Cambio a primera persona:
He de admitir que ese relato me resultó particularmente muy entretenido, pues no sólo ahora sabíamos más sobre Agni, sino que también, unos pocos detalles que tenían que ver con el pasado de mi hermano, y porqué el heredero de los Neutraalne confiaba tanto en él. Sin embargo, aún me inquietaba esa mala costumbre que poseía Louis, es decir, aquella de no decirnos nada al respecto.
—¿Por qué razón ese idiota se calló la boca en lugar de avisarnos? —preguntó Dalton, quien al parecer tenía la misma duda que yo.
—Supongo que no lo hizo para evitar que sospecharan de mí y de buenas a primeras, me encerraran para evitar que los ayudara —mencionó el castaño.
La respuesta que él nos dio, nos resultó muy convincente, por eso no replicamos nada al respecto. Unos minutos después, Asteris nos llamó la atención, indicando con un chistido y un movimiento de cabeza, que miráramos por las ventanas del vehículo. La vista que nos proveía el muelle, era preciosa, y más en plena luz del día. La gente iba y venía por el lugar llevando con ellas sus pertenencias, también se encontraban banderines atados a los postes, que estaban entrelazándose los unos con los otros, y coloreando aún más el paisaje. De improvisto, la vista caminante, se detuvo en cuanto Asteris estacionó, lo cual me permitió ver a más detalle, las embarcaciones paradas en la orilla.
—Aquí nos bajamos —avisó él.
—Bien, entonces yo te abriré la puerta hermosura —le dijo Agni.
—¡No me llames así! —le gruñó Asteris.
—¿Por qué no? —le mencionó con una cara llena de angustia.
—En primer lugar, porque no somos nada. En segundo, me molesta —aseguró.
—¡Pero si ya nos besamos! —le aclaró el castaño.
—¡Tú me obligaste! —le recordó el otro.
Mientras Asteris y Agni tardaban en salir del auto, yo y Dalton nos adelantamos a ellos, y disfrutamos del aroma que traía el viento junto a sus amables caricias.
—¡Qué hermoso día! —expresé estirándome con muy buenos ánimos, ignorando los alaridos que soltaba mi maestro y, que se volvían ahora cada vez más fuertes.
—Aunque los ignores, parece que no van a parar —dijo mi novio soltando un profundo suspiro—. Son peor que Louis y Davis —comentó.
—Tienes razón —contesté de mala gana.
—¡Ya basta! —gritó de repente Asteris, cosa que hizo que nuestros hombros se encogieran por el susto que nos dio, así que también nos giramos a la dirección de la exclamación, para ver qué era lo que sucedía.
Mirando de cerca, Agni estaba apoyado en la puerta ya cerrada, mientras Asteris miraba a éste con los lentes nublados por la luz, y un ceño más que fruncido diría yo.
—¡No sabes cuándo detenerte, malhechor! —renegó de él, el de lentes.
—Pero es que eres una preciosura. ¿Cómo podría rendirme así? —el castaño tomó del mentón a mi maestro, con la debida intensión de besarlo por lo que discerní ahí, pero éste último le dio un manotazo con las mejillas encendidas retirando con violencia su mano.
—¡Ya deja de tratarme como una chica! —le reclamó otra vez.
—Vamos, vamos, chicos, ya cálmense —decidí intervenir por fin, o ambos seguramente se golpearían, y el que más las tenía de perder era Asteris, ya que no sabía combatir por lo que entendía—. Ahora somos camaradas, por lo que no debemos dejar que una simple discusión nos entorpezca, ¿de acuerdo?
—No se trata de una simple discusión señorita… —al parecer, el de lentes quería decir algo más, pero le impedí el gesto.
—Por favor, no hagas la situación más difícil de lo que ya es Asteris —le rogué, y éste soltó un suspiro.
—De acuerdo, me calmaré —indicó. Por parte de Agni, él sonrió, lo que provocó que yo lo mirara con seriedad.
—Tú también, deja de molestarlo a cada momento Agni —le reproché.
—No es que lo moleste, simplemente estoy tratando de acercarme a él —se excusó.
—Yo te puedo dar unos consejos si quieres —avisó divertido Dalton, quien al parecer no pudo contener sus ganas de molestar un poco.
—No la sigas por favor —pidió Asteris.
—Bien, bien, sólo bromeo —aseguró mi novio.
Ahora con la mente un poco más clara, empezamos a movernos entre la muchedumbre buscando el barco indicando. Todo por ahora parecía tranquilo, y no había tanta gente como estimaba, hasta que, en determinado momento, los transeúntes empezaron a agolparse, impidiendo así que nos moviéramos con libertad. Afortunadamente, yo estaba tomada de la mano de Dalton, así que me sujeté más firme a ésta en cuanto él me lo ordenó.
—Esto ya no es normal —se quejó Asteris mientras era estrujado.
Prestando más atención, logré notar que estábamos siendo empujados por unos sujetos que estaban vestidos de una forma particular; todos tenían trajes negros. Inmediatamente, sólo una cosa se me vino a la mente.
—¡Agni! —grité.
—¡Lo sé! —me respondió.
Advertirle no sirvió de nada, en especial cuando todos caímos dentro de un círculo formado por esos mal nacidos. Apenas levantamos nuestras cabezas para tener una mejor expectativa de la situación, notamos que dentro del mismo estaba también Lulubel. Cruzada de brazos, nos miraba por encima como si fuéramos nada más que unos horribles bichos.
—Rayos… otra vez esa rubia —mencionó Dalton levantándose antes que nosotros.
—Parece que no sirvió de nada el susto que se dio al caer hace unos días —aclaré mientras me posicionaba al lado de mi amado.
—Si yo fuera ustedes, no me mostraría tan engreída —después de decir aquello, ella sonó sus dedos, y se abrió un camino entre los chicos de negro.
—Esto ya no me está dando buena espina —mencionó Dalton entre cerrando los ojos.
Un sombrero gris junto a un traje de su misma tonalidad, empezó a vislumbrarse desde lejos. Poco a poco se acercó hasta que logró quedarse en el centro del círculo. Interesante fue la expresión que poco después puso Agni, pues se veía realmente pasmado al principio.