Soy tu victima mi amor

Capítulo 18: "¡¿Día de compras?!"

Por fin las estrellas se reflejaban en las vitrinas de nuestro cuarto, y eso nos dio la señal requerida para saber que era hora de emprender la retirada. Mi estado era optimo, lo mismo para con Asteris, aunque mi novio no podía expresarse de igual forma, pues a pesar de que ingirió algunas pastillas para el malestar estomacal, aún le habían quedado algunas secuelas respecto a aquella experiencia aterradora que pasamos; toda la culpa la tenía mi maestro.

—Espero no tener que soportar esto nuevamente, Asteris —se quejó mi novio en lo que se acomodaba dentro del auto que nos habían proporcionado en secreto.

—No te preocupes —dijo en respuesta el peliblanco, quien se acomodó al volante—. Me aseguraré de revisar que todo esté en su lugar, antes de contactarme con Louis nuevamente, por supuesto —dio como aviso, lo cual provocó que nos echáramos una miradita entre nosotros.

—No haré comentarios al respecto —aseguró Dalton.

—Por cierto, ¿qué camino tomaremos? —interrogué después de haber subido al vehículo y cerrado la puerta detrás de mí.

—Iremos a Bangkok —mencionó Asteris poniendo en marcha el motor.

—¿Por qué hasta allá? —inquirí.

—No hay una razón en especial, simplemente lo elegí al azar. Nos tomará dos días al menos, por lo que deberemos de ser precavidos —mientras hablaba, el de lentes se internaba entre los callejones oscuros movilizando así el auto—. Las provisiones ya vienen con el vehículo, y están justo ahí detrás.

Apenas nos avisó de eso, me puse a revisar los espacios que se discernían entre los asientos, y encontré varios vasos de ramen, los cuales hizo que pusiera mala cara. ¿En verdad íbamos a comer eso durante varios días?

—Estás bromeando, ¿verdad? —le pregunté mostrándole uno de los potes.

—No se preocupen, eso es como un aperitivo. Comeremos en los hoteles que nos topemos durante el camino —informó con una divertida sonrisa.

—Menos mal —mencionó Dalton sujetando uno mientras miraba la etiqueta—. Porque si comemos muy seguido esto, con todos los conservantes que tiene, es más que seguro que nos revienta el estómago.

—Y tú ya venías mal —Asteris dijo eso como mala broma y lo vimos partirse el culo en el reflejo del retrovisor. Hasta a mí me causó lo que comentó, pero me contuve.

—Ya… dejen de burlarse ustedes dos de mí. No es divertido este tipo de cosas —mencionó con indignación mi novio.

—Está bien Dalton, no te preocupes. Es mejor tomar con humor los malos momentos cuando sobrevives a ellos —aseguré mientras le entregaba una suave caricia en su brazo para reconfortarlo.

—Si tú lo dices —declaró él devolviéndome el gesto.

En cualquier caso, los tres nos movilizamos por los territorios durante esos dos días: nos mudamos a dos hoteles diferentes, Dalton con mi maestro se turnaron en conjunto para conducir y, mientras tanto, yo les brindaba apoyo a mi manera. A veces tuvimos que comer ese ramen con falta de gusto, y no lo digo en términos estéticos, ¡sino que realmente no tenía sabor! ¿Qué podía esperarse de una imitación barata?, no mucho, ¿verdad?

—Es la última vez que compras esta porquería —le dije con un terrible humor a Asteris, y éste puso cara de angustia.

—Yo no fui el que lo compró, fueron los subordinados de tu padre. Deberías de reclamarles a ellos y no a mí —me informó.

—¿Ya llegamos? —Dalton interrumpió nuestra conversación.

—Sí, de hecho. Ahí mismo tenemos la entrada a Bangkok —señaló con su dedo la dichosa.

Ambos quedamos impactados por semejante paisaje que se montaba a nuestro frente, especialmente por esos enormes y futuristas edificios que nos rodeaban apenas entrabamos. No podría compararla con mi ciudad natal, especialmente porque muchas de sus estructuras eran especialmente antiguas y bochornosas; aunque de éstas representaban una parte esencial de nuestro patrimonio nacional, no justificaba que en nuestra época estuvieran tan descuidadas. Por el contrario de Bangkok, esta ciudad sin dudas (como dije momentos atrás) simbolizaba algo novedoso a los ojos de cualquier visitante, e incluso me atrevo a decir que lo mismo llegaban a experimentar sus habitantes.

Al cabo de un par de horas, Asteris logró estacionar, y en eso bajamos del auto los tres.

—Bien, yo iré a comprarte un estuche para tus herramientas, ya que me sigue preocupando el hecho de que lleves así nomás tus cosas. Necesitas algo que te haga tener todo a mano, así que volveré en un rato —ambos asentimos, y nos quedamos cerca del vehículo. A los pocos minutos, lo vimos alejarse hasta que lo perdimos de nuestro radar.

—Parece que nos quedamos solos —Dalton afirmó lo evidente, y yo asentí.

—Así es —una sonrisa se plantó en mis labios, y miré de reojo a mi novio—. Esta es nuestra oportunidad.

—¿Oportunidad? —preguntó él levantando una ceja.

—¡Sí! ¡Hay que ir de compras! —indiqué con mi pulgar las tiendas cercanas.

—¡Qué! —expresó exaltado, y luego se llevó una mano a la cara con pesadez—. Pensé que ya te habías sacado esa idea de la cabeza.

—¡No! ¡No quiero pasarme todo el resto del viaje llevando la misma ropa! ¡Se gastará rápido de tanto lavarla! ¡Pronto pareceremos pordioseros! —le expliqué con desesperación. Sí, quizás mi actitud de ahora era de una niña ricachona, pero… para ser sincera, no me gustaba la idea de andar siempre con la misma ropa interior; al menos necesitaba eso de repuesto—. Aprovechemos un rato la ausencia de Asteris para poder conseguir lo que quiero. No necesitas comprarte cosas si no lo deseas, pero al menos acompáñame a buscar ropa interior.

Mi sinceridad hizo que la cara de mi novio cambiara a diferentes tipos de tonalidades, especialmente, quizás, por el hecho de lo que más deseaba adquirir. Si bien, no podíamos andar cargando tantas cosas, pero mi mochila era lo suficientemente grande como para meter una pequeña bolsita con el contenido deseado.



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Editado: 10.06.2020

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