Soy la número 2 [saga Arévalo #4]

Capítulo 17

Miré el número en la pantalla que no conocía, atendí la llamada.

- Habla Maximiliano.

- Señor Maximiliano, soy Rosa la que trabaja en el Orfanato Santa Clara.

-Rosa, ¿cómo está?

- Le tengo buenas noticias-

- Dígame Rosa-

- Encontre el verdadero expediente de su esposa - me enderece en mi silla- Creo había mucho desorden en la administración anterior, imagínese poner el expediente en el cielo raso -fruncí el ceño.

- ¿Cómo lo encontró ahí?

- Se empezó a sentir un olor que ni le cuento, llamé al señor que nos ayuda a arreglar toda la fontanería, quitó un cuadro del cielo raso, encontró la rata muerta y el expediente.

- ¿Quién más sabe del expediente?

- Por el momento sólo usted, Don José reviso si habían más pero solo estaba el de su esposa, era un desorden supongo pensaron estaba extraviado por tal motivo hicieron uno nuevo.

- Rosa por favor saqué el expediente del orfanato, le enviare la dirección por mensaje, este fin de semana estaré en una boda y está cerca del orfanato, mi esposa se lo agradecerá si nos ayuda.

Se quedó en silencio.

- Puede enviar el mensaje a este número, no le diré nada a doña Martha, supongo tienen una buena explicación para pedirme esto.

-Le prometo que se la daré, ¿doña Martha es la directora?, que pena no preguntamos con mi esposa, eran muchas emociones.

- Si, doña Martha Marín, disculpe pero no tengo como moverme hasta donde usted, él orfanato paga poco, sólo ganó para lo más básico.

- Envíeme la dirección donde la pueden llegar a recoger, cuídese, saqué hoy mismo el expediente.

- Lo haré.

Me quedé pensando, me daba cuenta que alguien había metido mano en el expediente de Lena, lo único que se me ocurría es que hasta ahí llegó la policía buscando a la niña robada, por tal motivo le cambiaron el nombre, podía apostar que la escondieron cuando la policía llegó a inspeccionar, el orfanato fue cómplice del secuestro de Lena, ¿pero por qué? La familia de Lena no era adinerada, no había ninguna herencia de por medio, si el móvil fue la venganza la persona que lo hizo debía odiar con todas sus fuerzas a la familia Clark para haberse tomado tantas molestias en cubrir el rastro de Elizabeth.

Seguí guardando mis pertenencias, el sábado era la boda de Salomón, aprovecharía para hablar con Lena, para que le diera la oportunidad de conocer a sus dos hermanas, por la madre y el padre no abogaría aún, tenía que tener pruebas que demostrarán la inocencia de Andrea y la de Gastón Clark.

Sonó el timbre, esperaba que no fuera Paula, miré por la mirilla y me sentí feliz al ver a mi ángel de ojos azules.

Cuando le abrí, me abrazó fuerte.

- No te has marchado y ya te extraño - acaricié su mejilla.

- Ven conmigo - ella me miró con una gran sonrisa.

- No puedo, Gloria no estará... - calló cuando me vio con el ceño fruncido - Debes confiar en mi Max.

- En ti lo hago pero en ese tipo no, ¿has visto cómo te ve?- ella negó con la cabeza - Te ve como si fueras un trozo de pastel en una vitrina - soltó una suave risa.

- No es así Max, nadie me mira de esa forma - acerqué mis labios hacia lo de ella, la besé lentamente.

- Yo lo hago, no eres consciente de lo bella que eres - la volví a besar, ella paso sus brazos alrededor de mi cuello.

Fue el beso más profundo, más tentador, nuestras respiraciones se fueron tornando agitadas, la cargué en mis brazos hasta mi cama.

La acosté y yo me puse a su lado, mis ojos se perdían en el azul de ella.

- Eres mi ángel de ojos azules - me sonrió.

- Soy todo menos un ángel - su voz estaba ronca, mis manos desabrochaban los botones de su blusa.

- Ñara mi eres mi ángel, tú me has salvado - me incliné y empecé a devorar sus labios.

Adoraba ser quien le hacía sentir tanta pasión, ella hacia lo mismo que yo, repetía las mismas caricias que yo le hacía.

Su inocencia con sus manos torpes me volvían loco, nunca fui machista en que la mujer debía llegar pura al matrimonio pero con Elena lo primitivo salía a relucir, me encantaba ser yo quien le enseñaba, ser el primero y el ultimo que veía su precioso cuerpo desnudo, su piel tan suave y tan delicada, era perfecta y ¡era mía!

Mi cuerpo se sintió gozoso cuando entró en ella y rompió la barrera, Elena Clark era mía para siempre y que nadie se atreviera a buscar a arrebatármela porque por ella iría al fin del mundo, ella se entregó a mí pero yo también me había entregado a ella, yo le pertenecía en cuerpo y alma.

 




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