.*Anna*.
No podía entender el por qué todo lo que yo creía cierto siempre terminaba siendo un espejismo, una mentira o un engaño. No podía entender el por qué me tenían que pasar tantas cosas malas. Sentía que estaba pagando una especie de karma o una maldición por estar viva, ya que consideraba que mi mera existencia era un error.
«"Nosotros no somos tu familia". "No debiste haber nacido". "Eres una maldición andante". "No debiste haber sobrevivido a ese accidente". "Los Miller siempre te cuidaron para ganarse el favor del Alfa Superlativo". "Nosotros no somos tus abuelos". "Tatiana no era tu madre". "Adolfo no debía ser tu mate". "Me das a tu hijo o tomas mi lugar, no tienes otra opción"».
Todas esas frases se repetían una y otra vez en mi cabeza, mientras sollozaba sobre el pecho de Adolfo. Tenía tantas emociones y sentimientos encontrados que sentía que desfallecería en cualquier momento, de no ser por el calor que emanaba del cuerpo de mi mate que mágicamente disminuía esa sensación de ahogo.
—¿Te encuentras mejor?
En lo que reconocí al dueño de esa voz me alejé lo más rápido que pude de él, ya que era una mujer casada y embarazada, y consideraba que solo hecho de solo mirarlo estaba mal. Sin mencionar que mi vida se descontroló más con su aparición.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —le pregunto seriamente.
«En vez de ver a tu mate pareciera como si estuvieses viendo a un demonio» —menciona la voz que me atormenta todos los días, recordándome lo miserable que es mi vida.
—Entre por la puerta y vine para asegurarme de que estuvieses bien —respondió dulcemente. —¿Por qué esa cara? Parece que estuvieses viendo a un monstruo —tomó mi mano y yo la aparté. —Tranquila —volvió a tomarla y esta vez la llevó a su pecho. —¿Ves? Soy yo, Luis, tu mate, el único y verdadero, porque lo que tienes con Adolfo nunca debió ser.
Sus últimas palabras me dejaron de piedra.
—¿Cómo…
—Gracias a una amiga obtuve esa y toda la información sobre ti, no me preguntes quién es porque me hizo jurar que nunca te lo diría.
«¿Habrá sido mi abuela?» —me pregunto, porque a parte de ella y Naia nadie puede saber todo lo que ocurrió.
—¿No te alegras de verme o esperaba que fueras otra persona?
Conozco perfectamente a Luis y sé que le dolerá mucho conocer la respuesta de esa pregunta, así que opté por desviar la mirada, para que no viera la verdad en mis ojos.
—Ya entiendo, hubieses preferido que yo fuera él —afirmó cargado de decepción y yo no pude contradecirlo.
Cuando desperté lo confundí con Adolfo, porque de no haber sido así no me habría desahogado en su pecho.
—Te comportas tan distante conmigo por lo que planearon mis padres ¿verdad? —interrogó y mis ojos volvieron a conectar con los suyos. —Porque si es así te informo que yo nunca tuve conocimiento de lo que ellos estaban haciendo —tomó mis manos con firmeza. —No sé cómo conocen toda la historia de Naia y el padre de Adolfo pero yo no tuve nada que ver, yo me enteré muchos años después que ellos, te lo juro.
«¿Será que ellos conocieron a mi abuela en algún momento?» —esa interrogante me hizo darme cuenta que debía encontrarla lo mas pronto posible; necesitaba saber quienes más tenían conocimiento sobre la historia que me contó Naia, para que nadie más me tomara por sorpresa.
—En lo único que contribui con ellos, y fue de forma inconsciente, fue en no decirte que eramos mates y lo hice porque no quería asustarte; quería que me quisieras no por el lazo mates sino por verdadero amor, así como el amor que surgió entre Naia y el padre del perro cobarde.
—No le digas así, la única que lo llama de eso modo soy yo —salí en su defensa y la poca felicidad que quedaba en el rostro de Luis se esfumó como la niebla.
—Eso me duele ¿Sabes? —suspiró con pesar. —Cuando me salió la oportunidad de venir aquí y estar cerca de ti, jamás me pasó por la mente encontrar rechazo y hasta odio en tu mirada —sus ojos se cristalizaron y un dolor sordo se acumuló dentro de mí.
«Estos sentimiento no le hace bien al bebé» —se coló la voz de Naia por mi cabeza y aunque quisiera ignorarla tenía razón.
—Es mejor que te vayas, no quiero que Adolfo llegue y te encuentre aquí —dije con frialdad, después de recuperar mis manos.
Sin embargo, el verdadero motivo por el que lo corría era para no estar delante de él. Todavía no podía asimilar todo lo que estaba ocurriendo, mi cabeza era un lío y mis sentimientos ni se diga.
—No, Anna. Es momento de que escuches lo que tengo que decir, pero antes necesito que me respondas unas preguntas —tomó mi barbilla para que lo mirase directamente a los ojos —¿Por qué te preocupa que me consiga aquí? ¿Acaso no te das cuenta que el amor que sientes por él es producto de un lazo de mates erróneo? En cambio la conexión que tienes conmigo es genuina.
Para ser sincera sentía que eso era al revés; porque lo que sentía por el padre de mi hijo era mucho más intenso de lo que alguna vez sentí por Luis.
—Ya te dije, no quiero que mi esposo piense cosas que no son —mis mejillas ardieron al recordar la vez en que casi me entrego a Luis.—Así que retirate —le pedí.
—Tranquila —su mandíbula se tenso. —Él mismo me dio el permiso para vigilar tu sueño —se puso de pie y me dio la espalda.—Por eso no hay otro guardia aquí, porque él sabe que primero muero antes de dejar que a ti te pase algo malo.
Eso lo sentí como un gancho al hígado y me consternó de sobremanera. ¿Ahora Adolfo y Luis trabajaban en conjunto?
—¿Él te mandó a protegerme? —asintió lentamente y mí desconcierto aumento más.
—Antes estaba seguro de tus sentimientos, por eso hice hasta lo imposible por venir a rescatarte de las manos de ese animal —habló captando toda mi atención —pero ahora no estoy seguro de nada —giró sobre su eje para verme. —¿Qué sientes por él? —Preguntó muy serio y yo estaba segura de que él no quería escuchar la respuesta.