Soy tu victima mi amor

Capítulo 34: "Bon y Malcon: amistad empañada"

Cuando fuimos atados con sogas desde nuestras muñecas (menos Agni), nos obligaron a salir del hotel a los empujones. Una vez en la entrada, nos encontramos con una figura que no pasó desapercibida por nosotros, y ésta nos atrapó con la guardia baja, ya que en nuestras cabezas lo único que teníamos en aquel momento, era la estrategia para enfrentarnos a los Neutraalne.

—Ya era hora que nos encontráramos de nuevo —canturreó aquel con una sonrisa que englobaba su supuesta victoria.

—Gael —lo escuché gruñir a mi novio, a quien miré con rapidez. En su cara se reflejaba un odio tan intenso, que llegaba a convertir el bello rostro de mi amado, en el de una bestia.

Volví a voltear hacia aquel que solía ser mi amigo, y me sentí ahogada con su sola presencia, pues aún recordaba todos los males que nos había causado. Su apariencia se convirtió en algo imponente ahora que iba de traje negro, con corbata azul, y unos guantes que le hacían juego.

—Tanto tiempo sin verte, Dalton Alvey —él se acercó hacia mi novio, a quien tomó de su mentón con violencia—. Sigues teniendo la misma cara de idiota de siempre —luego me miró, y con una sonrisa que me hizo estremecer, me soltó lo siguiente—. No falta tanto para que estemos juntos, Lili.

—¿Qué? —expresé aterrada.

—Lo que oíste —dijo fríamente, y soltó con brusquedad a Dalton, quien enseguida lo toreó.

—¡Ni en tus sueños dejaré que le pongas un solo dedo encima a Lili! —le gritó a todo pulmón, y un segundo después, un golpe le sobrevino a mi amado en el rostro, el cual fue orquestado por Gael.

—¡Dalton! —lo llamé con cierta desesperación.

—Eres tan desagradable como siempre —declaró él con sus afilados ojos, pero mi novio no dejaba de desafiarlo tampoco con su mirada esmeraldina—. Pronto te daré muerte —Gael nos dio la espalda, y mientras se acomodaba los guantes, se dirigió a sus hombres—. Llévenselos.

—¡Sí señor! —dijeron aquellos, y pronto nos obligaron a meternos dentro de las vans que tenían preparadas, para colmo de males, nos separaron, así que no podía saber dónde estaban Agni ni Dalton.

Entre las camionetas, tuve la desgracia de que me metieran en la que Gael y Malcon viajarían, lo que transformó el ambiente en algo denso para mí. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¡Estaba empezando a dudar del plan de mi hermano, y no precisamente porque no confiara en él! ¡Mis ideas se debían al miedo que sentía al tener delante de mí a nuestros principales enemigos!

—Fue interesante la lucha que dio Bon —le comentó Malcon a Gael, y no pude evitar salir de mi angustia para parar la oreja.

—Ese viejo… de cualquier forma escapó, ¿no? No sé en qué está pensando —dijo el hijo del nombrado.

—Seguramente tienen algún plan, de otro modo no los hubiera abandonado —se carcajeó—. Aunque también puede ser que sea un cobarde.

—Tienes el ego muy elevado. Eres demasiado confiado —describió Gael.

—No te preocupes. Estoy preparado para cualquier cosa. No la tendrán tan fácil —alegó él.

Después de que terminaron de hablar, me encogí en mi lugar, y recordé el rastreador que tenía debajo de mi piel, el cual fue colocado cuando estábamos dentro del barco de camino a mi país. Angustiada, y algo cansada por el fallo en mi graduación, viajé el resto del trayecto en silencio, en lo que, mientras tanto, prestaba atención al cómo retomaban su charla, la cual tenía que ver con los detalles sobre la confrontación que tuvo Malcon con Bon.

Cambio de Narrador a Omnisciente:

Un grupo de aproximadamente ocho vans se aproximaban al Hotel Giant a toda velocidad, de modo que las antes mencionadas, derrapaban por cada esquina de una forma bestial; una característica propia de las películas de acción. Al llegar los vehículos a su objetivo, frenaron de golpe levantando una gran oleada de polvo, la cual desapareció a los pocos segundos.

A todo esto, justo en las afueras del hotel, Bon presenció el regreso de aquellos indeseables, y enseguida movilizó a sus hombres, quienes acataron su alegato. Los miembros de la mafia Miracle que se encontraban presentes se distribuyeron con precisión detrás de su líder, sin embargo, el numero era notablemente más bajo comparado con los Neutraalne, y aunque poseían a Bon que valía por diez hombres, lo cierto, es que al ver aparecer a los que encabezaban a las fuerzas contrarias, daban la batalla como perdida, no obstante, aun así, pelearían.

—Quien lo diría —declaró Gael, bajando de una de las camionetas—. Para que tú estés aquí, significa que la mafia debe de estar por desaparecer.

—Eres muy hablador, hijo mío, sin embargo… —declaró Bon— ¿viniste para que te diera otra paliza, no es eso cierto? —mencionó su padre con una sonrisa arrogante.

—Tan divertido como siempre, Bon —ahora, el que se exponía era Malcon—. Me temo que el chico se encuentra bajo mi tutela, así que no podrás siquiera tocar su cabello —afirmó él dando una caminata segura hacia el padre de Gael.

—Que interesante —Bon se llevó sus manos sobre su cabeza para acomodar sus canosos cabellos, y más adelante, sacó de dentro de su chaqueta una manopla que se colocó con facilidad, para luego dar un giro que dejó entre ver cómo de la nada sacaba una espada negra. La dichosa arma parecía que tenía la capacidad de plegarse sobre sí misma, por eso es que no se había advertido de ninguna forma su existencia. Ahora, al echar un poco para atrás su saco, Bon señaló con su espada al castaño—. Terminemos de una vez con esto, Malcon. La verdad ya me has quitado mucho de mi tiempo, y debo reparar muchas cosas por tu culpa —le mencionó con una mirada aguada; una muy parecida a la de su traicionero hijo.

—Sí… ¿por qué no? —Malcon hizo un movimiento ligero de hombros, y así desenvainó su espada, pero para sorpresa de Gael, su “superior” también estaba manejando una manopla en su mano contraria.



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Editado: 10.06.2020

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