La noche es ese momento de la jornada en donde debemos aprovechar para descansar el cuerpo tanto como la mente, y aun a sabiendas de eso, a nosotros se nos ha privado (por ahora) de esa necesidad, pues hace nada, los altercados que nos abordan, ponen en riesgo ese proceder, y creo que ya todos conocemos que, entre las molestias que discernimos en la madrugada, pueden estar: los ruidos, personas ajenas a nosotros, e incluso, una llamada que puede provenir de parte de la naturaleza. Todos esos factores, pueden atentar contra el orden de ese proceso, y hacer que nos desarrollemos en ese ámbito de la peor manera. En mi caso, no había pegado ni un ojo en toda la desgraciada mañana, pero eso se debía a nuestros enemigos, quienes no nos habían dejado de otra más que la opción de escapar de Angkor.
Ahora, después de un largo trayecto, empezamos a ver desde la lejanía la entrada a la ciudad de Siem Riep. Ese sitio, era un lugar más lleno de calles y de cielo que edificios, pero las motocicletas destacaban en mayoría que la cantidad de ciudadanos en sus veredas inexistentes, aunque quizás por esa simpleza es que mi hermano nos entregó aquellos monopatines motorizados para pasar más desapercibidos. No obstante, siendo sincera, no podía asegurarlo, pues me sentía demasiado mareada por la falta de sueño.
—Así que esta es la ciudad de Siem Riep. Para ser honesto, esperaba que fuera más inmensa —confesó Davis deteniéndose con nosotros unos minutos frente a la entrada.
—Bueno, realmente son muy humildes en este aspecto, y ellos suelen depender más que nada del turismo, así que no puedes ser muy exigente con eso Davis —le contestó mi hermano volviendo a poner en marcha el monopatín que usaba.
—Oye, espera Louis. Lili no se ve muy bien —mencionó Dalton en lo que los seguía. Probablemente él no me había quitado el ojo de encima en todo este tiempo, y yo no podía evitar mostrarme soñolienta ya que no estaba acostumbrada a desvelarme así.
—Lo siento, estoy un poco mareada por el cansancio —aseguré elevando un poco mi mano.
—Tendrás que aguantarte. Hasta que no recojamos un vehículo, no podrás echarte —me informó mi cuñado, a lo que Dalton puso mala cara.
—Deberías dejarla al menos descansar un poco, ya que no hemos parado en toda la noche. ¿O acaso tú eres el único que no ha perdido la sensibilidad en los brazos por lo mismo? —desde mi punto de vista, mi novio estaba intentando crear alguna excusa para que nos detuviéramos, eso… o también podía ser que él se encontraba experimentando lo que había explicado.
—Es preferible aguantarse un rato, a que te maten por un pequeño capricho. Ahora por favor, desistan de seguir molestando —nos reprochó de una forma más desagradable el pelinegro.
—Dejen de discutir que ya hemos llegado —interrumpió Louis al frenar, provocando que también nosotros nos detuviéramos en el proceso.
Al fin entre todos arribamos a la concesionaria, en la cual, no hubo mucho de donde elegir, pues los autos de alquiler que se ofrecían no eran muy buenos a la vista, aparte, más de uno parecía ser una chatarra.
—¿Estás seguro de querer alquilar un auto aquí, Louis? —le pregunté con inseguridad, pero claro, por lo bajo, para que el vendedor no nos escuchara.
—No nos quedan muchas opciones, a parte, si nos ponemos a ver los detalles, quizás no salgamos de aquí nunca, por otro lado, no tiene sentido elegir un modelo nuevo… —le pagó con su tarjeta al vendedor—, ya que probablemente no volvamos con él.
—¿Qué quieres decir con eso? —mencioné elevando una ceja con confusión.
—A lo que él se refiere es que probablemente termine por transformarse en basura si deciden atacarnos —respondió Davis por mi hermano.
—Por lo visto, nuestras esperanzas de viajar tranquilamente son escasas —Dalton soltó un evidente suspiro, y a los pocos minutos ya teníamos el auto a nuestra disposición.
—Bien, adelante; no hay que perder tiempo —nos llamó mi hermano, así que todos nos subimos al vehículo.
A pesar de que ese poco sofisticado aparato no agraciaba la vista, la verdad es que su velocidad era plausible, e inesperadamente más eficaz de lo que yo misma hubiera imaginado, o quizás también, los otros entendían su potencial, pues en cuestión de un par de horas, ya nos encontrábamos a mitad de la carretera hacia Poipet. El viaje pintaba que iba a ser velozmente tranquilo a pesar de los diferentes baches que se comía el auto, cosa que me hizo soltar varias quejas muy de vez en cuando.
—Hermano, ¿no puedes ir más despacio? Los pozos que andas agarrando pueden hacer que nos lastimemos —le aconsejé, sin embargo, en lugar de recibir un “sí” de su parte, obtuve una negativa.
—No. Debemos aumentar el paso o podrían alcanzarnos —de repente, la expresión de Davis y Louis tomó un giro de sorpresa cuando fijaron su vista en el retrovisor, pues pareció que se dieron cuenta de algo.
—¡Detrás nuestro! ¡Nos vienen siguiendo! —gritó Davis, quien se asomó por la ventanilla para cerciorarse.
Cuando me volteé a mirar junto a Dalton, notamos un modelo negro de XK120 que parecía estar completamente nuevo, para colmo, ya casi nos alcanzaba en velocidad, y aún faltaba mucho para llegar a Poipet. Al principio, no lo notamos por el silencioso motor, aunque iba a toda marcha contra nosotros.
—¡Esos desgraciados! —de repente, se escucharon unos cuantos disparos que rebotaron contra la carcasa de nuestro vehículo, haciendo explotar también el vidrio de la parte trasera, cosa que nos hizo gritar e inclinarnos hacia abajo para evitar las balas como los cristales rotos, al mismo tiempo, mi hermano dio un volantazo que hizo dar unas tres vueltas al auto, cosa que me provocó entrar en pánico.
—¡Diablos Louis! —gritó Dalton al irse contra mí y abrazarme. De seguro lo hizo para evitar que me golpeara o saliera lastimada; sin dudas no podía acostumbrarme a este ritmo mafioso.