo con molestia Velika. —*'Él jamás separaría a una madre de su hijo'* —me arrepentí de haber dudado eso.
—Por supuesto, solo deseo que seas feliz y si para que lo seas debo renunciar a tenerlos junto a mí, lo haré encantado —esbozó una sonrisa más falsa que un billete de 1 millón de dolares.
—Adol… —coloco su dedo sobre mis labios.
—No digas nada, luego tendremos tiempo de hablar, ahora hay alguien que tiene algo importante que decirte.
Antes de que pudiera volver a hablar las puertas se volvieron a abrir y mi abuelo entró conduciendo una silla de ruedas eléctrica. En lo que nuestras miradas se conectaron las lágrimas inmediatamente se hicieron presentes en mis ojos y corrí hasta dónde él se encontraba para abrazarlo fuertemente.
Lo había extrañado más de lo que imagine, porque cuando él correspondió a mi brazo comencé a llorar desconsoladamente; dejando salir todo lo que llevaba por dentro; la culpa por ser la responsable de lo que le había pasado, el dolor que me causaba su ausencia, la desesperación por no saber cómo estaba y muchos otros sentimientos que avivaban el dolor de mi pecho.
—Creo que no tengo nada que hacer aquí, les dejo solos para que puedan charlar —dijo Adolfo antes de marcarse del despacho y yo rompí e abrazo con mi abuelo.
Quería ir tras él para aclarar todo, reiterarle que lo amaba y que quería quedarme a su lado para siempre, porque no podría soportar estar lejos de él, pero mi abuelo se apresuró a tomar mi mano para que me quedase.