Siento a la chica apartarse disimuladamente del medio de los dos para colocarse detrás de mí. El chico parece que está a punto de saltar sobre ella y no entiendo el motivo, muevo mi ceja en desconcierto mientras lo miro.
—Esteban, ¿puedo hablar contigo un momento sin Celeste?— Casi gruño mientras lo pedía.
—Disculpa pero ¿Quién crees que eres? —Fue mi cruda respuesta, pude observar claramente como su rostro se deformo en una mueca de dolor.
— ¿Qué quieres? Isaac—. Habló la chica, Celeste la había llamado Isaac, aun atrás de mí, podía sentir su mano temblar en su débil agarre en mi camisa.
—No es contigo con quien quiero hablar, podrías irte Celeste. —Un tinte rojo cubrió sus ojos. Isaac era un hombre lobo alfa.
Cuando estaba por interrumpirlo el teléfono de Esteban sonó, miré a Isaac con disgusto por hablarle a la amiga de mi hermano así, pero no me llamarían si no era algo importante, asi que sin importarme nadie ni tampoco quién era el que llamaba, contesté.
«—En una hora y media es la junta, tú tienes que estar presente.»
La voz de Romina sonaba molesta. Me había olvidado completamente de la junta de hoy por la empresa y ella al parecer también o había olvidado. Por tomar la decisión de manera apresurada se me pasó por alto ese gran detalle. Me alejé varios pasos para tener un poco de privacidad en la llamada, sumado a mi magia comencé a planear lo que tenía que hacer.
«—Manda a alguien por mí en helicóptero y que alguien rastree mi ubicación hasta el edificio con helipuerto más cercano, urgente—.» Fueron mis órdenes para luego terminar la llamada, Isaac me miró con una ceja alzada a lo que no tomé importancia, ya me iba a encargar de él más adelante.
—Tengo que irme Celeste, es algo sobre el médico por lo que me saltaré las clases de la mañana. Te veo en la tarde, ¿Esta bien?
Apenas ella dijo que si me di vuelta y me encamine lejos de ellos sin permitirle a Isaac detenerme ni decirme nada, todas las personas con las que me cruzaba se apartaban de mí con muecas de asco e insultos susurrados. Sentía mi magia correr con furia sobre mi sangre y a mi guardián molesto queriendo mostrarles su presencia.
«—Sabes que podríamos hacerlos papillas a todos en tan solo segundos.» La gruesa y áspera voz de Kodak sonaba molesta y vengativa.
«—No somos iguales a ellos Kodak, sólo mejores. Justamente eso les vinimos a demostrar.» Lo tranquilice mientras lograba salir den instituto y seguir mi camino.
Llego a un edificio con plataforma para helicóptero y espero unos minutos hasta que el helicóptero con el logotipo de la empresa inmobiliaria llega y aterriza. De esta bajan Romina y Von Trein quien viene con otra persona más. Miro ese cabello negro y esos ojos penetrantes y gélidos, reconociéndolo al instante.
— ¡Franco!—. La emoción en mi voz es palpable. Ya había pasado un buen tiempo desde la última vez que nos habíamos visto.
— ¡Idiota!—. Reí ante su comentario mientras los veía bajar y acercarse hasta estar a muy pocos centímetros de mí.
—Ya van a comenzar—. Acusó Romina mientras giraba los ojos en dirección nuestra.
—Son jóvenes, Romina. Déjalos ser. —Nos defendió Tren, solo para molestar más a la pelinegra.
—Ustedes, dejen su eterno bromance y suban de una vez al helicóptero de una vez. Se está haciendo tarde.
Entre platicas muy amenas y chistes de parte de los tres hacia mí, volvimos a subir al helicóptero que despego bajo mi estricta orden rumbo a mi empresa en Nueva York. El viaje duro unos cuantos minutos a mi parecer tras ponerme al día con mi amigo de sus viajes y lo que había pasado pero sin hablar de la muerte de mis padres, pero por las miradas constante que me daba. Bajamos justo en la azotea de la inmobiliaria para ir directo a la sala de juntas.
Estaba sentado en la cabeza de la mesa, en el lugar que anteriormente ocupó mi padre, en ambos lados estaban parados como apoyo Romina y Erik y frente a mí sentados estaban los socios de la empresa. Me miran con una pizca de desprecio o envidia a lo que yo les sonrió con cinismo. El notario familiar al, él abogado y el escribano están presentes mientras se lee el testamento. Para asombro de nadie y molestia de muchos la última voluntad de mis padres quedaría bajo la tutela del señor Von Trein y la señora Wilson y pasaría a tener disposición absoluta de todo lo que poseían mis padres, es decir, el seguro de vida, la herencia familiar, propiedades, incluidas la empresa. Pero como soy aún menor de edad y hasta que cumpla la edad de dieciocho años, Romina quedará como SUB-CEO, teniendo yo el poder definitivo en cualquier caso importante.
Sonrío recordando que hasta mi padre y madre confiaron en Romina como yo, dejándole a cargo de todo en su ausencia. Tome su mano que estaba en mi hombro derecho como apoyo y la apreté con cariño, no nos equivocamos en lo que hice hace ya doce años atrás.
«Flash back…
Estábamos en una cafetería bastante modesta a las afueras de la bulliciosa ciudad de Nueva Jersey, donde una señorita bastante joven, a mi parecer de unos veintiséis años, muy amable y educada nos estaba atendiendo antes de un día planeado para ir al parque de diversiones.
— ¿Necesitan algo más? —Preguntó de una manera profesional mientras me sonreía con cariño pero en el fondo había tristeza, haciendo que mi curiosidad por ella despertara, era una completa desconocida, pero algo de ella me decía “ayúdame”.
Al papá negar con la cabeza ella simplemente se retiró a atender a los otro clientes.
—Papá, ¿ella está triste? —Cuestioné de manera inconsciente a lo que mi madre y mi padre rápidamente me observaron con sospecha.
—No lo creo hijo, ¿Por qué crees eso?—. Me habló mamá tomando mi mano por sobre la mesa.
—Perdón mamá, pero siento su tristeza.
Mi madre miró a mi padre y luego a mí con una duda en sus ojos y apretó un poco más su mano contra la mía.
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Editado: 04.02.2021