Soy la mate del alfa

Cap 56

*Narrador omnisciente*


Después de jurarse amor eterno más de una vez, en esa noche de pasión, Anna y Adolfo se mantuvieron desconectados de todos y todo por dos maravillosas semanas; en las que que disfrutaron de la compañía del otro como nunca antes. Pero por más que quisieran permanecer en ese paraíso, lejos de los problemas, conflictos y amenazas, el deber los llamaba. Así que decidieron regresar a la mansión para desayunar con toda la familia y darles la noticia de que por fin estaban juntos, como una pareja normal.

—¿Ya te dije que te ves hermosa? —preguntó el lobo, completamente hechizado por la belleza y la ternura que emanaba de su mate con ese vestido rosa pastel.


—Tú no pero tus ojos sí —respondió Anna al terminar de bajar con cuidado las escaleras.


Ella sabía que debía bajar muy despacio cuando usara tacones altos, ya que con un paso en falso se podría caer y con ello poner la vida de su pequeño en riesgo, aunque era consiente que de tropezar los brazos del lobo no tardarían en rodearla y con ello evitar que se lastimara.


—¿Y qué más te han dicho? —ella no pudo evitar sonrojarse por la mirada llena de amor que le dedicaba el alfa.


—Que soy tu mundo, tu vida y que me amas muchísimo —el alfa atrajo a su mujer para besarla lentamente en los labios.


—Que soplones son… —dejó un pequeño beso en su frente —pero me alegro que sean así, porque de ese modo todo el tiempo sabrás lo loco que estoy por ti.


Cuando la humana conoció al alfa jamás imaginó que terminaría amando estar entre los fuertes brazos del lobo, y mucho menos que lograría descubrir cada uno de los secretos que un día ese par de gemas azules le habían ocultado. Porque precisamente ese misterio e intensidad en su mirada fue lo que la atrajo desde el inicio.


—Yo también estoy locamente enamorada de ti, perro cobarde, y espero que de ahora en adelante no tengas dudas de ello —dijo ella al unir sus frentes como muestra de cariño.


—¿Qué pasaría entre nosotros si tu familia no aprueba lo nuestro? —le pregunta el alfa a su amada, después de sentarse en la cabecera de la mesa. —Porque después de todo lo que hice no creo que vean con buenos ojos que estemos juntos.


—¿De verdad te importa tener su aprobación? —ella lo miró con ese brillo en los ojos que a él adoraba. Le gustaba ver a su mujer feliz, por lo que siempre haría cosas que la hicieran feliz.


—Por supuesto —dejó un casto beso en el dorso de la mano de su esposa. —Eso es importante para ti por lo que es importante para mí.

Esa oración hizo que el corazón de la humana palpitara con mayor fuerza y de no ser por la voz que se colo en su cavidad auditiva hubiese devorado la boca de su marido.

—Pues ya con solo escuchar eso y ver lo enamorados que están tienen mi aprobación y bendición —habló el señor Simón, el abuelo de Anna, al entrar al comedor junto a su esposa.


—La mía también y me alegro de que al fin estén juntos, ya era hora —las mejillas de Adolfo enrojecieron por el comentario de la señora Maya, la abuela de Anna.


—Muchas gracias, abuelos —contestó Anna con una radiante sonrisa. Ella sabía que ellos no eran nada suyo, porque no los unía ningún lazo de sangre, pero no por iba a dejar de amarlos como lo hacía por ese insignificante detalle.


—Les deseo toda la felicidad del mundo, se la merecen —añadió el señor Simón luego de ubicar su silla de ruedas en el lugar de la mesa que le habían asignado. Su esposa no perdió tiempo y ocupó el puesto  junto a él.

—Gracias —contestaron ambos al unísono y Adolfo miró con adoración a su mujer, porque cada vez se daba cuenta de la gran sincronización que poseían y eso le encantaba. Ya no tenía dudas de que el destino no se equivoco al ponerle a Anna como mate.

—¡Llego por quién lloraban! —entró, al comedor, estruendosamente Daniela —¡Esto si que es una sorpresa! —exclamó al ver a la pareja tomados de la mano por encima de la mesa. —Que alegría verte hoy por aquí, Adolfo —dijo tan feliz y emocionada que todos los presentes se quedaron con la boca abierta.

«¿Desde cuándo Daniela era tan amable con Adolfo? Si siempre se refería a él de forma despectiva» —fue la pregunta que todos se hicieron, incluyendo el alfa. Lo que ellos ignoraban era que Daniela no quería tener problemas con el hermano de su amante, porque eso podría interferir con la relación clandestina que sostenía con Iván Vukovic.

—¿En serio me llamaste solo por mi nombre? —preguntó extrañado, ya que desde que la conoció nunca había oído su nombre salir de su boca. —¿Nada de imbécil, poco hombre, miserable, alimaña, cobarde o cualquier otro apelativo? —ella se rió estruendosamente, confundiendo más a los presentes y no pudieron preguntarle que era tan gracioso porque Iván se hizo presente.

—¡Cuñis! ¡Abuelis! ¡Danielis! —los saludó a todos con una enorme y radiante sonrisa. Luego le dio un sonoro beso en la mejilla a Anna y a los abuelos. Mientras que a Daniela solo le despeino el cabello con cariño.

—¡Oye! —se queja ella, pero sin dejar de sonreír. Cosa que le extrañó mucho a Anna, ya que su prima primero muerta que mal arreglada o espelucada.

«Este par esta más feliz de lo normal o son ideas minas» —se preguntó a sí misma.

—¿Cosito, eres tú? —Iván se tapó la boca con las manos y después le dio un beso en la boca a su hermano. La reacción de éste fue empujarlo lejos de él, sin medir la fuerza.

—¡Qué te pasa, idiota! —Grita en lo que el menor de los Vuković cae sentado en el suelo muerto de la risa, al ver la expresión de asco su hermano mayor.

—Tenía que comprobar que eras tú y con esa sonrisa en tu cara era imposible saberlo —dice en medio del ataque de risa y todos los demás comenzaron a reírse con él.

Adolfo los miró a los que se estaban riendo de él con ganas de matarlos, especialmente a su dolor de cabeza particular, su hermano.

—Afortunadamente sí eres tú, Cosi, ya me había asustado —le palmeó el hombro en lo que terminó de reírse. —No me mires así, no es mí culpa que no hayas querido dar la cara por tanto tiempo. Dime ¿a qué le tenías miedo? ¿Por qué no querías volver a la mansion?

Anna al notar la tensión en el cuerpo de su marido le tomó la mano para tranquilizarlo. Él al sentir el ligero apretón relajó todos sus músculos, porque ese era el efecto que su mate podia causar en él.

—¿Qué te mantenía tan ocupado, cuñado? —preguntó Daniela luego de tomar un poco de jugo de manzana, su favorito.

—¿Me llamaste cuñado? —cuestionó completamente asombrado, olvidando por completo lo que acababa de hacer y decir Iván. —¿Daniela, te sientes bien?

—De maravilla —responde tranquilamente. —Hace mucho tiempo que no me sentía tan bien —Ella e Iván conectaron sus miradas un segundo antes de sonreír con complicidad, pero por más rápido que lo hicieron el gesto no le pasó inadvertido a Anna. —¿Cuándo se reconciliaron? —cambió de tema al notar la Mirada inquisidora de su prima.

—Hace dos semanas —esta vez contestó el Alfa.

—Ya era hora, se habían tardado, Cosi —comentó Iván tomando una panqueca con las manos y llevándosela a la boca. Tenía planeado visitar a Daniela después del desayuno, porque increiblemente no lograbar saciar las ganas que tenía de estar con esa fogosa mujer, y para ello necesitaba mucha energía.

—¡Felicidades, pri! —Daniela fue la primera en hablar. —Más te vale que no vuelvas a hacer llorar a mi prima o te juro que ese bebé será tu única descendencia —Daniela amenaza al Alfa.

—Yo te ayudo con eso, nena —opine Iván con la boca llena.

Anna frunció el ceño al escucharlo llamar a Daniela de esa manera. En estos meses que llevaba conociendo a Iván jamás le había dicho "nena" a nadie, ni siquiera a sus conquistas.

« ¿Qué se traen estos dos? ¿Desde cuándo tanta confianza y complicidad? » —Pensó la morena al notar las miradas furtivas entre sus cuñado y su prima.

—¡Buenos días, Bradi! —saludó Daniela al ver a un exhausto Brad aparecer por la puerta. —¿No dormiste bien? —le preguntó al notar las grandes ojeras que tenía debajo de sus ojos.

—La verdad es que no —soltó un bostezo. —Josefina me tiene agob.... —se calló al ver que su mate estaba llegando con muy Buena compañia.

¿Para qué me quiere aquí si sigue enamorada de este imbecil? —no pudo evitar preguntarse cuando Adam y Josefina aparecieron en su campo de vision.

—¡Buenos días! —saludaron los dos al mismo tiempo.

En lo que la rubia los vio llegar juntos la pizca de remordimiento, que sentía por engañar a su mate con uno de sus mejores amigos, se desapareció y se felicitó a sí misma por haber accedido a pasar la noche con Iván, porque fue una de las noches más salvajes y emocionantes de su vida.
«Seguramente él también pasó la noche con ella» —pensó Daniela, pero ese pensamiento no evitó que una lágrima se resbalara de su ojo al ver lo atento que era él con Josefina.

—Eran buenos —la sonrisa de Daniela se esfumó y se limpió la mejilla con rabia.

Ese gesto no le pasó desapercibido a Iván y en todo el desayuno estuvo pendiente de cada movimiento de la rubia. Odiaba verla llorar, porque aunque no lo admitiera en voz alta la humana le gustaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Durante el resto de la comida todos se mantuvieron en silencio, ya que la tension en el ambiente era tanta que se podia cortar con un cuchillo facilmente. Adolfo en lo que terminó de comer le pidió a Josefina y Adam que lo acompañaran a su despacho con la excusa de que lo pusieran al día con los últimos acontecimientos dentro de la manada, pero en realidad lo hizo para que su mate dejara de sentirse incomoda. Después de todo ella y su cachorro eran su prioridad.

En lo que los tres lobos se marcharon Brad, Iván y los abuelos también se retiraron, quedando en el comedor solamente Anna y Daniela quedaron solas. Anna espero por varios minutos que su prima comenzara a hablar pero ella solo estaba jugando con lo que quedaba de su desayuno, puesto que después que Adam limpiara un rastro de mermelada que Josefina, tenia en la comisura del labio, perdió el apetito.

—Daniela, deja de jugar con el desayuno y dime qué esta pasando —exigió saber pero su orden fue ignorada. —Daniela te hice…

—Me iré a mi habitación —la cortó Daniela al ponerse de pie. No quería hablar con su prima todavía, no estaba preparada para afrontar y soportar la reprimienda que le iba a dar la Luna por haberse metido con el hermano del alfa.

—Dana, espera —le indicó con la mano que se sentara. —Necesitamos hablar.

— ¿Ahora que hice? — Se volvió a sentar. —Tú solo usas ese tono conmigo cuando me vas a regañar y me he portado bien—suspira su prima con fingida inocencia.

—No te voy a regañar. Sólo te quiero preguntar algo —la peligra entra lazo sus manos sobre la mesa, lo que le confirió una postura de autoridad.

—Adelante, suéltalo —la rubia la mira directamente a los ojos, sabiendo cuál sería la pregunta que le iban a formular.

—¿Con quién te estás acostado?

—Con nadie —respondió rápidamente, pero Anna la conocia perfectamente y sabía que no estaría tan sonriente y relajada sin haber terminado con sus días de abstinencia.

—A mi no me engañas, Daniela. Ese buen humor que tienes solo puede significar una cosa —achica sus ojos. — Y tu sabes perfectamente a lo que me refiero.

—No soy la única que últimamente anda de buen humor —bufo enojada, porque no quería que su prima se enterara de lo que había entre ella e Iván o se vería obligada a acabarlo y ella no deseaba eso. — Imagino, por tu cara, que el idiota de tu esposo es muy bueno en la cama.

—No intentes cambiar el tema y responde a mi pregunta ya —le ordenó.

Al verse acorralada Daniela decidió que le diría parte de la verdad.

—Esta bien, lo admito. Soy culpable de disfrutar el mejor sexo que he tendido en mucho tiempo ¿Contenta? —respondió un poco molesta, más con ella misma que con su prima.

—¿Con quién? —interroga ésta.

—Desde cuándo debo de hacerte una lista de mis polvos —repuso.

—¿Por qué estás a la defensiva? —Con esa pregunta Daniela se dio cuenta de su error, porque Anna estaba analizando cada uno de sus gestos y expresiones.

<<Daniela, controlate. Recuerda "el que se enoja, pierde">> —se dijo a sí misma para calmarse. No podía dejar que Anna se enterara, tan pronto, de lo que había entre Iván y ella.

—Ve al grano ¿Qué quieres saber? —apretó sus manos por debajo de la mesa, para controlar sus nervios.

—¿Qué te traes con Iván? —le pregunta seriamente Anna. La ojiazules comenzó a reirse estruendosamente.

—Por favor, pri, sabes que él no es mi tipo —comienza a echarse aire con las manos. —Odio a los rubios ojos azules.

Ciertamente estaba cansada de los hombres con esas características fenotipicas, pero  Iván no era uno de ellos y estaba confiada en que Anna ignoraba que el verdadero color de ojos de Iván era verde y que su cabello en realidad era rubio oscuro.

—Eso creía, pero ustedes tienen una actitud muy sospechosa —tomó un poco de agua para aclarar sus ideas. —¿Te estás acostando con Iván?

—No, lo estoy hacienda con Adam —contesta tranquilamente y Anna se enfureció.

—¡Por qué me mientes! —explota la morena. Ella Odia que le mientan y viniendo de su prima, que es como su confidente particular, más todavía. —El hecho de que me haya ausentado dos semanas no quiere decir que no me entere de las cosas; sé muy bien que entre Adam y tú no ha pasado nada. Igual que entre Brad y Josefina.

<< ¿Quién habra sido el soplon? >> —se preguntó la rubia.

—¿Quén es tu amante, Daniela?  Y esta vez quiero la verdad.

Daniela se sintió entre la espada y la pared, por lo que prefirió evadir la pregunta.

—No te puedo decir quién es, lo siento.

— ¿Por qué?
 
—Él tiene miedo de que Adam o Adolfo se enteren y lo maten —tomó una bocanada de aire y Anna la entendió, porque ella sabía que Adolfo podría leer su mente y conocer el nombre del hombre que se acostaba con la mate del Beta de la manada.

—Anna, no quiero perderlo, me costó mucho convencerlo para que aceptará ser mi amante.

«En realidad no me costó nada, él se ofreció sólito» —se dijo a sí misma, pero eso no se lo diría a su prima.

—¿Es uno de los guardias? —Daniela se quedo pensativa varios segundos que activaron las alarmas de la morena. —¡Me estas mintiendo! ¡Iván y tú son amantes! —la acusó, creyendo que con eso su mascara de tranquilidad se caería, pero no fue así, la rubia mantuvo la calma en todo momento. Después de todo su trabajo consistia en eso, porque con ante cualquier astibo de nerviosismo en el juzgado el otro abogado podría agarrarse de eso para ganar el caso.

—No, entre tu cuñado y yo solo existen negocios —la morena la miró sin entender. —Iván me esta ayudando a conseguir los condones para mis encuentros sexuales —explicó la rubia y Anna fruncio el ceño.

— ¿Por qué no los compra tu amante? —la mirada recelosa de su prima le dijo que debía tener cuidado con sus próximas palabras.

—Él tampoco puede salir.
 
—No sé si creerte —el argumento de Daniela confundió a la morena, porque el único hombre que no podia salir de la mansion era Brad y no creía que él fuese capaz de algo así.

<<A menos que se este vengando de Adam>> —pensó luego la ojos color plata.

—Eso ya es problema tuyo —Daniela se puso de pie y caminó hacía la salida, pero antes de cruzar el umbral Anna habló:

—Voy a descubrir si me estás diciendo la verdad, Daniela.

En lo que Daniela estuvo lejos de la mirada de su prima soltó todo el aire que estaba conteniendo.

<<Eso estuvo cerca, debo hablar con Iván para que seamos más discretos ahora que Anna está aquí>> —pensó al reanudar el camino hacia su recámara.

En lo que estuvo frente a la puerta giró el pomo de la puerta y al ingresar se topó con los labios del castaño, como si con su pensamiento lo hubiese invocado.
—Hola, nena —Iván la saluda con una sonrisa luego de cerrar la puerta con seguro. —Te estabamos esperando.

Solo con esa frase la rubia se encendió, pero no podia dejarse llevar por sus deseos hasta no hablar seriamente con el hombre frente a ella.

—Es mejor que empieces a controlarte —dice sin aliento por el beso tan largo.

—¿Acaso no quieres un poco de esto?  —se señala completamente y ella sonríe al verlo como Dios lo trajo al mundo.

—Sabes que siempre quiero —él la vuelve a besar pero ella aparta la cara. —Pero de ahora en adelante debemos disimular mejor —él la mira confundido. —Mi prima esta sospechando que entre los dos ocurre algo.

—No creo, a penas llegó hace un par de horas, imposible que se haya dado cuenta —intenta volver a besarle, pero ella gira la cara y termina estampando los labios en la mejilla.

—La conozco como la palma de mi mano y sé que no se rendirá hasta que compruebe que su hipótesis es cierta —explica la rubia.

—La única manera de que se entere es que tú o yo se lo contemos —opinó Iván.

—Te equivocas, porque por tu culpa, por tu comportamiento durante el desayuno es que ella sospecha —le da un pequeño golpe en el pecho-.

—¿Pour moi? —se hace el ofendido y Daniela lo vuelve a golpear.

—Sí, en toda la comida no perdías la oportunidad para mirarme y ella lo notó.

—Es que no me canso de admirarte, nena —él recortó la poca distancia que los serapara y comenzó a besar su cuello. —Eres perfecta y traigo unas ganas enormes de estar dentro de ti.

Ella sabía que por más que intentará explicarle, él no iba a entenderle por las buenas porque estaba pensando era con la cabeza de su polla y no con el cerebro.

—No me dejas otra opción —Daniela sabía que la única forma de hacerlo comprender era amenazarlo con quitarle lo que más quería, como si fuese un niño. —Si no controlas tu instinto —ella se alejó de él. —Lo nuestro se acaba.

—¡QUÉ! —pronuncia Iván con mucho temor y fue en ese momento cuando se dio cuenta que lo que sentía por esa loca rubia era mucho más fuerte de lo que creía, porque no había tenido tanto miendo de perder a una mujer desde que perdió a su mate.

—Si alguien nos descubre, lo divertido de esta relación se acabaría y con ello se perdería mi interés por ti —dice fríamente cruzándose de brazos. —Así que te recomiendo que si quieres seguir comiendote éste bombo —se señaló entera. —Comportarte cuando estemos con los demás.

—Esta bien, nena. Con tal de estar contigo, haré lo que me pidas.

—Excelente —sonríe ella maliciosamente al lograr su cometido.

—Ahora que te he prometido comportarme me darás lo que vine a buscar —él intenta acercarse pero ella lo aleja nuevamente.

—No —él la observa con sopresa. Por el olor que desprende su cuerpo pensó que ella estaba tan deseosa como él.

—¿Por qué?

—Primero hay que direccionar las sospechas de Anna y ya sé sobre quién las dirigiré.

—¿Quién?

—Brad Miller.
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