Miro como las lágrimas siguen cayendo por las pálidas mejillas de Mirian para precipitarse al vacío. Desde que la vi deje de prestar atención a lo que Douglas discutía a todo pulmón con el director, en el momento que me percaté de su presencia en la Arena nada más importó. Kodak también la observa fijamente y no sabía que interpretar de su expresión.
Doy un paso hacia ella. Observó a mí profesora de educación física mirar con absoluta atención a la alarmante situación que se desarrolla a causa de que, al parecer, Douglas quiera demandar al director por permitir a mi hermano becado estar en un establecimiento estudiantil privado del que sus padres eran socios y para lo que él considera debían asistir los estudiantes de "élite", mientras era observado por todos los estudiantes.
Tomando esa distracción a mí favor me escabulló rumbo a Mirian, Kodak cubre con su cuerpo la visión de mí huida. Mirian al parecer ya había terminado de llorar y me miraba de una manera que no sabía cómo identificar correctamente.
—Eso fue muy asombroso... No esperaba menos de ti cariño—.
Me alabó tan solo llegué a su lado. Sonreí. Pues que una madre esté alentando a su hijo por ser como es y para crecer dando porras es sin duda lo mejor que un hijo podría vivir.
—Gracias, mamá—.
—No hay de qué, querido. Además no hace falta que me llames así, lo sé. —Aseguro agarrando mí brazo y ajustándolo a su lado.
— ¿Qué quieres decir? —Pregunte con preocupación.
—Lo sé, no sé cómo no me di cuenta antes pero ahora lo sé. —Aseguró mientras me guiaba fuera de la arena con mi mano aún sostenida a su brazo, dejándole a ella que guiara el camino.
— ¿Saber qué, mamá? No comprendo. —Afirmé. Pues no había manera en que me hubiera descubierto, había hecho todo correctamente sin dejar ningún rastro que hiciera dudar mí identidad.
—Sé que no eres mi Esteban, jovencito—. Aseguró con total calma, en medio del pasillo a unos cuantos metros de donde estaban los hombres lobo con súper audición. Me detuve en seco en medio del pasillo, pues mis peores temores se habían vuelto realidad, la madre de Esteban ya sabía sobre mí.
—Eres bastante perspicaz, Mirian —alabe una vez salí de mi asombro, porque me había descubierto en tan solo una semana en su casa.
—Soy madre, jovencito. Eso me volvió mucho más atenta, cuidadosa y perspicaz para poder proteger a mí hijo y lograr que crezca feliz y seguro—.
—Qué bueno que haya dicho eso, pues sé que él estuvo en buenas manos. —Y no mentía, estar con ella le daba tanta calma y serenidad, tanta felicidad.
— ¿Son hermanos gemelos? Pues sois idénticos ustedes dos. Y ¿Dónde está él? ¿Está bien? —.
—Quédese tranquila y sígueme. —Aún enganchados la comencé a encaminar a dónde sabía que estaba Esteban y Romina. Comprobé la conexión entre nosotros y aún estaba establecido, por lo que no se habían movido de dónde estaban. Cuando al fin llegamos cerca de la puerta nos detuvimos.
—Romina, creo que es hora de bajar tu ilusión y también tú uso excesivo de loción, comienza a darme arcadas. —Me quejé mientras me tapaba la nariz con falsa molestia.
—Que cascarrabias eres. —Se quejó mientras tanto ella como Esteban y Franco, a quién no había notado anteriormente, quién también estaba, por lo que los tres juntos volvían a ser visibles ante nuestros ojos.
Mirian se soltó con delicadeza de mí agarre para acercarse a mí hermano y abrazarlo. Franco la miraba serio, con una ceja alzada y labios fruncidos, Romina solo se acercó hasta mí para ocupar el lugar que había dejado Mirian regalándome una sonrisa afectuosa.
— ¿Qué le pasó a tu pierna? —le pregunto ella una vez que dejó de abrazarlo.
—El accidente. Se rompió—Le respondió.
—Señora Mirian, permítame decirle que uno de los mejores doctores de Nueva York lo ha atendido y ha curado en su mayoría la fractura. Ahora mismo tan solo lleva el yeso para que no se mueva el hueso y se salga del lugar y sane de manera incorrecta mientras el cuerpo de Esteban se cura por sí solo. —Le asegure para que se quedará más tranquila ya que los nervios por el estado de mí hermano parecían agobiarla.
—Si Erik te escucha llamarle uno de los mejores doctores de Nueva York no dejaría de regodearse por un largo tiempo. —Bromeó Franco.
—Es cierto. Y por eso se lo voy a contar. No sé aún porque te soporta, eres terco, impulsivo, sobre todo testarudo como ninguno. —Concordó la castaña.
—Esto es extraño. Sabía la posibilidad que tengas familia de sangre, pero nunca pensé en encontrarme o vivir con alguien exactamente igual a mi hijo, son como dos gotas de agua. —Confesó lo que a todos se le había pasado por la cabeza en algún momento.
—Lo sabemos, para nosotros también fue igual de raro cuando nos vimos por primera vez. ¿No es así hermano? —pregunté a lo que Esteban asintió.
—Lo es aún incluso, pero es agradable. —Después de eso miró a su madre con una leve sonrisa— Mamá, ¿Cómo estás?
—Molesta, muy molesta. Porque desde hace una semana tengo en mi casa a un extraño idéntico a mí hijo que resulta ser tú hermano y no sabía nada sobre él. Me hiciste preocupar mucho. —Reprendió mirando de mí a mí hermano.
—Fue todo culpa mía, Mirian. —Intervine. Pues era cierto, todo el plan de cambio fue idea mía—. Tan siquiera nos acabamos de conocer decidí ocupar el lugar de su hijo sin tomar en cuenta los sentimientos de los demás, ni de las consecuencias luego de tal hecho. Solo queda darte mis más sinceras disculpas.
Defendí a Esteban, pues no quería que su madre tomara represalias en contra suya, la vergüenza de lo que había hecho me golpeó de lleno. No había pensado exactamente como nuestro cambio de lugar afectaría a todos los que nos rodeaban constantemente. Primero Romina con más trabajo de lo que en sí mismo ya contaba; Celeste creando una amistad y recuerdos con quién ella considera es Esteban pero sin memoria. Douglas y el evento de hoy.
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Editado: 04.02.2021