Magda se fue a un lugar despejado en un campo, desde allí llamó a la policía para auto denunciarse.
En el centro de mando recibieron la llamada como una de las tantas, que acusaban hasta a los extraterrestres de lo que pasaba. El científico a cargo escuchó la llamada de la mujer, abrió los ojos asombrado al reconocer la voz, junto un grupo y exigió personal militar para ir a buscar a la muchacha.
Ella ya estaba perdiendo la esperanza que le hubieran creído, cuando en el cielo vio varios helicópteros que la rodearon.
— ¿E-23? Por fin todo me cuadra — la voz sonaba metálica, por el sistema que usaba en su traje aisladante.
— ¿Usted me conoce?
— Sí —se dio vuelta y se dirigió a todos los presentes — no se quiten la protección, tú, entra aquí rápido — la levaron en una vagoneta a un bunker bajo tierra.
— ¿Qué pasa conmigo? ¿Soy quién contagia a la gente?
— Pensé que estabas fingiendo, pero veo que de verdad no recuerdas nada — rio irónico el hombre de ciencia, sus ojos brillaron dentro del casco.
— ¿QUIÉN SOY? — gritó desesperada la mujer, apretando los puños.
— Eres E-23, en los años 50 se te incluyó en un experimento junto a 99 niños más, estábamos buscando como alargar la vida, sin enfermedades y con apariencia joven por muchos años.
— ¿Qué le hicieron a nuestros padres? ¿Mataron a mi familia para usarme?
— No somos monstruos, todos ustedes eran huérfanos, a nadie les importaban. Los expecimenes de prueba fueron muriendo uno a uno, luego de diez años, cuando cumpliste 20, fuiste la única sobreviviente — su voz tomó un tono orgulloso — cuando te pusimos la última dosis del preparado E-23, ya nada te hizo daño, tu cuerpo no cambiaba, no se deterioraba jamás, los daños se regeneraban solos, eras inmortal — su voz se volvió baja — pero casi al mes de que lograste el estado perfecto, quienes tenían contacto contigo sufrieron fiebre, murieron unos días después, cuando les íbamos a hacer la autopsia, volvieron a respirar, pero toda su actividad cerebral había desaparecido, solo quedó lo más básico, dormir... sobre todo comer, al mes del contagio, los infectados morían por segunda vez, su cuerpo inmediatamente se convertía en polvo, por suerte ni las mordeduras, ni arañazos contagiaban el virus que se desarrolló en tu cuerpo, tú eres el único medio de contagio, por eso te encerramos en una cámara y sellamos todo con cemento. Nunca pudimos replicar el resultado que tuvimos contigo, Blue.
— ¿Así me llamaba? Blue...
— Para nosotros eras solo E-23 ¿Cómo hiciste para salir?
— No recuerdo nada, no miento.
Cuando el científico la sujetó del brazo, ella siento un latigazo de energía en su cerebro, recordó como estuvo más de 40 años tratando de salir, como se hizo tiras las uñas que volvían a crecer inmediatamente, el hambre y la sed interminables, hasta que por fin logró encontrar una parte débil en su prisión, con un fierro que rompió de un lugar en el techo, abrió un pequeño respiradero que habían tapado solo con tierra antes de habilitar el lugar como laboratorio, cuando salió de allí, debido a la angustia, el dolor y la conmoción, olvido todo lo que le había ocurrido.
— ¿Ustedes me dejaron enterrada vida?
— Era lo único que podíamos hacer, no hay forma de destruirte, solo un calor que nada en el planeta podría generar desaparecerías, ahora haremos lo mismo, pero esta vez me aseguraré que nunca más salgas de este sitio.
— No, no quiero volver a pasar por eso de nuevo — trato de huir, pero fue reducida rápidamente, en el forcejeo a uno de los soldados se le rompió el sello de su traje, al ver eso, su mirada se volvió la de un desquiciado, sacó su pistola y se disparó, los demás lo miraron un segundo y siguieron con su trabajo.
— Cuando les avise llévenla al cuarto 13, allí prepararé una cámara que la hará dormir para siempre, luego sellaremos este lugar para que ni una pulga pueda salir.
Los gritos siguieron resonando mucho tiempo luego de que ella fue retirada de allí.
— Que bueno que le dará algo que la dejará dormida por siempre, así no sufrirá tant...
— Idiota ¡¡¡No me importa lo que le pase!!! Solo así no volverá a escapar, si no puedes matar a un insecto, lo mejor es dejarlo donde no moleste a nadie.
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Pasaron más de 50 años desde que Blue estaba en hibernación, ese día un investigador de la pandemia de zombies, que fue comisionado por el gobierno de turno para averiguar como se dio y cómo se detuvo la pandemia, buscó un laboratorio escondido dentro de una montaña, según las notas personales del investigador en jefe, allí fue donde terminó todo. Entró y encontró que los sistemas de apertura estaban bloqueados, todo estaba sellado.
— Este es el último lugar donde se investigó un caso de zombies, aunque el tipo tenía un disparo en la cabeza, un año después se supo que tuvo el virus en su cuerpo, seguramente acá debe estar el secreto.
Con una fuente de poder que llevaba en su camión, logró hacer un cortocircuito y pudo abrir las puertas, recorrió todas las habitaciones hasta llegar a un hangar, que lo llevo a un lugar indicado con el número 13, había un letrero que alertaba de un gran peligro para quienes entrarán.
— Acá debe ser.
Al traspasar la entrada quedó sin aliento, aún para la tecnología que él conocía en su presente, eso era impresionante para haber sido construido hacía 50 años atrás.
— ¿Cómo encontraré un frasco con un virus en un lugar tan grande? — no había estantes como había pensado — ¡¡Qué diablos tienen aquí!! Debo haberme equivocado de lugar.
En el centro vio una cápsula gigante, se acercó por las escaleras que rodeaban el contenedor, al ver a quien estaba adentro perdió el habla, parecía un hada, una sirena o una diosa.
— ¿Quién pudo hacerle esto? La mataron y la dejaron aquí para que el cadáver no se descompusiera, tal vez en ella probaron la cura para el contagio zombies, pero si fue así ¿Por no la enterraron? — cuando se acercó, se dio cuenta que la mujer respiraba suavemente — no puede ser, seguramente la dejaron hace poco.
Editado: 22.12.2023