Soy tu victima mi amor

Capítulo 32: "Preludio de Canción"

Contra todo pronóstico, y así como lo había deseado mi amado, puse todo el empeño posible para poder aprenderme los códigos informáticos antes de llegar a Argentina. El esfuerzo fue descomunal, y me sentía medianamente muerta, sin embargo, el trabajo dado aquellos cinco días restantes, me permitió aprender todo lo requerido, así que Asteris pudo sonreír orgulloso al respecto.

—Es un alivio que por fin ya hayamos terminado —dijo con aparente alegría.

—¡Estoy… exhausta! —grité desparramándome sobre la silla.

—Te mereces un buen descanso —me expresó con un sincero ánimo, y se alejó de mí para dirigirse a la puerta—. Puedes dormir si quieres; le diré a Dalton que te despierte en cuanto arribemos —me notificó, y yo posé mis orbes sobre él. Apenas abrió la puerta, se apareció detrás de ésta Agni. El atractivo castaño no lo dudó en cuanto tuvo la oportunidad, y abordó con un encantador beso a mi maestro, el cual no pudo evitar ponerse de todos los colores posibles.

—Ah —solté por la impresión, y enseguida empecé a ponerme roja. Quizás mi reacción se debía por ver tan seguido a aquellos dos besarse, y eso me empezaba a despertar unas sensaciones raras en mí.

—¡Desgraciado! —Asteris lo apartó con un brazo completamente ofendido—. ¡Acaso no fuiste tú el que dijo que dejaría ya de molestarme, y que simplemente se dedicaría a protegerme! —le reclamó con ira, pero también con su rostro por completo ruborizado.

—Claro que lo dije —canturreó a unos pocos cm de él—. Pero te repito que eso no significa que mis sentimientos vayan a cambiar de la noche a la mañana —él hizo un movimiento sugerente de cejas, que provocó que Asteris hiciera una mueca graciosa, de modo, que no pude evitar reírme un poco. La vergüenza empezaba a ser parte del rostro de mi maestro, por lo que éste enseguida se escabulló rápido por el costado del castaño, y así fue cómo lo perdí de vista.

—¡Eres terrible Agni! —dije soltando una carcajada por la tremenda escena.

—Oh, no te rías —me pidió elevando sus cejas con cierta decepción, pero mantenía su expresión alegre.

—Lo siento, es que no puedo evitar que me parezca gracioso todo —declaré calmándome.

—Se entiende —me respondió a ojos cerrados, y terminó por entrar a la habitación—. ¿Y bien? ¿Ya finalizaron el trabajo?

—Sí. ¡Estoy contenta por eso! —cerré mis manos en el aire en gesto de victoria.

—Me alegra por ti. Imagino que esto es gracias a tu novio —supuso mientras se sentaba en la cama.

—Bueno, Dalton simplemente me dio ánimos —expresé algo avergonzada.

—Él es un gran chico; muy valiente sin dudas —noté que puso esa mirada en la que te pierdes recordando algo—. Él nunca duda cuando se trata de ti, o al menos eso es lo que me dijo tu hermano.

—Sí, siempre ha sido así de protector. También evitó que Gael me lastimara cuando me disparó; él se puso en el medio —le conté—. Por eso también quiero dar de mí en esto, y aunque nunca fui buena en las peleas físicas como él, sí que por lo menos puedo usar mi cabeza en algo —dije con cierto alivio.

—Bueno, algo es algo —se rio suavemente.

—¿Ya te has puesto completamente al día con mi hermano? —le pregunté ya relajada.

—Claro. Tuve mucho de qué hablar con Louis y Davis, aunque me enteré que él está aquí principalmente para rescatar a su hermano, sin mencionar a su padre que está metido en el medio —me informó—. Siempre ha sido una persona que ha puesto por delante a su familia primero.

—Sí, lo sabemos. Por eso también mi hermano lo dejó, aunque… no sé exactamente qué fue lo que le hizo querer volver con él —mencioné confundida mirando al techo como si estuviera buscando la respuesta allí.

—Espero que ese chico no dé problemas más adelante por ello —el tono de Agni había cambiado a uno un poco más severo, y se notaba en él la desconfianza.

—Creo que podemos contar con su ayuda —le contesté sonriendo de forma suave, y mi compañero me miró con cierto asombro, a lo cual luego rio otra vez.

—Eres demasiado relajada —me recalcó. Por algún motivo seguían repitiéndome eso; acto seguido, él se levantó.

—Ah, todos me dicen eso —expresé sin ninguna gota de asombro mientras bajaba la vista a mis pies.

—Es que no pareces entender que esto va más allá de simples sentimientos —declaró.

Cuando me volví hacia su persona, sentí por unos segundos, que me encontraba frente a alguien realmente importante, no en el sentido sentimental, sino, que la sensación era de respeto; por instinto entendía (de alguna forma) que Agni se volvería alguien realmente exitoso.

—¿Qué pasa? —me mostró una expresión de confusión, pues quizás notó que lo vislumbraba de una forma extraña, a lo que me puse tan nerviosa que me torné roja.

—¡Ah! ¡Nada! ¡Nada! —repetí como tonta agitando mis manos a los lados—. Sólo me impresionaste por un momento. No pensé que podías expresarte de esa manera —él se rio de nueva cuenta, y se acercó para acariciarme la cabeza.

—Eres muy encantadora. Ahora entiendo porque tu hermano y Dalton luchan tanto para protegerte —dijo él. Aquello que comentó, me hizo sentir tanta vergüenza que creía que me salía humo de la cabeza—. Bien, yo me retiro —me avisó y se alejó de mí para abrir la puerta—. Descansa hasta que lleguemos —luego lo vi salir así sin más.

Por mi parte, yo suspiré otra vez, ahora menos nerviosa, y decidí que era mejor hacer lo que me decían, así que me fui a recostar un rato. El sueño me atrapó en sus redes enseguida, y me hundió en una reparadora fantasía, que luego sería interrumpida por mi novio, el cual había llegado unas horas más tarde para despertarme de mi siesta.

—¿Dalton? —pregunté medio sentándome mientras me frotaba los ojos.

—¿Qué tal has dormido?, por cierto, ya hemos llegado —me informó.

—¿Tan rápido? —dije sorprendida. Al estar recién despierta, aún cargaba conmigo la almohada, así que me costó un poco adaptarme a la realidad, pero en cuanto salimos del camarote, por la proa vimos a mi madre, y también, al papá de Davis en el muelle. Verla me hizo sentir aliviada, porque todo el asunto de mi padre secuestrado me provocaba ansiedad. En cuanto descendimos, fue el papá de Gael el primero en saludarnos.



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Editado: 10.06.2020

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