Cuando Romina fue a abrir la puerta había salido recién de bañarse, su cabello envuelto en una toalla y ella misma rodeada por una. Apenas Erik la vio abrir la puerta, aun media húmeda por el vapor se quedó asombrado, y emocionado, muy emocionado si la incomodidad que sentía en sus pantalones era un indicador.
—Pasa de una vez.
Dicho eso, Romina dejó la puerta abierta para irse y vestirse en su habitación. Erik, un tanto avergonzado por la manera en que reaccionó fue a sentarse y tratar de disimular la erección que tenía. Por suerte para él, Romina se tardó en volver a aparecer por lo que su entusiasmo bajó.
— ¿Largo día? —Preguntó él, viendo como ella iba a la cocina de su apartamento a recoger dos copas y una botella de vino y volver a la sala y sentarse en el sillón largo junto a él.
—Mes largo, en realidad. —Aceptó, descorchando la botella y sirviéndose más de lo debido y tomando un gran sorbo.
Eso era muy cierto. Fue un mes muy largo para él también, por lo que tomó la copa y se sirvió una gran medida de vino también. Este mes fue una completa mierda para ellos dos. Sus mejores amigos habían muerto y ahora tenían que lidiar ellos solos con un adolescente muy manipulador y astuto, a su pesar, y con su hermano gemelo recién descubierto.
—Solo nuestra vida Romina, solo nuestra vida. —Aceptó el doctor, tomando su bebida.
— ¿Qué piensas que hubieran hecho ellos con la idea de Chris de cambiar lugar? —Preguntó ella a la nada, sabía que preguntar el que hubiera sido es muy doloroso para ellos, pero los extrañaba, y por la mueca de dolor de Erik, él también lo hacía.
—Estaría castigado hasta que fuera mayor de edad.
Ambos se rieron, pues era la verdad. Cambiar de lugar fue la idea más absurda y loca que se le había ocurrido a Christopher, eso que lo conocía de pequeño, nada superó esta gran imprudencia de su parte. Pero no todo era culpa del más joven y ellos dos estaban conscientes de eso. Tanto Romina como él lo habían permitido, dejaron que él lo hiciera porque sabían que estaba sufriendo, desde que fueron informados de la desaparición y accidente del avión el Christopher quedó devastado.
Callado, sin mostrar ninguna emoción a nadie, retraído en sí mismo y muy solitario. Poco a poco se iba sumiendo en una depresión en la cual ninguno sabía cómo sacarlo. Y lo habían intentado de todo, pese que a que ellos también estaban de luto, su mayor preocupación fue Chris.
—Llegó como caído del cielo. —Dijo Romina, refiriéndose a Esteban.
Y era así. Desde que Erik lo vio en el hospital y pensó que era Christopher upo que nada sería igual, se asustó de que el chico al que quería como sobrino haya hecho una locura, pero cuando lo llamó y descubrió que no era su Chris, sintió un rayo de esperanza.
Todo desde ese día fue muy rápido, una cadena de sucesos que sucedieron uno detrás de otro, apenas dándoles tiempo para digerirlos antes del nuevo suceso. Es como si el mismo destino que les había arrebatado a sus mejores amigos quería que ahora se centraran en los gemelos.
—Fue una muy mala analogía. —Reprochó medio en broma Erik, pues era cierto.
—Pésima.
Siguieron tomando en silencio por un rato, vaciando la botella en poco tiempo y yendo a buscar otra. Poco más de las 23:30 pm ambos adultos estaban completamente borrachos, recordando el pasado y despidiendo a sus mejores amigos entre buenos recuerdos y llantos mal disimulados, todo completamente empañado por la bebida que no paró de fluir hasta que ambos cayeron rendidos ante el cansancio.
En la mañana ambos adultos, luego de un café negro y una larga ducha, estuvieron medio decentes en la casa de los McWhithe.
🍁
Esteban estaba sentado en el sofá cuando llegaron Erik y Romina juntos, como una pareja, aunque ninguno de los dos se daba cuenta que actuaban como una cuando estaban cerca. Franco le había dicho que olían a deseo y amor el uno hacia el otro, pero no podían meterse, tenían que darse cuenta ellos mismos lo que sentían, por más obvio que le resultara al resto.
Luke se había ido a dormir muy tarde ayer en la noche, quedándose en la sala mirando películas en el plasma, por lo que dormiría hasta más tarde.
Franco estaba en la cocina, preparando el desayuno para todos después de haberlo dejado en el sofá.
Su amistad iba en buen camino. Y no sabía con certeza que sentía por él, pero cada vez que pensaba en él o él le hacía un gesto muy desinteresado un sonrojo cubría sus mejillas y una cálida sensación se extendía por todo su pecho. Comenzó con cosas pequeñas, lo escuchaba cuando hablaba o le daba tiempo para hablar, le daba espacio cuando quería estar solo o le hacía compañía cuando se encontraba aburrido, tenía una extraña afición a alimentarlo, cosa que él había atribuido a su parte lupina, que quería demostrar que era capaz proveer a su pareja.
Le contó sobre sus padres y como conoció a su hermano y a Luke, como fue su infancia y las cosas que le gustaban. Él, en cambio, le hablo de su madre y de su padre. De su infancia hasta la muerte de su padre, del como su madre tiempo después se volvió a enamorar y juntar con un veterano de guerra, pero este era un alcohólico, cosa que a Franco le molestó mucho.
Le contó de a poco como fue su experiencia en la secundaria y porque fue que Chris tuvo la idea de cambiar de lugar.
En resumen, se conocieron muy bien en estas tres semanas viviendo juntos.
— ¿En qué piensas? —Le preguntó Romina, sentándose frente a él.
—En la montaña rusa que fue mi vida desde hace tres semanas hacia acá. —Confesé, cuando Franco entraba a la sala con una charola con nuestro desayuno.
—Lo sabemos. —Concordó Erik, mirando con ganas los muffins de chocolate.
—Aquí esta nuestro desayuno. —Dijo Franco, colocando la bandeja un poco alejada de Erik, para su total decepción.
—Gracias.
—La otra bandeja está sobre la encimera, ¿Podrías ir a buscarla Erik? —Apenas terminó de mencionarlo, el mayor se paró y fue directamente hacia allá, para gran diversión de Romina.
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Editado: 04.02.2021