Decir que estaba sorprendido es poco. Como dijo la palabra nosotros provocó que mí un cosquilleo en la columna vertebral y que se erizarán todos los pelos de mí cuerpo. Mi amiga junto a mí tosió de la impresión y quedó con la boca ligeramente abierta por el asombro.
— ¿Nosotros? ¿Cuál nosotros? —Pregunté anonadado. La incredulidad y la ira eran palpables en mí tono de voz.
El rugido de furia de Kodak en mí interior hizo eco en mis oídos mientras suprimía su energía. Isaac solo pareció avergonzado y, ¿Dolido? No. No podía estar dolido, él no sabía lo que era estar dolido. No sabía cuánto daño él y muchos otros además de Douglas le habían causado a mí hermano, cuanto dolor fueron provocados por su falta de empatía. Lo aislaron de todos y lo despreciaron por algo tan estúpido como la posición económica y su habilidad mágica, lo humillaron a diario sin alguna razón y no conformes con eso lo golpearon e insultaron, ¿Para qué? ¿Por qué?
—Te equivocas rotundamente, Isaac. No se ha que te refieres con un “nosotros” pero tengo que aclararte algo desde ya, que tal cosa no existe. A no ser que con eso te refieres a todas las palizas y humillaciones que me has causado—.
Isaac trago fuerte y palideció a un blanco enfermizo. Una energía extraña de movió en mí interior calmado la furia de Kodak para suplantar por incertidumbre. ¿Qué acaba de suceder?
— ¿Podemos hablar en un lugar más privado? Por favor. —Suplicó, reavivando mi furia.
—No. Por qué dejaría que un bravucón como tú este a solas conmigo—.
—Esteban... Yo trato... —Quiso justificar, pero arto de su presencia lo detuve con una mano levantada.
—Nada. No sé qué tratas pero no me interesa. Pero sea lo que sea de lo que quieras hablar conmigo en privado déjame decirte una cosa, y espero que sea lo suficientemente claro para tu estúpida cabeza: aléjate de mí lo más posible, porque si no lo haces me veré en la obligación de alejarte y créeme, prometo que no te gustará—.
Kodak parecía imparcial tras mí amenaza, el lazo pareció afectarlo de alguna manera pero no entendía por qué, de igual manera traté de poner toda mi energía en la amenaza. Isaac me miró incrédulo y ahora sí que me quedó claro que sentía, su rostro se contorsionó en una mueca de dolor absoluto, atajando las lágrimas delante de mí y mi amiga. No entendí porque se puso así pero no me importó.
—Vámonos Celeste. —Dije tomando de la mano a mí amiga para levantarnos e irnos antes de que tuviera la oportunidad de hablar o llamar la atención sobre nuestra charla.
Abandoné la Arena junto a mí amiga, pues no quería ver los últimos duelos. Ella tan solo me siguió callada hasta la salida, donde el tono anaranjado del sol cubría los autos, los árboles y los edificios en un hermoso atardecer. El día había transcurrido de manera muy rápida, como una avalancha de emociones y sucesos.
—Este día fue de locos. —Comentó Celeste por lo que me reí.
—No hay dudas. —Estuve cien por ciento de acuerdo con ella.
Pensando en todos los que me esperaban en la casa de Esteban y Mirian para hablar.
—Entonces, ¿el viernes después de la escuela festejamos lo de hoy? —Preguntó ella un poco dudosa.
—Si. Será espléndido—. Estaba de acuerdo, después de hoy me lo merecía.
—Nos vemos mañana, Esteban.
Celeste, que era más baja que yo, sé paró de puntillas y me dio un beso en la mejilla. Miré sorprendido su rostro temeroso de lo que podría encontrar pero no había otras intenciones, era solo un beso de amigos. Ella sonrió y se fue. De pronto sentí una mirada sobre mí y levanté la vista.
En la puerta del instituto estaba Isaac, con la boca abierta mirando lo que acababa de pasar pero estaba muy estresado como para darle importancia, que pensará lo que quiera. No era mí incumbencia si inventaba un montón de mentiras para hacerme pasar mal, desde ahora el primer ataque contra los abusadores de poder había comenzado y la guerra estaba declarada. A fin del semestre la guerra tendría un vencedor.
Camino hasta la casa de Mirian, quería tener tiempo para mí y pensar, aclarar mí mente y estar en paz conmigo. Ahora alguien más estaba al tanto del intercambio de lugares entre mí hermano y yo. Eso era un peligro. No solo para el plan que tenía, sino para aquellos socios que pudieran aprovecharse de la situación si lo descubrían. Tenía que comenzar a ser más cuidadoso sobre el intercambio de lugar. Nadie más podía estar al tanto ni dudar de mí siendo Esteban. Oigo a alguien correr detrás de mí y gritar mí nombre, estoy a punto de llegar y veo los automóviles de Franco y Erik estacionados frente.
Cuando me doy vuelta veo que quién corría no era otro que Isaac. Estaba sudado y tomaba respiraciones por la boca para tratar de tranquilizar su ritmo cardíaco y que llegue más oxígeno a su cuerpo.
— ¿Qué quieres? —.
—Tu... ¿Estás saliendo con Cele-s-este?... —dijo, mirándome lo más serio y destrozado que podía pese a tener la cara roja por la carrera.
— ¿Qué? ¿De qué estás hablando? —.
— ¡Pero la vi darte un beso! ¿Entonces por qué lo hizo? —Exclamó a todo pulmón para mi total desconcierto.
—Que ella me dé un beso en la mejilla o no, no es asunto tuyo y no tengo la obligación de estar contándote con quién ando y con quién no. Eso me corresponde decidir solo a mí, así que deja de meterte en mi vida. —Toda la paz que había alcanzado se esfumó como si nunca lo hubiera tenido.
Kodak en mí interior parecía estar en silencio y expectante, no asomó su cabeza ni me habló. Eso es extraño, pero todo lo fue el día de hoy por lo que lo dejo pasar.
—No entiendes. Esto es importante para mí—.
La seguridad con la que me dijo me descolocó. ¿Será que está interesado en Celeste de alguna manera? Porque hasta donde sabía él no tenía ninguna novia y a Celeste nunca la molesto como lo hacía Douglas u otros chicos. Una idea se me ocurrió y sentí que sería correcto para devolver un golpe también a Isaac el día de hoy.
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Editado: 04.02.2021