.*Narrador omnipresente*.
Los días y las semanas fueron pasando y Daniela fue plantando los cimientos de su relación falsa con Brad en la cabeza de todos. Al principio nadie les creyó pero luego de ver que ellos hablaban con mucha complicidad, confianza y que se la pasaban casi todo el día juntos ese pensamiento cambio:
√Anna terminó creyendo completamente en la palabra de su prima y por eso le advertía, cada vez que podía, que terminara con esa relación, ya que era muy arriesgado continuarla, puesto que no era solo un lobo celosos sino dos.
√Adolfo, al igual que el resto, también cayó en el engaño de la rubia pero ignoraba completamente ese lío porque solo pensaba en el bienestar de su mujer y su cachorro.
√Adam, a excepción de todos, era el que estaba más relajado, pero por dentro parecía un volcán a punto de estallar. Solo estaban esperando las pruebas necesarias para poder matar a Brad, sin tener ningún tipo de consecuencia, pero no lo hacía por Daniela, porque no tenía cara para reclamarle el haberse enredado con su mate, las pruebas las buscaba para que no existiese un obstáculo entre él y Josefina, porque Daniela por ser su mate no tenía otra opción más que estar con él aunque no quisiera.
De todos la más preocupada era Josefina, aunque Iván no se quedaba atrás, ambos se moría de celos cada vez que veían a Daniela y a Brad cerca, pero ninguno podía decir nada; la primera porque no tenía moral para reclamarle por engañarla y el segundo porque conocía el plan de Daniela, pero eso no evitaba que la sangre le hirviera cada vez que ella abrazaba, le susurraba algo al oídio o se riera de las tonterías de Brad.
—No te preocupes, Bradi —dice Daniela abrazándolo por detrás.
—Dana, te he dicho que estas muestras de cariño son algo excesivas —susurró Brad tan bajo que solo ella pudo escuchar.
Cuando Daniela trazó su plan pensó que podría tener a Brad como amante de verdad, pero el humano fue muy correcto al decirle que él no le pagaría a Josefina con la misma moneda, puesto que eso lo haría ser como ellos. Así que a la ojiazul no le quedó mas remedio que proponerle que armarían esa farsa para darle una cucharada de su propia medicina y Brad aceptó gustosamente, porque en lo más profundo de su ser anhelaba ver a la pelinegra ardiendo de celos por él, aunque los sentimientos que él sentía por ella no fueran los mismos que antes.
—Todo saldrá bien, nuestro sobrino y Anna estarán sanos y salvos —la rubia obvio lo que dijo Brad y plantó un beso en su mejilla, incrementando los celos de Josefina hasta niveles inimaginables, pero por más que quisiera partirle la cara a la mustia de Daniela, Adolfo le había ordenado, haciendo uso de su poder de Alpha, que no podía tocarle un cabello a la prima de su luna.
—No te preocupes por ella, Fina, Brad nunca se convertiría en su amante —le susurró Iván a la chica, porque a pesar de la orden de Adolfo temía que en un arranque de celos la loba lastimara a su loca y muy hermosa rubia.
Adolfo, más que estar pendiente de lo que pasaba a alrededor o siquiera percartarse de la tensión que existia entre Daniela, Josefina, Brad, Adam e Iván estaba pendiente del momento en que las puertas de la habitación se abrieran y alguien salieran para informarlo sobre el estado de su esposa e hijo, ya que el medicobrujo vino específicamente a evaluar el embarazo de la Luna Superlativa.
«Diosa Luna, te lo suplico, que tanto mi mujer como mi cachorro estén en perfectas condiciones» —pidió con mucha fe.
La última vez que Isidoro había chequeado el embarazo las noticias no eran muy alentadoras, ya que el cachorro iba a nacer antes de tiempo y eso conllevaría a la muerte de su mujer en el momento del parto, por lo que de todos el Alfa era el más preocupado, ya que estaban en esa situación por su culpa.
*'Si no hubiese sido tan ciego la vida de nuestra mate e hijo no correría ningún riego'* —se quejó Velika en el momento que las puertas se abrieron.
Margaret, Isidoro y Anna salieron e inmediatamente el alfa corrió a abrazar a su amada y aspirar su aroma para poder controlar su nerviosismo. Ella al notar el grado de ansiedad que tenía su marido sonrió abiertamente, porque su amado solía ser muy un exagerado a veces.
—Solo fueron 40 minutos, Adolfo, déjala respirar —comentó Isidoro con humor.
—Fueron los 40 minutos más caóticos y eternos para mí —susurró en el oído de su mujer.
—¿Cómo está el bebé? —Josefina fue la única que fue capaz de formular la pregunta que todos se estaban haciendo en lo que se agruparon alrededor del médico.
—Como saben el cachorro, por culpa de su padre, — Isidoro tomó la palabra y miró mal a Adolfo —adelantó su desarrollo —con eso todos temieron lo peor. —Así que el bebé será ochomesino.
Los ojos del alfa se enfocaron en Isidoro y lo observaron con confusión, porque hasta donde sabía con ese tiempo de gestación la vida de su mate no correría peligro, al menos hasta donde él sabía.
—Eso quiere decir que…
—Tanto madre como hijo están perfectos y ambos vivirán después del parto —Margaret terminó la oración de Adolfo.
Todos sintieron un enorme alivio recorrer sus cuerpos con esa noticia.
—Siempre y cuando no se presenta ninguna complicación durante el mismo —añadió Isidoro e Iván dio dos pasos delante del grupo.
—Estoy feliz por mi cuñis, pero alguien me podría explicar qué pasó aquí, porque tú habías dicho que el embarazo se había adelantado dos meses y medio —tomó la palabra expresando la dudas de la mayoría de los presentes.
—Mentí —respondió Isidoro luego de encogerse de hombros. —Solo fueron cuatro semanas lo que el cachorro de adelantó, pero para hacerlos entrar en razón y asustarlos les dije que era más tiempo.