Soy la número 2 [saga Arévalo #4]

Epílogo

Cuando escuché la frase los declaró marido y mujer me sentí tan feliz, era la esposa de Max.

Eloise se acercó y me abrazó fuerte, siempre estuvimos juntas pero ahora nos íbamos a separar para yo empezar una nueva vida junto a Max.

Mi madre lloraba de emoción, don Victor le tendió un pañuelo, sonreí el suegro de Lena era muy atento con mamá, me alegraba por ella, por años estuvo bajo el maltrato de Gastón, era tiempo que mamá fuera feliz.

- ¿Lo has notado?- miré a Max, él también miraba la escena de mi madre y lo atento que era don Victor.

- Si, lo he notado - él me abrazó y me dio un beso en la cabeza.

- Estás bellísima y toda mía - enarque una ceja Max era posesivo totalmente aunque al parecer era algo muy típico de los Arévalo, no me molestaba al contrario me sentía feliz.

Caminamos en medio de todos los invitados, me tomó entre sus brazos y comenzamos a bailar.

- ¿No te arrepientes? - sus ojos grises se oscurecieron.

- Elena te amo, no tengo porque arrepentirme, estoy muy seguro que eres la mujer que amo y amaré para toda la vida, ya me imagino nuestra vejez juntos rodeados de nietos.

Solté una suave carcajada.

- No tenemos hijos aún y ya piensas en nietos - besó mis labios.

- Quiero muchos hijos Elena, veo a Sébastien feliz con Marco y con la llegada de los trillizos, Salomón disfrutando a sus gemelos y a los tres pequeños, me han contagiado y deseo ser padre muy pronto.

- Entonces tenemos que trabajar mucho en ello Max.

Cuando dejamos de bailar, me acerqué a la mesa donde estaba mi familia, hoy era feliz, mi boda soñada.

- Muy guapa muchacha - le sonreí a mi abuela - Tienes que aprender de tus dos hermanas, son muy parecidas a mi - abracé a mi abuela, a pesar de su edad había movido a toda la familia para preparar mi boda, era maravilloso tener a la familia de nuevo, Gastón nos había apartado pero estamos juntos nuevamente, mi abuela miró con los ojos entrecerrados a mamá y a don Víctor dirigirse a la pista.

- Se ve buen hombre Víctor, espero no sea un viejo pendejo y solo pase sobandole la mano a tu madre, Andrea necesita que la sacudan - abrí los ojos sorprendida, mi abuela hablaba de don Victor enfrente de sus hijos y nueras.

- ¡Abuela!- miré a Sébastien y Salomón pero me sentí mejor al verlos partidos de la risa.

- No te preocupes, esos dos son peores que nuestra abuela - miré a Lena que me sonreía -Ella tiene razón, con lo que he escuchado de como martirizaba Gastón a mamá es tiempo que ella sea feliz y don Víctor es buen hombre y muy guapo aún.

Ambas los miramos bailar, mamá se veía feliz.

- Me he enterado por Sébastien que la tal Paula ahora anda buscando a hacer las pases con el padre de su hijo - miré a mi Lena.

- ¿Ah si? - ella asintió.

- Cuando supo que Maximiliano se casaba se volvió loca destruyó la habitación del hotel donde se quedaba y no tenia como pagarlo, su esposo había cancelado todas sus tarjetas de crédito, supongo que pensó que al ser la madre de su hijo él la mantendría como reina pero a ningún hombre le agrada que abandonen a sus hijos.

Asentí asombrada de lo loca que era esa mujer.

- ¿Cómo hizo con el hotel?

- Mi querido suegro pagó pero con la condición que dejará en paz a Maximiliano, la hizo firmar un documento, don Víctor es protector con los suyos y para él ustedes forman parte de la familia.

Abracé a mi hermana, aprovechaba cada oportunidad para hacerlo no olvidaba que ella había crecido en un lugar en donde los abrazos, los besos y los te quiero no existían.

- Me alegra haberte encontrado al fin - su panza no dejaba que la abrazara tan fuerte como yo deseaba.

- Y yo me alegro que ustedes nunca desistieron de buscarme aún cuando en mi ya no existía la esperanza, Gastón las había matado - extendió su mano para que se uniera al abrazo Eloise - Al fin estamos juntas de nuevo y esta vez será para siempre, yo te juró Elena y Eloise que nunca las dejaré solas, peleare por ustedes siempre.

Seque mis lágrimas.

- También yo les prometo lo mismo, haré lo que este en mis manos por verlas felices - Lena y yo miramos a Eloise nuestras palabras eran más para ella.

Eloise sonrió.

- Prometo que también haré lo mismo por ustedes.

- ¿Si un día interferimos en tu vida, nos perdonarás? - Lena se atrevió a preguntar.

- Claro si lo hacen es porque me aman - ambas nos miramos y sonreímos, Eloise nos había autorizado sin saberlo.

- Me robare a la novia - Max me tomó entre sus brazos, me sacó del salón y nos dirigimos a su auto.

- No nos despedimos - él sonrió.

- Amor ya todo mundo sabe que los recién casados se escapan para estar solos.

Max condujo en silencio, no dije nada no quería distraerlo.

Cuando se detuvo miré alrededor.

- ¿El mar?- el asintió, rodeó el auto, cuando me abrió la puerta me ayudó a bajar, me miró a los ojos.

- Es de Salomón y Julieta esta casa - miré la casa, me gustaba - Estaremos sólo unos días aquí,saldremos fuera del país 

- Nunca había viajado no teníamos dinero con Eloise

 - Te llevaré a París - sonreí y asentí.

- La ciudad del amor  - él asintió.

Entramos a la casa, me llevo a la terraza, había una champagne en una cubeta, copas, fresas. Enarque una ceja al ver el colchón con sábanas de seda.

- Así que mi noche de bodas será en una terraza - me abrazó y me miró a los ojos.

- Debajo de las estrellas y de fondo el sonido de las olas - sonrió - Suelo ser muy cursi.

- Te amo así Max - me besó y fue desabrochando mi vestido de novia, cuando cayó al suelo me gustó como recorrió con la mirada, mi ropa interior casi inexistente regalo de Lena, inflamo el cuerpo de Max, lo podía notar, sonreí cuando me tumbo en la colchoneta y el se despojó rápidamente de su traje.

- Te amo Elena Arévalo - besaba mis labios con pasión - Y es para siempre.

Las estrellas fueron testigo de nuestra unión, me alegraba haber conocido a este hombre maravilloso que no fue valorado por su primer esposa, ella perdió a un gran hombre y yo lo ganaba porque Maximiliano Arévalo era totalmente mío.




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