El cielo nos amenazaba con grandes nubarrones de tormenta que empujaba el viento, y para colmo, no era lo único de lo que debíamos preocuparnos. Entre las sombras y luces que despedía la jornada, tanto nuestra delantera como en nuestras espaldas, se apreciaban las dichosas carrocerías que eran (a su vez) tan anticuadas como lujosas, y que sin miramientos nos rodeaban. Atrapados en tal cruzada, mis esperanzas de que pudiéramos escapar se transformaban en algo incierto, en especial notando la estrategia perfectamente desarrollada por nuestros perseguidores. Sin más, nos vimos obligados a presenciar cómo los del otro grupo de mafiosos salían de sus autos, y nos apuntaban con armas de corto alcance.
—¡No se queden ahí parados, vayan al sitio que les dije! —volvió a gritar Louis, y manteniendo su tono dijo—. Ahora… ¡cierren los ojos! —gritó de repente mi hermano.
—¿Qué? —expresé confundida, y para cuando nos dimos cuenta, él lanzó algo hacia el cielo; era una especie de pelota que de pronto empezó a brillar tanto que me cegó—. ¡Ah! ¡No veo! —me quejé llevándome las manos a la cara para cubrir mis ojos.
—¡Por aquí Lili! —entre la confusión, Dalton me atrapó de la mano arrastrándome así con él. Aunque no podía ver en absoluto, confié en su sentido de la orientación, así que nos trasladamos recorriendo una distancia que realmente desconocía, y sinceramente, toda esa oscuridad que percibía (la cual duró unos minutos) me desorientaba demasiado, e incluso, me brindaba algo de temor.
—¿Dónde… dónde estamos? —dije mientras me frotaba los ojos con mi mano libre; lentamente comenzaba a recuperar la visión.
Apenas me acostumbré a los colores, como a la tonalidad del paisaje, lo primero que noté, fue que Louis como Davis ya no estaban con nosotros. Por otro lado, nosotros nos metimos en unos callejones muy angostos, con paredes revestidas de un amarillo claro, el cual destacaba por su color parecido a la yema de un huevo. Los muros también poseían pequeños ventanales, en los que no lograbas siquiera llegar a su altura para asomarte, mientras que más y más a nuestros alrededores, se repetía el mismo maquetado de casas, es decir, todas se veían idénticas, sin mencionar sus laberínticas escaleras, que parecían llevarte al sitio menos esperado.
—No lo sé, pero no vale la pena detenernos ahora; aún esos sujetos deben de estar persiguiéndonos —mencionó mi amado, quien se alarmó al escuchar un grupo de zapatos acercarse a nuestra ubicación—. ¡Vamos! —dijo arrastrándome por una de las escaleras, a las que ascendimos con rapidez.
—¿Crees que Louis y Davis estén bien? —pregunté preocupada principalmente por mi hermano.
—Es lo más seguro —apenas llegamos al final del tramo, nos recibió un pasillo con una sombra agradable, donde también se veía un cuadro a nuestra izquierda que no tenía ningún vidrio, no obstante, permitía aun así disfrutar de la vista. Más adelante, Dalton se detuvo abruptamente y por su culpa, me choqué con su espalda, de ahí que pregunté entre quejas por qué había frenado así.
—¡Hola! —una voz femenina nos saludó con naturalidad, interrumpiendo así mi charla con mi novio, e instintivamente me dirigí a la dirección de dónde provenía la voz. Al mirar descubrí con asombro la causa del silencio como de la acción de mi amado.
—¡Lulubel! —grité llevándome una mano a los labios de la impresión.
—Veo que me recuerdas, pequeña bruja —dijo ella entre cerrando los ojos.
—¿Bruja? —repetí con confusión mientras me encogía.
—¡Lili no es ninguna bruja! —me defendió Dalton—. ¡En todo caso tú serías la desgraciada que debería llamarse de esa manera al secuestrarme e intentar matarme! ¡Así como lo hizo tu primo con mi familia! ¡Idiota!
—Dalton —apenas y expresé su nombre en un susurro, ya que se me fue el aire con esa última declaración por parte de él; era evidente, aún le afectaba mucho su perdida. Aunque volviendo con esa chica, una sombra se plantó sobre el rostro de ella, quien nos miró con un temible semblante de odio.
—Esas palabras… esas palabras tan desagradables —dijo ella por lo bajo de una forma inquietante—. ¡Sabes siquiera por qué me fui con mi primo! ¡Eh! ¡No sabes todo lo que tuve que pasar por ti! —gritó ella de repente inclinándose un poco hacia el frente, por lo que yo me encogí un poco más.
—Eso a mí no me interesa —aseguró Dalton sin inmutarse.
—Que mal… igualmente te obligaré a escuchar mis razones —ella se enderezó mientras se acomodaba uno de los mechones de sus rubios cabellos—. ¡Es tú culpa! ¡Si hubieras muerto como lo planeé en ese momento, no hubiera tenido que pasar por ese horrible encierro! —señaló ella con demencia a mi amado, quien pareció ponerse en guardia—. Pero no importa ahora —mencionó con su voz aún algo temblorosa—. Voy a terminar lo que empecé… ¡justo aquí!
—¡Lili, atrás! —Dalton puso su brazo frente de mí y Lulubel sacó una pistola comenzando a disparar a quema ropa. No obstante, Dalton fue lo suficientemente rápido como para improvisar y tomar una pesada tapa de acero de un tacho de basura abandonado, y a su vez, se agachó para evitar con más eficacia los disparos al colocarse detrás de la misma conmigo.
—¡Desgraciado! ¡Dame eso! —gruñó Lulubel, quien se inclinó para quitarle el “escudo” con el que nos protegíamos, y por supuesto, yo aproveché para levantarme de golpe y darle un mochilazo en la cabeza, cosa que la hizo caer, pero también soltar el revólver.
—¡Ah! ¡Maldita bruja! —gimió ella. Apenas ésta vociferó aquello, mi novio se arrojó sobre el arma, la cual tomó al dar un giro de cuerpo a tierra contra ésta, y así se apoderó de la mencionada—. ¡No!
—Me temo que sí —dijo él apuntando a la rubia en lo que se reincorporaba.
—¡No vayas a matarla Dalton! —le rogué, no obstante, él se mantenía firme en su objetivo.
—Quizás no la mate si ella accede a dejarnos en paz —declaró mientras preparaba el gatillo de la pistola.