Soy tu victima mi amor

Capítulo 7: "¡Aterrizaje Forzoso!"

Estabilidad era lo que le faltaba a mi vida hoy en día, más que nada, hablando en términos generales. Con un sonido de caída fortuita por parte del avión, y acompañados de una histeria colectiva, pude ver con lágrimas en mis ojos, cómo el hermano de Gael volvía tomado de la mano con Louis; me había invadido la emoción.

—¡Gracias a Dios! —exclamé poniéndome de pie, pero apenas lo hice, Davis me encajó algo de color naranja, cortándome así de cuajo la inspiración—. ¿Qué es esto? —pregunté examinando extrañada lo que me habían dado.

—Un salvavidas de cuello, y esto que tenemos aquí atrás es un paracaídas —dijo el pelinegro en lo que señalaba con su pulgar su espalda; él ya tenía puesto uno—. Lamentablemente no hay muchos, sólo dos mochilas, así que tendremos que dividir los pesos —informó el del mechón rojo.

—Dalton vendrá conmigo Lili. Espero no te moleste —me aclaró mi hermano mientras le acomodaba a Dalton otro de esos salvavidas en el cuello.

—No hace falta que tú me lo pongas, puedo solo —se quejó Dalton irritado mientras movía su brazo queriendo apartarlo.

—No es momento para hacer berrinches muchacho —informó mi hermano, y una vez listos, Louis abrió una de las compuertas—. Ahora es el momento —mencionó en lo que el viento zarandeaba sus claras vestiduras—. Quedan unos pocos minutos antes de que el avión colisione. Actualmente, estamos a unos mil metros del río. ¡Así que adelante! —mi hermano sujetó a Dalton de la cintura de improvisto haciendo que de ese modo, pusiera una expresión divertida, pero al mismo tiempo, fue el primero en lanzarse con él.

—¡Dios mío, en verdad se tiró con Dalton! —exclamé al ver semejante escena con las manos en las mejillas, y cuando menos me di cuenta, Davis ya me tenía sujeta firmemente de las caderas.

—Nos toca a nosotros ahora —me informó.

—¿Eh? —expresé con la boca entre abierta haciendo una mueca llena de pavor—. ¡Aún no estoy preparada mentalmente! —grité moviendo desesperadamente mis manos, pero mis ruegos fueron ignorados, e incluso mi voluntad, ya que aquel desconsiderado se arrojó acompañado de mí hacia la penumbrosa noche, la cual nos recibió con un frío extremo—. ¡No se ve nada! —me abracé al cuello de Davis con todas mis fuerzas, pues estaba aterrada, no sólo por la altura, sino que no se veía absolutamente nada. En lo que pasaba aquello, el viento nos golpeaba con violencia, sin embargo, la sensación no duró mucho, ya que escuché el jalar de una cuerda, y pronto una sacudida que amortiguó nuestro rápido descenso—. Dios mío… no puedo con esto —me quejé toda temblorosa.

—Ya te acostumbraras —dijo con tranquilidad el pelinegro.

—¡Claro que no! —le aseguré, y entonces, a unos metros más abajo, una luz se mostró en forma de fuegos artificiales—. ¿Qué es eso? —le pregunté a mi compañero ahora con más calma, pues la velocidad había disminuido en cuanto él decidió abrir la mochila, lo cual me daba más confianza.

—Es una bengala —después de esa corta contestación, pude escuchar cómo de entre sus ropas empezó a rebuscar algo, hasta que esos ruidos cesaron, y dieron lugar a otros parecidos al papel. De repente, una cosa alargada soltó chispas de colores, por lo que me di cuenta de que también Davis poseía una—. ¿De dónde has sacado eso?

—¿Podrías dejar de preguntar tantas cosas? Me mareas, gracias —me reprochó, y yo naturalmente fruncí el ceño.

—Sólo era curiosidad —dije inflando las mejillas.

—De cualquier forma, las teníamos encima de ante mano. ¿Crees que no pensamos en la posibilidad de que ocurriera una emergencia? —sonrió él de lado.

—¿Tan preparados están para esto? —me mostré sorprendida por sus capacidades.

—Ni creas, estaban justo al lado de los cadáveres de los pilotos, así que no te pienses que somos infalibles —se echó a reír, y naturalmente me enojé porque el otro me estaba tomando el pelo.

Sin darme cuenta, a los pocos minutos, nos encontrábamos flotando al lado de mi hermano y Dalton. Hablando de éste último, parecía que estaba demasiado angustiado en la posición que se encontraba, para ser más concreta, tenía cara de estar medio muerto.

—¡Dalton! —exclamé, y recordé lo del veneno—. ¡Es cierto! ¡Davis! ¿Lograste conseguir el antídoto? —le pregunté apresurada.

—Ah, tienes razón. Revisa mi bolsillo izquierdo —acatando su orden, hice lo que me pidió, y de ahí saqué un frasco—. Es ese.

—Parece que no la tuviste difícil —declaró con una sonrisa Louis mientras observaba aquel objeto que sostenía.

—¿Qué puedo decir? Fue pan comido —expresó con orgullo.

—¿Y ahora cómo se lo alcanzo? —les pregunté a ellos. La distancia era marcada, además, sinceramente, dudaba de que pudieran atrapar el objeto si lo lanzaba.

—¿Estas en confianza como para arrojarlo? —me preguntó Davis, y yo obviamente negué con mi cabeza.

—No estoy segura de dar en el blanco con esta oscuridad —admití.

—Entonces intercambiemos —yo asentí, por lo que dejé el objeto en el lugar donde lo había encontrado para así sujetar la bengala. Ahora, le tocaba a Davis tomar el frasco—. Prepárate Louis —le llamó la atención al otro, y mi hermano asintió.

—Sujeta esto Dalton —le entregó la luz a mi novio, y éste la sostuvo.

—Uno, dos, ¡tres! —el envase brilló por unos segundos en el aire, y atinó a caer en las manos de mi familiar; gracias a Dios.

—¡Lo tengo! —festejó con una sonrisa Louis—. Ahora abre la boca y trágalo rápidamente, porque no tardaremos en tocar el agua —le ordenó enseguida a Dalton.

—Está bien —mi amado abrió la boca y recibió el remedio, lo cual me hizo entrar en calma.

A pesar de que solucionamos el tema del antídoto, aún nos quedaba un problema. Pronto estaríamos chapoteando en las profundas aguas del rio, y probablemente moriríamos de hipotermia si no hacíamos algo.

—El clima es helado, y no tendremos cómo sobrevivir a esta glaciación que hace ahora —mencionó Louis viendo de cerca las aguas que estaban ya a unos pocos metros de nosotros.



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Editado: 10.06.2020

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