Soy tu Reflejo

15 Curso de acción

Lo primero que llega a mí mente es que estoy muy hambriento y sediento. No recuerdo muy bien lo que sucedió pero todo mí cuerpo se siente adolorido y pesado, como si un camión hubiera pasado por mí cuerpo varias veces. Percibo el aroma que hay a mí alrededor y como la textura de la cama donde estoy durmiendo no es igual a la mía. El aroma que siento me es familiar y es muy fuerte pero hay otro mezclándose con ese aroma creando una extraña mezcla que me da comezón en la nariz. Abro los ojos y miró alrededor, estoy en una habitación que definitivamente no es el mío, deduzco que es mediodía pues el sol ya está muy alto en el cielo. Una cálida mano está sujeta a la mía con delicadeza, recostado sobre el borde de la cama y durmiendo pacíficamente esta Esteban.

Una sonrisa involuntaria se asomó por mis labios al verlo descansando tan pacíficamente. Esteban se había quedado junto a él cuidándolo, se quedó a su lado pese a su comportamiento abusivo, a todo lo que le había hecho, un sentimiento reconfortante y de apreciación lo invadieron y su lobo aulló de emoción en su interior. Así los recuerdos de lo que había sucedido y de su extraño sueño volvieron a él.

—Eh...

Con toda la fuerza que poseía en este momento muevo mi mano para posicionarla en la suave mejilla de Esteban y acariciarlo. No sabía cuándo podría hacerlo y si su pareja le permitiría tal acto pero solo estar así, tocándole, logro hacerlo sentir mucho mejor a él y su lobo.

En ese instante la puerta fue abierta por un señor de aspecto formidable y con sonrisa amable. Maldijo internamente haber perdido un momento a solas con su mate, pero viendo la incómoda posición en la que estaba recostado y como la silla donde se hallaba no era muy cómoda lo dejó pasar, pues era momento de levantarse y enfrentar la verdad.

—Es bueno ver qué estás despierto, has mantenido a todos muy preocupados. —Habló el hombre acercándose a Esteban y dándole una suave sacudida que lo hizo abrir los ojos despierto.

— ¿Erik?... —Se tapó un bostezo y se estiró, logrando hacer sonar varios huesos mientras lo hacía.

—Ve a ducharte y comer algo. Te ves fatal. —Bromeó el hombre con cariño, guiándolo fuera de la habitación.

—Cállate, Trencito—.

Un gruñido involuntario se escapó de mi garganta al ver la fácil camaradería entre ambos hombres, aunque el hombre se veía muy mayor, pero mi lobo seguía muy sensible.

—Okey... Tranquilo Isaac—. Hablo Erik mirándome a mí con las manos lejos de Esteban, mirándolo seriamente demandó—. Sal de aquí.

Ordenó el mayor a Esteban quién me miró por un momento y luego asintió y se fue sin decirme nada o dedicarme siquiera una mirada.

—Agua... —Pedí acarreando un poco la voz.

El hombre, quién Esteban había apodado Trencito fue hasta la mesita de noche y cargó un vaso con agua y luego me lo extendió para que lo tomara. Con un poco de esfuerzo me levanté y tomé un sorbo, una vez el líquido frío y refrescante ingreso a mí sistema quise más y recién ahí recordé lo sediento que en realidad estaba.

—Con calma muchacho, te puedes atragantar. Además, has estado fuera por dos días—.

¿Dos días dormidos? Eso significa que hoy ya era mitad de semana. Mierda. Estaba jodido, mis padres seguramente habrán pegado el grito en el cielo cuando se enteraron.

— ¿Dónde estoy? —Logré preguntarle, pues me resultaba extraño no estar en un hospital.

—En la habitación de Esteban, en su casa. —Me informó mientras iba a buscar algo en un bolso para luego sacar un estetoscopio.

—Mis padres... —Comencé a preguntar al doctor pero este me cortó levantando su mano.

—Se han ido por el momento a atender asuntos de la manada y la alcaldía pero han estado aquí desde el lunes en la noche. Ahora respira profundamente. —Pidió mientras apoyaba el extremo del estetoscopio en mí pecho y lo movía revisando mis sonidos internos.

— ¿Quién eres? —.

—Soy el tío político de Esteban. Doctor Erik Von Trein. Vivo en Nueva York pero tienes suerte que haya estado de visita—.

El hombre siguió revisando mí estado de salud y haciéndome preguntas para ver cómo estaba a las que respondí lo más honestamente posible. Con una linterna miró mis oídos y luego hizo que siga la luz con mis ojos. Cuando por fin estuvo conforme se retiró y guardo todos los instrumentos que había sacado de nuevo en su maletín.

—Ya estás mucho mejor y parece no haber ningún problema con tu salud, pero necesito estar seguro. Por lo que llamaré a Esteban aquí y te traeré el almuerzo de una vez—.

Una vez salió me volví a encontrar solo. La habitación estaba saturada de dos aromas familiares pero no lograba ubicar el otro y como era posible que dos aromas sean tan iguales y distintos a la vez, pero justo cuando estaba por preguntar entro a la habitación una mujer castaña cargando una bandeja llena de comida que cubrió rápidamente el aroma de la habitación.

—Qué bueno que estés despierto, jovencito. —Dijo la señora cuando colocó la bandeja sobre la mesita de luz y luego me ayudaba a sentarme correctamente para que pueda comer.

—Muchas gracias—.

—No hay de qué. Nos diste un buen susto, principalmente a tus padres, Erik les está informando ahora mismo que ya reaccionó, vendrán tan pronto como puedan a verlo—.

—Lo siento por hacer que se  preocuparan y por todo...

Ella iba a hablar cuando el doctor junto a Esteban volvieron a ingresar.

—Tiene que descansar. —Regañó el hombre a su pareja quién lo ignoro olímpicamente.

—No importa, no soy igual a él—.

—Sabes que cada vez más personas están involucrados en esto y hay más posibilidades que se descubra la verdad—. ¿Qué verdad? ¿De qué estaban discutiendo ambos?

—Esteban... —Trató de hablar la mujer pero él sonrió apenado y negó.

—Tiene que entender porque lo voy a hacer. —Argumentó a ambos adultos, parecieron entender a lo que se refería pues bajaron la vista resignados.




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