Cuando puse un pie en el orfanato, sentí un peso en el corazón, sólo la entrada era un lugar lúgubre, triste sobre todo por ser el hogar de niños, mire a mi alrededor y noté que necesitaba pintarse, seguimos a la portera que nos llevaría con la directora, me mordí el labio cuando pasamos frente a la cancha, varios niños se agruparon y nos observaban sonrientes, otros saludándonos y otros niños simplemente nos miraban con tristeza, imaginé a Lena mirando a un adulto cuando llegaba, con la esperanza de tener un hogar, las lágrimas escaparon, Maximiliano lo notó y pasó un brazo alrededor de mis hombros, lo miré a los ojos y él me sonrió.
- Tranquila - asentí y seguimos caminando en silencio, cuando nos abrieron la puerta de la oficina de la directora, los nervios me invadieron.
Sentí el suave empujón de Maximiliano en mi espalda, la mujer detrás del escritorio nos escudriñaba con la mirada, no sonreía, sentí pesar por cada niño que vivía ahí con esa mujer que se miraba fría.
-¿En qué les puedo ayudar?- extendió su mano indicando que nos sentáramos.
- Yo...- pasé la lengua por mis labios que estaban secos - Yo...
- Lo siento, mi esposa - miré rápidamente a Maximiliano - Sufrió un accidente y ha perdido la memoria, estamos reconstruyendo poco a poco su vida pasada, ella creció aquí.
Sentí la mirada penetrante de la mujer.
- Creo recordarte, no estoy segura, por aquí vienen muchísimos niños.
- Soy Lena - ella frunció el ceño, la miré que se quedó pensativa.
- No sé si te acuerdas pero yo daba clases de gramática, hace un par de años, tomé la dirección del orfanato - negué con la cabeza - Eras la niña que decía lo que pensaba, ya te recuerdo, te llamé muchas veces la atención.
-Estamos buscando información, Lena quiere saber todo de su pasado, empezando por el día que vino aquí.
- Ya veo - se recostó en su silla -Luego que pasaron los años decías que no te interesaba nada de tu pasado -miró a Maximiliano - ¿Estás segura? - asentí - Bien, ¿qué edad tienes?
- Veintisiete años.
Se levantó de su silla y llamó a su asistente.
- Necesito me busques información de hace Veintisiete años, de Lena, vino aquí siendo una bebé de cuatro meses.
- Me llevará tiempo - contestó la mujer.
-¿Cuánto tiempo?
- Estamos hablando de veintisiete años, sabe cuántos niños pasaron por esa época y no olvidemos el poco control con los expedientes que llevaba la antigua directora.
- Podemos ayudar - me mordí el labio esperando respuesta.
La directora me miró y luego a Maximiliano, se encogió de hombros.
- Pueden ayudar, pero será sólo por la mañana que es cuando los niños están en clases, se emocionan mucho al ver adultos en el orfanato, se imaginarán la razón, pueden comenzar mañana.
Ya viendo a la mujer me di cuenta que no era tan fría como había creído, medio me sonrió.
-Me alegra saber que hiciste tu vida Lena, espero recuperes la memoria pronto - miró a Maximiliano - Tengo idea de haberte visto antes -frunció el ceño.
- No, primera vez que vengo con mi esposa - me ayudó a levantarme y sin previo aviso rozó mis labios con los suyos... nuevamente un beso de mentira.
- Bien, los esperó mañana, pueden quedarse en el pueblo, la posada debe tener algún cuarto disponible, aquí no los puedo hospedar porque no quiero darles falsas esperanzas a los niños.
Ambos asentimos y salimos en silencio de la oficina.
Maximiliano
Caminé junto a Elena, en silencio, en menos de dos días había roto mi regla: yo no besaba en los labios, para mí un beso era donde dos personas podían tocarse el corazón, era algo muy personal, la unión de dos almas ¿cursi? A veces lo era pero me lo reservaba para mí sólo, la última vez que había besado a alguien fue a mi ex esposa Paula y eso había sido hace más de tres años, las relaciones que había tenido eran físicas sin besos, las mujeres involucradas siempre estaban de acuerdo, pero mi punto es que había roto mi regla, hace años leí por ahí que un beso perturbaba el cerebro y este enviaba sensaciones hacia todo el cuerpo, entre ellas el calor, mareo y justo así me sentía, afectado por el roce de sus labios.
La miré nuevamente y no evite recorrerla con la mirada, era una mujer preciosa y no sólo por su físico sino porque en su mirada podía notar nobleza, comprensión y sobre todo que no era indiferente.
Sus ojos estaban sobre cada niño que estaban en la cancha, saludando con sus manitos y con la súplica en su mirada.
Ella me miró y sus ojos estaban cuajados de lágrimas.
- Entiendo porque mi hermana no quiere saber de nosotros, este lugar roba esperanzas a la mayoría y mi hermana aquí las perdio - vi su rostro bañado en lágrimas y no quise evitar abrazarla, su corazón sufría porque no había podido ver a su hermana pero hasta ese momento al ver la tristeza reflejada en cada mirada, Elena pudo comprender al fin a su hermana, ella creció sola, sin esperanza, mientras ellas crecieron bajo el ala de su madre y de su padre.
Editado: 02.01.2022