.*Anna*.
Sin importarme los sentimientos de Luis, salí de esa habitación y corrí hasta llegar al despacho de mi perro cobarde. Estaba ansiosa por verlo, por estrecharlo entre mis brazos, por besarlo desesperadamente, porque aunque hubiesen pasado solo horas desde la última vez que lo hice, sentía que habían transcurrido años, décadas incluso siglos.
Sin embargo, en lo que llegué a mi destino esas ansias se transformaron en ira, ya que me topé con una sorpresa desagradable; él no estaba y en su escritorio habían dos documentos dirigidos a mí.
—¿Se encuentra bien? —me preguntó el jefe de mi grupo de guardaespaldas, que en lo que salí de mi cuarto tanto él como sus hombres me siguieron.
—Sí, sólo fue un mareo por el embarazo —miento, porque no pienso contarles sobre el contenido de la carta. —¿Exactamente a qué cuidad se fue mi esposo? —demando saber, con un tono de voz demasiado hostil, que terminó asustándolos a todos.
—No.. lo..sé, Luna —respondió, luego de tragar grueso.
Pocas veces me ven hecha una furia y supongo que eso me sirve como medio de intimidación.
—Dejenme a solas —ninguno dudo en obedecer mis ordenes y de no estar de tan mal humor me hubiese reído, porque todo su salieron en estampida.
—Con…con permiso —dijo el moreno antes de cerrar la puerta.
En lo que me quedé sola no pude contener más mi ira y terminé arrojando todo lo que podía (sillas, papeles, computadoras y floreros) al suelo.
—Anna, te fui a buscar a tu... ¿Qué ocurre? —Cuestionó Daniela al verme derribar todo como una loca.
Estaba tan enojada que no me percaté de su llegada.
—¿Esto es otro síntoma loco producto del embarazo anormal que tienes? —quiso saber y yo negué con la cabeza.
Como no podía hablar, sin soltar un grito de frustración o el abecedario de insultos, le entregué la carta y ella comenzó a leer en voz el contenido de la misma.
—Anna, cuando estes leyendo esta carta probablemente yo no estaré en el país, ya que haré un viaje. Un contacto de Vladimir dio con un posible rastro de Octavio Koloz y debemos seguirlo. No sé cuando regrese, quizás en un par de días, pero sea el tiempo que sea espero que no estés en la mansión… —Daniela se detuvo y me miró consternada.
—Sigue —me límite a decir.
—Desde que Luis apareció supe que lo mejor para ti era irte con él, porque sé que aún lo amas, y para evitar un dolor mayor o tu eterno rencor, por tener que abandonar al amor de tu vida, usé todo el valor que tenía para tomar la decisión de dejarte ir; porque no quiero que sufras más, no quiero ver en tus ojos el anhelo de estar con él o escuchar de tu boca que lo prefieres a él… —vi los ojos azules de Daniela explayarse y me dio un poco de risa su reacción. —Necesito un trago.
Daniela se dirigió a la licorera, que se encuentra en la esquina, y empinó la botella de whisky antes de continuar.
—Ya de por sí es muy duro para mí saber que lo prefieres a él. Pero es más difícil oírlo de tus labios, así que vete con él, por favor… —me miró con aprehensión y yo ruedo los ojos, porque más que conmoverme por las palabras de Adolfo, como estaban haciendo con ella, me molesta el hecho de que él hubiese adoptado este absurdo comportamiento.
«¿Desde cuándo se volvió tan inseguro de sí mismo? ¿Acaso no le he demostrado que lo quiero es a él?» —me pregunto y un hecho me golpeó en la cara; él me ha pedido varias veces que volviéramos nuestro matrimonio real en todos los sentidos y yo por miedo y vergüenza lo rechacé una y otra vez.
—En el aeropuerto te estará esperando a ti y a Luis una avioneta que los llevará a dónde ustedes decidan. Confió, aunque no me gusté reconocerlo, que el maldito de Miller los protegerá con su vida de ser necesario y también confió en que tú sabrás criar a nuestro cachorro, para que sea un gran alfa en lo que tenga la edad mínima para asumir el cargo —los ojos de Daniela se enrojecieron. —Trataré de capturar y asesinar a Octavio antes de debilitarme por no estar junto a ti… —bufo con molestia al notar un par de lágrimas descender de sus ojos.
—Deja el drama, Daniela.
—Si llego a morir antes de lograrlo —continua, ignorando mi comentario —como nuestro hijo aún será muy pequeño para convertirse en el siguiente Alfa Superlativo, dejaré un poder para que tú y Luis se hagan cargo de la manada mientras nuestro pequeño crece y puede tomar el cargo de forma permanente…
—Eres el propio perro cobarde —murmuro con mucho enojo tras esa última oración.
—Un momento, esto quiere decir que Adolfo... —la interrumpo.
—Se desertó, se fue, nos abandonó —bufo con molestia luego de entregarle el otro documento que estaba adjunto a la carta; los papeles del divorcio, más el poder que indica que Luis y yo somos los lideres de la manada hasta que mi hijo cumpla 18 años.
—Te dio tu libertad —me corrigió en lo que vio los otros papeles. —Eso es un acto muy noble —ese comentario provocó que estallara.
—¡Es un cobarde! No hay duda de que su apodo le queda como anillo al dedo —chillo. —Es que cuando lo vea le voy a dejar un ojo morado —los ojos de mi prima se abrieron de la impresión. —Y cuando me pregunte por qué lo hice le diré: “es por no escuchar que me quedaré contigo el resto de mi vida, porque te amo, maldito cobarde ”.
—A él lo volvió muy susceptible el embarazo y a ti muy agresiva —le dediqué una mala mirada. —Esta bien no diré nada más —levantó las manos en rendición y yo comencé a caminar en círculos como león enjaulado.
—Es que no pudo ser más cobarde, más estúpido, más…
—Todo eso ya lo sabemos. Lo que debemos plantear, y es lo verdaderamente importante, es lo que tú harás —la miré sin comprender. —Tienes la opción de irte con Luis y… —no la dejo terminar la oración.