Soy la mate del alfa

Cap 63 parte 2

.*Anna*.


Después que mi propia luz me cegará me sentí peridida y extremadamente liviana, como si mi cuerpo estuviese flotando entre nubes esponjosas, lo que me hizo pensar que Naia me había engañado. Pero cuando comencé  oír unas voces que no paraban de decir mi nombre recobre la esperanza de volver a ver a mi familia.


—Hermano, debes dejarla ir, Anna debe descansar en paz —logré identificar esa voz como la de Iván.


—No pueden llevársela, ella está viva. Ustedes vieron como cambió su fisionomía  —dice Adolfo y voy sintiendo como cada célula de mi cuerpo se va despertando, ya que empecé a sentir el calor que emanaba su cuerpo.


—Eso debió ser un efecto colateral de la infusión que le di, Adolfo —explica Vladimir. —Por eso es imperativo que saque ese líquido de su cuerpo lo antes posible o no podrá descansar en paz.


«Si hacen eso tu cuerpo morirá y tendrás que asumir mi lugar» —la voz de Naia se cuela en mi cabeza.


—Está bien —dijo mi esposo con un nudo en la garganta. —Te amo, belleza


Luego de eso sentí como unos suaves y conocidos labios se posaron sobre los míos para darme un casto beso antes de colocar mi cuerpo sobre la cama.


—Llevensela lejos de mí, no la quiero ver —agregó con mucho pesar justamente en el momento que el llanto de un bebé se empezó a oír. Todos los nervios de mi cuerpo se alteraron; quise abrir los ojos y correr para arrullar a ese bebé pero mi cuerpo no respondía a mis ordenes.


Sin embargo, seguí intentando, porque no había llegado hasta aquí para no estar con mi familia. Después de varios intentos pude abrir los ojos y me topé con la imagen de Adolfo llorando en el hombro de Vlad.


—Ni creas que te desharás  de mí tan fácilmente, perro cobarde —digo muy tranquilamente al sentarme en la cama con cuidado.


Adolfo en lo que oyó mi voz se se giró rápidamente y note que tenía los ojos muy rojos, imagino que de tanto llorar, y la boca abierta.


—¿Anna…? ¿Eres… tú…? —su tartamudeó me causó mucha gracia.


—¿Quién más podría ser?


Él no lo dudo un segundo para lanzarse a mí. Me envolvió en un gran abrazo, que de no ser porque ahora soy inmortal probablemente me habría matado.


—¡Controla tu fuerza, idiota! ¡La vas a terminar de matar! —exclamó Iván, haciendome reír más.


—Por favor, no te vayas nunca, por favor —suplicó al juntar su frente con la mía. —No podría vivir ni siquiera un día sin ti —me dio un rápido beso en los labios. —Prometeme que no me darás otro susto de este tipo. Prometeme que te quedarás conmigo siempre. Prometeme que jamás te irás dejándome solo este mundo vacío —susurró en medio del llanto. Yo tomé su rostro entre mis manos para que me viera a los ojos.


Sabía que no podía prometerle eso, porque dentro de unas décadas tendría que dejarlo a él y a mi hija, pero no quería preocuparlo con eso ahora.


«Después tendré oportunidad para decirle. Total nadie sabe que acepté mi parte divina para esta aquí y mucho menos lo que Naia pretende hacer en el futuro» —pienso.


«Te equivocas, el príncipe de las tinieblas sí» —me corrige Naia.


Mis ojos enfocaron a Vladimir, que nos observaba con el ceño fruncido.


Era consiente que por mucho que el vampiro amara a mi hija no me guardaría semejante secreto, por lo que me dije a mí misma que debía hablar con él para convencerlo.


—No te preocupes por eso —le digo acariciando su mejilla. —Ahora es que tienes Anna para rato —digo en forma de broma para que Adolfo deje de llorar. —Específicamente para más de una eternidad —él me miró sin entender. —La reconocí como mi madre, ahora soy la hija de la luna y ella me concedió el permiso de venir con ustedes otra vez —admití la verdad a medias, porque solamente así podría pedirle a Vladimir que se mantuviera callado.


Un Iván emocionado aparta a mi esposo de un empujón y me agarra las manos.


—¿Eso quiere decir que eres inmortal? —pregunta con diversión en sus ojos.


«¿Qué se trae esté en mente? ¿Para qué quiere saber eso?» —pienso mientras asiento lentamente y él aplaude como niño pequeño.


—Escuchaste eso, hermanito —Iván lo enfoca. —Ahora mi cuñis se mantendrá bella y joven para siempre...


—En cambio tú iras envejeciendo paulatinamente —terminó la frase Vladimir y ambos se rieron como dos locos mientras mi esposo le lanzaba una mirada asesina.


Volver a tener la dicha de contemplar este tipo de escenas me hizo muy feliz, pero al mismo tiempo me embargó una enorme tristeza, porque en el momento que menos me lo espere tendría que dejarlos a todos para ser algo que no quería.


—Cuñis, te ves fantástica con ese nuevo look —comenta Iván con referencia a mi cabello y color de piel.


—Gracias, Iván —miré a Adolfo. —¿Tú qué opinas?.


—Para mí nada cambio, sigues siendo la misma de siempre; esa chica obstinada que me robo el corazón desde el primer día —los ojos azules de Adolfo se volvieron dorados, algo que me extrañó ya que eso solo ocurre cuando ves a tu mate antes de marcarla.


—Adolfo, tus ojos… —no pude terminar la oración porque Vladimir se acercó a mí con mi pequeña Victoria en sus brazos.


—Alguien está muy ansiosa por ver a su mamá —dice él antes de entregarme a mi hija. Tener de nuevo a mi bebé entre mis brazos,volver a sentir el calor de su cuerpo y escuchar los pequeños latidos de su corazón provocó que varias lágrimas inundaran mis ojos.


—Victoria —susurré su nombre y sus grandes y expresivos ojos me observaron directamente y luego con su manita agarró mi dedo.


Solo eso basto para sentir que todas mis preocupaciones y miedos se esfumaban, para dejar en su lugar solo felicidad y paz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.